El último culebrón de la farándula: Shakira-Bizarrap-Piqué es lo que mueve las redes sociales y medios informativos en los días recientes. BZRP Music Session #53 subió como la espuma en menos de lo que canta un gallo y, así mismo, como era de esperar, las facturas de la protagonista.
Lo que según alegó la propia cantautora ha sido una catarsis y un desahogo ante la infidelidad del destacado ex futbolista español, no es solamente un super hit en las plataformas musicales, sino que deviene símbolo de un feminismo aprehendido que enarbolan, más que todo, las nuevas generaciones.
De acuerdo con un estudio de la consultora digital Findasense, a solo 32 horas del lanzamiento de lo que sería el tercer hit de una trilogía de desamor, Shakira habría ganado unos 28 millones de euros, solo en plataformas digitales como Spotify y Youtube. Y sí, efectivamente “las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”.
El despecho, la traición, las decepciones o la ira han sido motivos para la creación musical de todos los tiempos. Muy bien por Shakira y su demostración liberadora de que no necesita de un hombre para “facturar” o para triunfar en la vida, pero ¿alguien ha pensado en Milan y Sasha, hijos también de Piqué?
Primero, ¿qué posibilidades existen de que ellos no escuchen el popular tema cuando, el mayor de ellos fue quien instó a mamá a hacer el featuring? Segundo, ¿por qué destruir la imagen que tienen los niños de quién, según ella misma, ha sido un buen padre?
El punto de quien suscribe ni siquiera se resume en juzgar a Shakira, mucho menos en defender a Piqué, pero sí usarlos como un ejemplo para llamar a la reflexión cuando de la familia se trata, especialmente si sufren las consecuencias de nuestros actos.
Que una mujer pueda alcanzar el éxito, sentirse libre y fuerte va más allá de gritarlo a los cuatro vientos pisoteando, a veces, de manera inconsciente, los sentimientos de quienes más amamos, moldeando comportamientos y actitudes.
En buen cubano, los hijos no tienen porqué verse involucrados en los problemas de los padres, ya bastante sufren cuando son víctimas de una separación, para que encima, de un lado o de otro, se destruya el modelo de quienes los trajeron al mundo.
La lucha contra el machismo y el patriarcado en Cuba tiene aún un largo camino por recorrer a pesar de que grupos y movimientos feministas aboguen cada día por más derechos, más espacios, más igualdad.
El Programa para el Adelanto a la Mujer que impulsa el Estado cubano, amén de sus logros, requiere de un trabajo más concatenado y con una intención que realmente toque las fibras de todos, que no sea porque sí, y sí porque es necesario.
El valor y el respeto hacia una mujer se construyen primero desde sí y no a costa de otros. No va en la necesidad de demostrar constantemente de lo que seas capaz, aunque la sociedad te lleve a ello.
De machismos extremos estamos saturados, de feminismos igualmente, y tan malo es no llegar como pasarse. Medir las consecuencias de nuestros actos, sobre todo sin que “sal-pique” a quienes más nos importan, también es reflejo de la valía y la dignidad de una mujer.
Que las muestras liberadoras de empoderamiento de las féminas no se conviertan en boomerang y lastimen a quienes más queremos es un riesgo que a veces no percibimos. Apostemos entonces para que el precio de lo que hagamos no nos pase factura.