Cualquiera diría que a tus años ya lo habías visto y sentido todo, pero justamente 17 días después de tu cumpleaños 155, sufriste bajo los embates de una furia cuya intensidad, según refieren los entendidos, nunca antes te azotó.
En la medida que Ian se alejaba fueron apareciendo las nuevas heridas, y se sumaron a esas tantas otras que no has logrado cicatrizar, o cuyos queloides son un recordatorio permanente de que el amor de tus hijos no basta para protegerte.
Nadie intentará negar que el último trienio te ha sido adverso: enfermedad, pandemia, muerte; ordenamiento, inflación, inopia; separación, emigración, dolor; penumbras, silencios, tristeza… ¿quién va a culparte por la desesperanza, el desasosiego y la incertidumbre?
Pero estás de cumpleaños y mereces, al menos, el esbozo de una sonrisa. No recorrerán tus calles un hálito renovador, y lo entiendes, porque con tantos de tus habitantes ansiosos por un techo o solucionar otras penurias, sabes que no hay tiempo para maquillaje; es más, no lo quieres, porque el mejor pastel para tu festejo es uno que lleve en la cubierta grajeas de caras felices.
Así que asumes la austeridad de la celebración, sin molestia alguna; no hay en ello ofensa, porque las urgencias cotidianas son prioridad, y como cualquier madre renuncias a lo que haga falta en aras de cobijar a tu prole; esa que has visto menguar, envejecer, endurecerse ante tanta adversidad. Y aunque a veces los ojos pierdan el brillo y a los labios los custodien rictus que confirman la tristeza, cuando cada amanecer te inundan con sus pasos vuelves a acunarlos con la fuerza y ternura de quien, aun sin asideros, se aferra a ese promisorio mañana, que puede ser sueño o futuro, pero indudablemente, es pujanza en el presente.
Los años, las carencias, la naturaleza te han hecho mella; sin embargo, no colocan tanta sombra en ti como lo hacen esos vástagos que te enlodan con su vileza, disfrazada de desidia, ignorancia, arribismo; a los que se les enquistó el alma despojándolos de humanismo y solidaridad.
Eres flexible, y por eso encuentras maneras para acomodarte a las circunstancias. Hasta hace poco pensamos que era posible rejuvenecerte de forma íntegra, plena, esplendorosa; esos fragmentos de modernidad los has hecho tuyos y ya es imposible imaginarte sin ellos, tendremos que esperar por tiempos mejores para incorporar otros y seguir restañando el deterioro, sin renunciar a conservar esas reliquias que te hacen única, exclusiva.
También tenemos que buscar maneras de expresarte mejor el amor, porque mantenerte limpia es algo que podemos hacer y no siempre logramos; ni tampoco aprovechamos a plenitud todos los espacios que nos ofreces para engrandecerte con el virtuosismo y la sapiencia de tus descendencias, esas son deudas pendientes.
Como lo es despojarnos de la pereza que a veces nos retiene en la quietud y nos aparta de la deseada bonanza; seguir sin descanso bregando por materializar esas promesas incumplidas: teatro Saidén, Sala del Deporte, hotel Comercio…
¡Te debemos tanto! Y a 156 años de la tenencia del título de Ciudad, nos gustaría verte más hermosa, porque lo eres a pesar de esas marcas indelebles del tiempo, pero especialmente, más honrada con palabra y acción; no, no se trata de obras arquitectónicas, es poblarte de civismo y decencia, que tenerte por cuna baste para que todos nos sintamos hermanos, que dejemos de fraccionarte en busca de glorias individuales y te ofrendemos la colectiva.
Llegas a un nuevo aniversario y todavía rezumas humedad de las últimas lluvias, que sea esa agua propicia para fertilizar anhelos y fecundar estas tierras sobre las que te yergues, rodeada de vegas de tabaco, sostenida por los ensueños del porvenir, hacia el que vamos, en el que nos vemos.