Fue también un viernes, como hoy, cuando Cuba entera quedó consternada al recibir la noticia, suele suceder así cuando, lo que se nos dice, duele, cala profundo en las emociones y arranca sentimientos hasta del más insensible de los humanos.
Pasadas las 22 horas fue un noviembre que se tornó frío desde entonces y desde hace seis años, al aproximarse la última semana del onceno mes, vuelve a sentir cada cubano una frialdad inusual, semejante a cuando nos falta un abrazo que nos dé protección ante las bajas temperaturas que caracterizan a la época.
Y sí, realmente no tenemos a esos brazos que nos dieron la certeza de un futuro mejor porque con 90 años, el protector de todos, decidió cabalgar allá, donde los hombres que hicieron historia en la tierra no mueren, sino permanecen al frente de cada batalla con su legado y su impronta.
Un agosto de 1926 lo vieron nacer y dio de qué hablar hasta su último aliento, unos lo odiaron a muerte, otros, ni con su muerte dejaron de seguirle, en este último entra un país entero y creería que más, porque no solo fueron los de su generación los que vivieron de cerca las transformaciones a su cargo, sino también los que nacimos después, los que disfrutamos de las grandes obras que para nosotros construyó.
Fidel nunca quiso irse, pero pareciera que eligió hasta el día para hacerlo, se cumpliría ese 2016, 60 años de que él, junto a 81 hombres salieron del puerto mexicano de Tuxpán hacia Cuba en el yate Granma, con el objetivo de derrocar al gobierno de Fulgencio Batista.
Hoy somos los nacidos en esta tierra los que cabalgamos solos, pero guiados por un corcel que muchos nominaron como el político más astuto del siglo XX. Hoy Cuba conmemora los seis años de la cremación, nueve días de luto y una caravana simbólica que enarbolaron hasta lo más alto, al líder de todos los tiempos, ese que nunca dejará de ser nuestro Comandante en Jefe.