Los dos últimos juegos de los Vegueros de Pinar del Río en la etapa regular de la presente temporada generaron no pocos comentarios adversos que señalaban la desmotivación de los peloteros de los dos bandos por ganar ambos encuentros, tras saberse clasificados a la postemporada con antelación.
Más le dolió a muchos seguidores, porque precisamente ambos desafíos se jugaron con el rival sempiterno de nuestra novena, los Leones de Industriales, en un momento en que los dos conjuntos tenían en la mano el pasaporte a la burbuja.
Finalmente ocurrió lo lógico, una división de honores que ‟acomodó” a los verdes en la octava posición y posibilitó que se enfrentara al líder de la clasificatoria, Sancti Spíritus, para muchos, entre ellos me incluyo, el rival más accesible para los pupilos de Alexander Urquiola; mientras los azules anclaron en la séptima posición y les tocó el potente Granma de Carlos Martí.
Para llegar a comprender por qué se convirtieron estos dos enfrentamientos en una caricatura de lo que para no pocos es el clásico de la pelota cubana, hay que explicar que se trató de un calendario obligado al rediseño, como casi todas las actividades de distintos ámbitos de la sociedad cubana.
Pinar e Industriales debieron culminar su subserie entre los días 15, 16 y 17 de diciembre de 2020; sin embargo solo se pudo jugar el 15 de ese mes debido a la aparición de un brote de COVID-19 en el equipo azul.
Los Vegueros, una vez finalizado su duelo con los muchachos de Guillermo Carmona, tenían que trasladarse hasta predios yumurinos para medirse al campeón nacional, cotejo que tampoco pudieron efectuar en los días planificados pues en ese momento la pandemia le jugó una mala pasada a la Serie.
Así llegó el nuevo año y Pinar acumulaba la cifra de ocho juegos pendientes, tras tener balance de 37 victorias y 30 derrotas, de ellos uno frente a Piratas, tres con los Cachorros y dos ante Cocodrilos y Leones, respectivamente.
En la programación de estos juegos creo que erró la Dirección Nacional de Béisbol, máxime cuando Pinar e Industriales pujaban por puestos de clasificación; además por el valor que tiene para la pelota cubana los juegos entre estas novenas.
En otras palabras, los que pudieron haber sido los dos mejores juegos de la campaña, pasaron a la historia como encuentros aburridos, con muchos suplentes habituales como regulares, en fin parecía un partido de pretemporada.
Verdes y azules debieron jugar entre en las jornadas del 12 y 14 de enero, cuando ninguno de los dos conjuntos estaban clasificados a los play off, ahí se hubiera visto la casta de campeones que tanto caracterizan a capitalinos y pinareños.
Lo que sí creo injusto es acusar a los jugadores o directivos de Industriales o Pinar de lo poco atractivos de sus últimos compromisos: eso era algo que se debía esperar, porque se trataba de una extensa serie y a menos de una semana del inicio de la postemporada.
No comparto el criterio de que se jugó de tal manera para escoger los rivales. Pienso que es una acusación injusta a una 60 serie que llenó las expectativas de casi todos los aficionados, porque si algo hubo en esta versión fue competitividad, se vivió una especie de postemporada en la etapa regular.
Y menos quitarle méritos a la clasificación de los Vegueros, luego de los numerosos contratiempos vividos por esa selección; como también hay que reconocer a los Industriales, porque están ahí, todavía con vida, a pesar de que hasta les tocó de cerca la pandemia.
Concluyo con una cita del grupo Buena Fe, cuando cantaron que en fin ‟La culpa no la tiene nadie”, ni un bando ni el otro, ni verdes ni azules; claro si se ven en los play off otro gallo cantará, como se dice popularmente.