A sus 80 años de edad confiesa que si pudiera elegiría nuevamente estar en activo, en la escena de un crimen o investigando indicios como en los cientos de casos que trabajó desde el Cabo de San Antonio hasta Guanajay.
Roberto Morejón Báez es una institución de la Criminalística en Pinar del Río. Muchos de los casos que ayudó a solucionar se han convertido en guiones para la radio pinareña, y aunque quisiera escribir sus memorias, reconoce que necesita voluntad y tiempo para ello.
Conversamos en un modesto apartamento del reparto Hermanos Cruz, donde comparte la vida con Martha Quintana Valdés hace más de 50 años. Ella no es solo la madre del menor de sus hijos, sino que ha sido su sostén para que pudiera dedicarse a una carrera tan sacrificada.
Dice Martha que “Cariño” (como siempre le ha llamado a su esposo) nunca tiene prisa, que su carácter es siempre afable y calmado para todo. Entonces me reafirma Roberto que un criminalista no se anda con apuros, “no debería”, enfatiza.
LA SUPERACIÓN VINO DESPUÉS
Poco tiempo vivió en el kilómetro ocho de la carretera a San Juan y Martínez, en la zona conocida como Pedregal. Su infancia y adolescencia las pasó en el reparto Cuba Libre, convulso desde aquellos tiempos, incluso para un estudiante.
Tal vez fue por eso que en sexto grado decidió dejar la escuela y ponerse a trabajar en un bar de la zona. Corrían las postrimerías de los ’50 y se gestaban en aquella parte de la ciudad acciones del Directorio Revolucionario. Varios de sus conocidos participaron en el asalto al Palacio Presidencial.
Luego, con 14 o 15 años vivió la vorágine de los últimos años de la tiranía de Batista y en lo que trabaja en la policlínica Los Ángeles (hoy Pedro Borrás) fue testigo de hechos y acciones encabezados por varios de nuestros mártires: El Pandeao, Bola Prieta, Ferrito…
“Fue en aquel laboratorio clínico, mientras laboraba como fregador, donde realmente inició mi preocupación por superarme. De forma autodidacta y con alguna preparación que recibía elevé mis conocimientos y mi nivel. Al triunfo de la Revolución, con la constitución de las clínicas mutualistas integradas, pasé a trabajar al hospital Pepe Portilla”.
Aunque sus subsiguientes puestos de trabajo fueron en otros sectores, intentaba vincular lo que había aprendido en el laboratorio a la tarea que desempeñaba, hasta que acudió a un llamado especial del Ministerio del Interior (Minint).
“Después de eso ‘eché la vida en el Minint’, en diferentes áreas, pero siempre traté de mantener el perfil. Y allí seguí superándome: terminé la Facultad e ingresé en Derecho, en el primer curso de la Universidad de Pinar del Río”.
Pero aquello no le bastó y luego de graduarse se especializó en Criminalística en la Escuela Nacional de la Policía Popular Alemana en la RDA, en un curso de dos años.
“Fue una experiencia importante desde el punto de vista de la preparación, pero a un costo grande, porque tuve que separarme de mi familia, y mi hijo más pequeño tenía como seis o siete años. Aquello fue ‘violento’”.
Martha rememora esa etapa, cuenta que tuvo que lidiar sola con la responsabilidad del hogar, de su trabajo y la familia. Recuerda cómo el pequeño Roberto Isbel, ahora vicerrector primero de la Universidad de Pinar del Río Hermanos Saíz, se desesperaba al ver llegar al cartero con misivas de su padre.
El curso en Alemania y otros estudios de posgrado dotaron a Roberto de las herramientas necesarias para crecer, para dedicarle un espacio luego a la docencia e impartir varias asignaturas en el Centro Provincial de Instrucción y en la Unión de Juristas.
“De todo lo que hice en el Minint, el trabajo de Instrucción Policial en el área de Delitos contra la Vida y la Integridad Corporal fue lo que más me marcó. Pero también hubo una etapa muy importante para mí que fue la captación de estudiantes para la formación del personal profesional que necesitaba el Ministerio.
“Creo que es de las misiones más significativas que cumplí. Me encantaba trabajar con los jóvenes. Me queda como satisfacción que casi todos esos muchachos formaron parte de la dirección de la jefatura del Minint, y están ahí todavía”.
CRIMINALISTA SIEMPRE
Mientras narra anécdotas de su trayectoria hojeamos algunas fotos del álbum familiar, la boda con Martha y su paso por el teatro como artista aficionado.
“Hicieron una captación en las filas del Minint para hacer teatro y aprobé, fíjate que hasta del ‘Bertolt Brecht’ me venían a buscar. En el ‘Zaidén’ actué en varias obras como Brindis para un zonzo y Francisca y la Muerte de Onelio Jorge Cardoso. Fui premio nacional en monólogo, en un festival de aficionados”.
Hurgando en recuerdos, imágenes y reconocimientos volvemos a la Criminalística. Cuenta Martha que por aquellos años el teléfono no paraba de sonar, su esposo estaba siempre de un caso en otro.
“El trabajo en el terreno es lo que más extraño. Pero la historia no sería completa si no cuentas también los reveses”, afirma Roberto cuando repasa las experiencias negativas de hechos que, a pesar de los esfuerzos y los indicios, nunca pudieron demostrarse.
Así se enfrentó a muchos hechos que estremecían a la provincia entera. Casi todos difíciles, tristes. Situaciones que pudieran parecer inimaginables para un ser humano. Casos en que la preparación psicológica era fundamental para enfrentar, con la cabeza fría, una investigación que cumpliera su objetivo, hacer justicia.
“A un criminalista no le debe faltar el deseo y el interés por lo que hace. Hay que dedicarle la vida. Como creo que hice. Fueron muchos casos y es una especialidad realmente traumática, porque generalmente el desenlace era fatal. En esta rama se ven cosas muy duras…”.
¿Cómo aprende uno a lidiar con el trabajo criminalístico?
“Tiene que ver un poco con la conciencia, si no tienes la conciencia tranquila no puedes llegar a feliz término. Partía del principio de que hechos de esa naturaleza no deben quedar impunes. Lo esencial es que la justicia cumpla su papel, sin excederse en lo más mínimo. Estoy tranquilo porque creo haber trabajado con toda honestidad”.
¿Cómo llegaba a la casa después de tanta carga negativa?
“Aunque era poco el tiempo que estaba en la casa, dejaba el trabajo en la unidad, nunca trasladé esas preocupaciones, aunque estuviera perturbado”.
¿Qué es lo principal en una escena?
“El lugar del hecho es muy complejo, ahí se decide en buena medida el esclarecimiento del suceso. Es determinante. Lo que no logres establecer, lo que no saques del lugar del hecho es muy difícil que te dé un resultado, aunque haya otras vías que puedan contribuir.
“El principio esencial es que hasta que no consigas establecer una respuesta que se corresponda con el acontecimiento, hasta que no haya una explicación, la recomendación es que no te vayas del lugar del hecho, y si estás obligado a irte, debes regresar cuantas veces sea necesario.
“El escenario es el que te dice, y eso requiere de mucho desgaste físico y mental para, en una abstracción, poder mover las cosas en la mente y pasar en retrospectiva imágenes del evento. Si lo logras reproducir estás en un 90 o 95 por ciento cerca de la realidad”.
Reservamos los minutos finales de la entrevista para hablar de la familia. Pone los ojos en Martha y asegura que sin ella no hubiera podido alcanzar nada. Con orgullo habla de sus tres hijos, pero resalta en sus ojos el amor que siente por sus dos nietos. “Ellos son todo para mí”.
A los 80 años de edad recuerda con exactitud los nombres de la mayoría de las víctimas y victimarios de los casos que trabajó durante su carrera. Con detalle puede revivir las jornadas de investigación y desvelo como si el tiempo no hubiera pasado.
Roberto Morejón Báez es una institución de la Criminalística en Pinar del Río, pero a él le basta con decir que, en el lugar del hecho, “se defendía”.