Escuchar a José Manuel Cortina Martínez hablar de pelota es recibir una conferencia magistral sobre el deporte nacional, ese que ahora mismo presenta más baches en su calidad que las calles y carreteras de casi todo el país.
A él no hay que preguntarle mucho porque solo con darle el pie forzado es suficiente para que exprese sus consideraciones acerca de lo que debe hacerse y del motivo para hacerlo.
“Yo pondría a batear a los pitchers”, es de las ideas que nos planteó días atrás cuando conversamos con él en su hogar en la capital pinareña.
El argumento para ello está en la necesidad de que el monticulista piense como bateador para poder actuar con más efectividad frente a cada contrario, algo que no lo descubrió él, según afirmó, sino que está en el ABC del béisbol.
Recordó que hubo lanzadores que bateaban muy bien y mencionó al matancero Gaspar “Curro” Pérez que era un cuarto bate, además de otros como Roberto Valdés, Manuel Hurtado o José Ariel Contreras que comenzaron en otras posiciones en las que bateaban y lo hacían bien.
Argumentó que es un error especializar a los niños y adolescentes desde que comienzan a jugar como lanzadores porque, por un lado, no aprenden a jugar pelota, no adquieren el pensamiento que se necesita para enfrentar y salir adelante en este deporte; en segundo lugar, comparó al serpentinero con un bombillo que tiene una vida limitada y si a un muchacho se le trata de dedicar anticipadamente solo a lanzar se le estará haciendo daño porque en edades tempranas el cuerpo no está preparado para ese esfuerzo.
“Lo correcto es que juegue varias posiciones y un día lance unas entradas. Esto es algo que se hace en otros lugares y aquí no. Tengo el ejemplo de dos hijos de cubanoamericanos que he entrenado aquí y la primera pregunta que les he hecho es si ellos allá son solo lanzadores y uno me dijo que era center field y pitcher y el otro primera base y pitcher”, dijo.
Ejemplificó con una situación que se repite día a día en la pelota cubana en general y que lleva en muchas ocasiones a perder un juego o a echar por tierra el trabajo de un conjunto: “No saben lanzar una recta alta entre el medio y la parte de adentro del bateador para poncharlo: todos tiran curva. Si buscas las estadísticas encuentras que la mayoría de las veces en dos strikes sin bola le dan jit o los llevan a tres y dos y terminan dando la base. Eso es producto de que los pitcher no saben batear”.
Por otra parte, insistió en que no solo pueden tenerse en cuenta las características físicas de un atleta para que sea pitcher sino que hay que verlo como lo que es: un todo en el que funciona también la cuestión emocional, lo que lleva una preparación psicológica, además de que la dirección de un equipo tiene que saber cuándo pone a alguien en determinado momento.
“Hay que ponerlos a lanzar en las prácticas para que se acostumbren en lo más posible a lo que encontrarán en un juego”.
Insistió en que es importante saber cuándo utilizar a los jóvenes, porque “hoy día hay juegos perdidos y ese es el momento para probar a esos nuevos y ello no se hace en todo el país”.
Aseveró también que “la mentalidad del pitcher joven es engañar al bateador y los engañados son ellos, porque son bateados con facilidad. Hay muchos detalles que tienen que enseñarse desde los escolares, desde la niñez y no se hace”.
Una de las controversias entre los entendidos en el béisbol, y también entre los aficionados, está dada por el apoyo de algunos a la decisión de sacar del box tempranamente al lanzador, mientras que otros son del criterio de que en ocasiones se les deja mucho tiempo, cuando ya no pueden ni levantar el brazo. Al respecto Cortina expresó: “Es mejor quitarlos demasiado temprano que demasiado tarde.
“En realidad, le veo más problema a las constantes visitas al box que a quitarlo rápido. A veces se le visita por gusto después de una acción positiva de él y eso puede sacarlo de la necesaria sistematización que lleva lanzar, porque el pitcher tiene que llevar su tiempo y su ritmo entre lanzamiento y lanzamiento y en ocasiones se le saca de tiempo y ritmo cuando se le visita sin necesidad y a continuación viene el batazo. El pitcher para estabilizar el control debe automatizar un tiempo entre cada lanzamiento y si eso se rompe contribuye al descontrol”.
Otra de las cuestiones que considera que influye en el pobre desempeño de muchos lanzadores está en la no atención a lo que está sucediendo en el juego, algo muy común hoy en día.
“Si pudiera, yo prohibiría los celulares en los bancos y los bullpen. Esto que sucede es parte del bajón en el nivel que tienen algunos de los entrenadores de bu- llpen, porque ellos tienen que estar para hablar constantemente sobre los bateadores contrarios y no lo hacen y permiten que se desentiendan del juego”, expresó.
Este hombre con el que Guerrillero conversó es el que descubrió en Panamá a Mariano Rivera, el mejor cerrador que ha tenido Grandes Ligas, y ha recuperado los brazos de más de una veintena de lanzadores cubanos. Nunca ha hecho ostentación de ello, ni de sus amplios conocimientos, pero sí es de los que dice las verdades a los que hay que decírselas y por ello ha sido marginado a tal punto que nunca ha integrado oficialmente el cuerpo de preparadores de un equipo Cuba.
“Estuve en la estrategia del béisbol. A mí me suben al bote cuando hago falta y me tiran al agua cuando está la calma, pero siempre estoy nadando al lado del bote. Mañana me llaman y vuelvo porque primero, no soy rencoroso; y segundo, porque para mí el béisbol es lo primero.
“Dije que el sistema de enseñanza de la pelota en las escuelas de iniciación deportiva está equivocado porque se basa en resultados y entonces no hay desarrollo. Cuando se tiene la mentalidad de ganar y no de desarrollar no se avanza”, sentenció.
A su criterio, a la pelota cubana para que vuelva a planos estelares le hace falta un campeonato élite, con el nombre que le pongan y en el que se concentren los mejores jugadores. “Entonces habrá en cada juego lanzadores de 90 millas y se podrá trabajar mejor con ellos”.