Uno cierra los ojos y parece que fue ayer. La madrugada del 27 de septiembre pasado será difícil de borrar, no solo para los pinareños sino para Cuba entera, que vigilaba recelosa a su occidente.
Con vientos máximos sostenidos de 205 kilómetros por hora, Ian era un huracán de gran intensidad categoría tres en la escala Saffir-Simpson, a cuatro kilómetros por hora de alcanzar la categoría cuatro.
Toda su furia la descargó en la tierra vueltabajera. Sobre las 4:40 a.m., Ian entró por un punto entre La Coloma y La Salina, redujo su velocidad de traslación y no abandonó el territorio nacional hasta pasadas las nueve de la mañana, muy cerca de Puerto Esperanza.
Horas tormentosas. No hay otra manera de describirlo. El amanecer no parecía llegar, mas tras el ojo, justo con las primeras luces del día, la agonía, el viento, fue mayor.
Un panorama desolador en casi toda la provincia, sobre todo en los municipios de Pinar del Río, San Juan y Martínez, San Luis y Consolación del Sur. Justamente los que integran el macizo tabacalero.
Un total de 102 288 viviendas sufrieron perjuicios, de las cuales 12 805 fueron derrumbes totales, y aunque de la cifra total 46 110 ya tuvieron una solución, solo 427 se corresponden con aquellas que quedaron completamente en el piso.
El proceso de recuperación de la provincia en la vivienda marcha, según datos ofrecidos por Yamilé Ramos Cordero, primera secretaria del Partido, a un 45 por ciento.
Para quien vive en una facilidad temporal desde entonces, o hace mucho más tiempo atrás, porque son parte de las otras 6 000 viviendas que quedaban pendientes de los ciclones de la primera década del 2000, estas cifras no son halagüeñas.
Tampoco entenderá esa persona de planes, de asignación de recursos, de listas o de balance nacional. Llega el momento en el que no se entiende otra cosa que “mi problema no se ha resuelto, por el motivo que sea, por la razón que sea, mi casa no está hecha”.
Y es doloroso, porque en esas condiciones han llegado a sus 15 años varias jovencitas y a otros se les ha acabado la vida sin ver su techo nuevo.
Ninguna provincia ha tenido su fondo habitacional tan dañado como esta. Los eventos hidrometeorológicos ocurridos entre los años 2000 y 2008 dejaron un saldo de más de 160 000 daños, y al paso de “Ian” una parte importante estaban resueltos.
“Ian” simplemente vino “para ponerle la tapa al pomo”. El proceso de levantamiento y cuantificación de los daños fue extenso, agotador. En algunos lugares se hizo mejor, en otros no tanto.
Alertaba la Primera Secretaria del Partido que, por las propias condiciones del país, en el primer cuatrimestre del año apenas se recibieron recursos en Pinar del Río, y la producción local de materiales de la construcción también ha tenido serias dificultades.
En estos momentos, a unos días del año del paso de “Ian”, se dispone de una cantidad superior de elementos de techo y otros recursos, aseguró, y se han buscado estrategias para que la distribución sea más rápida, más justa, lo que depende en gran medida, no de un jefe sino del barrio, del delegado, del Consejo Popular, de los propios vecinos.
Pero todos los esfuerzos no van dirigidos a la vivienda. Los niños necesitaban sus escuelas, los campesinos sus casas de tabaco, los comercios… y así, un sinfín de instalaciones que garantizan el funcionamiento de la sociedad.
De las 477 escuelas dañadas, 355 ya fueron recuperadas; 171 de las 319 pertenecientes a Salud; 520 de las de Comercio; 97 de Cultura; 28 del Inder. Un total de 3 816 casas de cura natural se han construido, porque tampoco la economía se puede detener.
En este análisis breve de lo que se ha hecho tras “Ian” hay que resaltar las viviendas de sus trabajadores que los organismos han asumido, las de los tabacaleros que el grupo Tabacuba apoyará con recursos y financiamiento y las de comunidades como El Sitio, levantadas casi desde cero con el sistema de la Agricultura.
Otros no han corrido igual suerte y permanecen a la espera de una solución completa o simplemente de la llegada de determinados materiales que les falta para completar la reparación de su hogar.
La recuperación en Pinar debe ser integral, porque solo así verán sus ciudadanos atisbos de esperanza. Este pueblo del occidente sabe de ciclones, de levantarse, de mirar las estrellas, de tener fe, confianza, de trabajar cuando más complejas están las cosas, y a un año de “Ian” vuelve la mirada expectante, ansiosa, resiliente.