“Hay Juanita para rato”, nos aseguró en el regreso
No se exprima en vano la mente ni crea usted que haya sido descuido del cronista. Dejemos en claro desde el inicio que el rancio dicharacho de origen hispano habla de “cantarle las cuarenta” a alguien, y no como se dice en el título engatusador que lo ha traído hasta aquí.
Pero, ni por asomo vaya a pensar que a la protagonista de esta historia de vida se le citara a dicho recinto turístico para fustigarla, o, en cubano sato, para sacarle el cuero. Nada más ajeno a la realidad: Juana Miranda Reyes fue vivamente agasajada —como reina africana— en el ese día rimbombante salón de la caverna que identifica a La Siguaraya allende los lindes municipales. ¿Motivo? De no ser sublime verdad, parecería chanza mía escribir que esta mujer, que aún baila como si tuviese 20, haya dedicado 60 años consecutivos a la actividad comercial. De película.
Sucedió una no muy lejana tarde de febrero, al término del primer taller de mujeres directivas que se organiza en el aludido sector, evento al que nos referiremos de una u otra manera en diferente oportunidad. Juanita debió de sentirse allí más feliz que una niña mimada con tantos halagos, aun cuando desde años atrás ha sido ella objeto de múltiples reconocimientos por su proeza laboral.
Al saberse en la mira de este semanario, haciendo acopio de una tranquilidad que para nada la embargaba, accedió a abandonar por unos minutos la parranda del adiós, y a compartir con nuestros lectores pedazos de su vida, como literalmente definiera esos instantes que se le quedaron grabados cual surcos en la memoria. Y entonces nos enteramos de su debut en el ámbito del trabajo cuando apenas había cumplido 14, el cinco de enero de 1962, a solicitud de la recién fundada FMC. Corrían ya tiempos de cambio, y uno de los lastres de la Cuba dejada atrás tenía que ver con las marcadas diferencias de género a la hora de enfrentar el tema del empleo.
Transcurridos solo siete años, a la morena inexperta empezaron a subirle la parada: le encargaron la administración de la bodega del Entronque de Sanguily. Junto con el puesto de jefa, para facilitarle el traslado, le asignaron una bicicleta soviética, lo cual la obligó a vencer el reto; “ese lance que para mí significaba andar trepada y tratando de no caerme sobre dos ruedas”, como nos describe después de una risotada que al parecer ha contagiado a quienes en la distancia nos siguen con la vista.
DE TODO COMO EN BOTICA
A tono con el espíritu romántico de la época, y sin perder por completo el vínculo afectivo con el anterior cargo, se graduó de dulcera fina en un curso intensivo abierto en La Coloma, lo que le permitió hacerse de oficio alternativo. Pero este hobby le duró lo que a un niño el merengue en la puerta del colegio; pronto acabaría la incursión en el atrayente mundo de la repostería.
Un mal día la alergia hizo de las suyas y de buenas a primeras se vio urgida a dar marcha atrás y a centrarse únicamente en la diligencia comercial. Eran los comienzos de los ’70, y, a causa de ciertas irregularidades detectadas en el funcionamiento de la antigua tienda Variedades (ahora Mercado Industrial, administrado por ella), es traída al poblado cabecera del municipio y empadronada en dicha unidad.
La superación ineludible llegaría a la par de la hija. Habría de ser esta la etapa que mayor sacrificio le exigiría. La crianza de la pequeña marchó de la mano de su formación como técnico medio en Comercio, meta para la que debió asistir a la escuela emplazada en la ciudad de Pinar del Río. Al concluir los estudios, dotada de las herramientas necesarias para ejercer el oficio que desde joven abrazó con amor, se reincorporó a sus faenas en ese añejo inmueble de enmohecidas tejas que, a la entrada del pueblo viniendo desde el norte, la ha visto crecer como cuadro y sobre todo como ser humano.
UN DÍA DIFERENTE A LOS DEMÁS
El diálogo acabó en el momento en que alguien dio la orden de subir al ómnibus que llevaría de vuelta a los delegados a sus respectivos municipios. Había sido intensa la jornada de celebración; siempre las féminas directivas en el centro del debate.
Una afable dama le cedió el puesto a Juanita, y yo, mientras avanzábamos a saltos por la carretera que conecta a La Siguaraya con La Palma, me propuse ponerle alma y corazón a su historia; hablarles en síntesis de esas simbólicas 60 razones que, según mi modo de ver, la hacen a ella merecedora del espacio que —me imagino— querría dedicarle nuestro periódico al Día Internacional de la Mujer.