No cabe dudas de que Guanahacabibes es una zona bendecida. La Madre Tierra le legó sus dotes más valiosos, la lucha por la independencia la condecoró con pasajes de hidalguía y, más tarde, acamparon en sus lares dos patriotas de pura cepa, convencidos de que sólo la unidad hace posible que el sueño se tome por asalto.
Julio Camacho Aguilera y Georgina Leiva Pagán (Gina) se instalaron en la Península en la década del 90. Venían de trabajar en Moscú como funcionarios de la embajada soviética y el cambio brusco de la ciudad al campo, llevó a unos pocos a subestimar la capacidad de adaptación de la pareja al nuevo medio.
Al parecer, aquellos desconfiados no contemplaron en sus juicios la estirpe de quienes sobreviven a torturas, persecuciones y otros horrores que padecieron, allá por los años 50, quienes se aferraron a la Revolución.
Fue el compromiso con Cuba y la esperanza en el turismo como salida a la crisis económica en las difíciles circunstancias del periodo especial, la razón que los llevó, mochila al hombro, a apostar por el progreso de una zona que, por sus bellezas naturales, se declaró como Reserva de la Biosfera desde 1987.
Así comenzaron, en 1991, el Grupo de Desarrollo Integral, que inició los trabajos de estudio y selección de zonas de la región con mejores condiciones paisajísticas y turísticas, a fin de gestionar recursos económicos para el desarrollo de obras de infraestructura, lo cual demandó la creación de una unidad rectora que, ocho años después, se legitima como la Oficina para el Desarrollo Integral de Guanahacabibes (ODIG).
Después de veinte años, exhibe entre sus resultados la eliminación de especies invasoras, siembra de frutales, conservación de los fondos marinos evitando el impacto de los cruceros, protección de la duna y las playas de las plantas silvestres y la reducción de la tala de cujes.
Otras acciones están en el campo científico y de la innovación, en articulación con centros de investigación y universidades dentro y fuera del país, dando cuenta hoy, por ejemplo, del inventario de moluscos, el más extenso de la malacofauna marina cubana en un área protegida, con 755 especies y 46 nuevos registros para Cuba.
Desde el punto de vista reglamentario, la Oficina apoya la aplicación de medidas que regulan o prohíben actividades que atenten contra el ecosistema, como la pesca submarina y la sustracción de maderas preciosas y flora y fauna autóctona. A ello se suma la labor que se realiza, en integración con Educación, para la sensibilización ambiental de niños y jóvenes.
Tantas razones, alimentan el juicio de Lázaro Márquez Llauger, director del Parque Nacional Guanahacabibes, cuando refiere la historia de la región y sus dos momentos trascendentales: “El primero fue la Revolución y los cambios que hizo, al ser probablemente la zona más pobre del país; el segundo es la creación de la ODIG en el año 1999, como mecanismo articulador de esfuerzos, programas y acciones que amplían la riqueza del territorio y su reconocimiento internacional”.
Sobre la base de los Lineamientos, y con la meta concentrada en el desarrollo turístico sustentable, desde el 2014 la Oficina se enfoca en la implementación del plan general de desarrollo integral hasta 2030, con sus correspondientes programas de inversiones, acciones y mantenimientos.
En la actualidad, otros vigentes son el de ordenamiento territorial del polo turístico y el de la Empresa Mixta Golf Marina Punta Colorada, el cual, según José Antonio Aguilera, delegado del Ministerio del Turismo en Pinar del Río, es el proyecto turístico más grande que va a tener Cuba y uno de los mayores de El Caribe.
Al referirse al efecto del trabajo de la Oficina para el sector, apuntó: “Lo que se ha avanzado no es sólo en las condiciones de alojamiento o buceo, sino en las oportunidades de desarrollo como el crucerismo, el senderismo y el turismo de naturaleza, espeleológico e histórico”.
Del ámbito social, sobresalen la recuperación de kilómetros de viales de acceso a La Bajada, la construcción del acueducto del Cabo de San Antonio, el avance en la fibra óptica, la extensión de la línea de 110 000 voltios desde San Julian a Manuel Lazo, los estudios de factibilidad para el abasto de agua en las áreas de desarrollo turístico y los programas de autoabastecimiento agropecuario y ganadero impulsados desde la articulación con la Agricultura y los productores locales.
Para Camacho y Gina, artífices del nacimiento, madurez y proyecciones de este empeño, el apoyo sectorial jugó un papel relevante. “Este pueblo siempre me apoyó y nunca se le pidió nada fácil. Hablar con la gente para hacer sacrificios, soportar la escasez, el hambre y el mosquito eran cosas heroicas”, recordó el Comandante del Ejército Rebelde y también director de la ODIG, al referirse a los inicios del trabajo de la Oficina.
Del occidente cubano quedó prendido este matrimonio, de sus bellezas y de la incondicionalidad de su gente. Sin pausas, continúan el trabajo convencidos de las perspectivas de la Península en los próximos tiempos.
“Aunque Gardel decía que veinte años no era nada, sí lo son. Estoy convencido que los más intensos van a ser los veinte por venir, por el plan gigantesco que tenemos para esa región.
La Llave del Golfo está en Guanahacabibes y quizás en el futuro sea otro Varadero”, enfatizó Camacho, con la energía de quienes conservan intacta la capacidad de luchar.