Yaimara Jiménez Gómez nació en Guane, el pueblo de la mambisa Isabel Rubio, enfermera y capitana del Ejército Libertador en la Guerra Necesaria, mujer de estirpe de patriotas, y cuyo ejemplo sirvió de lumbrera para que en la actualidad muchas féminas, oriundas del lugar, luchen por sus anhelos y cumplan sueños que las lleven a su crecimiento y realización personal.
Yaimara es una de estas guerreras. Hoy la vida la ha llevado a un escenario diferente, se encuentra en la Mancomunidad de las Bahamas, como parte de una colaboración educativa que por más de 20 años ha existido entre los ministerios de Educación de ambos países.
“Esta experiencia ha sido otro de mis grandes retos profesionales. No solo por estar lejos de la familia duele el alma, tu mente no descansa nunca, tus preocupaciones crecen con cada noticia que no esperas recibir, y sientes la impotencia de que no estás para resolverlo como es costumbre. También es un país de habla inglesa, además, con un dialecto muy común entre sus habitantes.
“Para mí ha sido un desafío, desde el proceso de preparación para el idioma hasta la metodología de trabajo que se desarrolla aquí, todo es diferente. Ese año, la provincia ingresó a ocho colaboradores a la Mancomunidad de las Bahamas”.
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La licenciada en Educación Especial destacó la calidad de la estrategia de preparación por parte de la Dirección General de Educación en la provincia y el municipio.
“En Bahamas me desempeño como maestra de niños con autismo, del grado prescolar, en la escuela Primaria Gavin Tynes. Una nueva oportunidad como profesional que me ha obligado a autoprepararme cada día, no solo en el idioma sino en las características psicopedagógicas del autismo, y debo confesar que ha sido bello y he aprendido mucho de esos niños.
“He dado lo mejor de mí y me reconforta sentir el cariño con que me tratan como maestra, sin tener en cuenta la diferencia del color de la piel o las características del idioma y la cultura, solo con amor, algo que me llena al estar lejos de mis sobrinos Diego Moisés y Nathaly, que son el otro sentimiento más puro que conozco.
“En este país, la cultura es muy diferente, no se siente el mismo calor de cuando estás en Cuba, aunque aquí las personas se muestran con mucha educación, y entre ellos una consideración elevada, además, hablan con mucho cariño sobre nuestro país, cultura y tradiciones, y tienen anhelos de visitarlo.
LOS CAMINOS DE LA VIDA
La máster en Ciencias de la Educación y mención en Educación Especial, en el año 2011, confesó amar su profesión, y aunque un día se inclinó por el arte y optó por el ISA, en la actualidad siente orgullo y mucho apego por la labor que realiza.
“No fui seleccionada para ingresar en el ISA, así que decidí enfocarme en mi nueva etapa universitaria, que fue muy distinta, pues comenzaba la municipalización. Así que sería un año intensivo en el Instituto Superior Pedagógico de Pinar del Río y después para las escuelas en los territorios de cada uno.
“Mi primer año fue maravilloso. Por fin mi vida cogía un rumbo, y eso comenzaba a ser importante para mí, porque siempre dije que quería ser buena en lo que haría, y había llegado el momento de darlo todo, el ciento por ciento de mí. Espero haberlo logrado.
“Mis profesores de la Universidad eran maravillosos, recuerdo mucho a María Cristina Salabarría, la guía de mi grupo, de ella aprendí a quién me quería parecer en mi desempeño profesional.
“Fue muy difícil enfrentarme, en la escuela especial Carlos Fonseca Amador, de Guane, a un grupo de estudiantes con discapacidad intelectual leve, además, casi tenían mi edad, créanme, fue mi mayor desafío en esa época, lo que me hizo crecerme y hacerme responsable a una edad muy temprana.
“Conjuntamente, tenía que continuar mi preparación para poder vencer todas las asignaturas de la carrera, y traté de cumplir lo mejor posible”.
Nos contó con el mayor orgullo cómo luego de sentirse frustrada en los primeros tiempos, debido a que la discapacidad intelectual afecta los procesos lógicos y básicos del pensamiento, y sus alumnos no lograban recordar lo que con tanto entusiasmo ella trataba de enseñarles, vio recompensado todo su esfuerzo y dedicación.
“Pero al ver su desarrollo desde el tercer hasta el séptimo grado, me di cuenta cómo avanzaron. Comencé con ellos cuando apenas estaban por la letra R del alfabeto y el número cinco, y ya después sabían leer muy bien y escribían párrafos de muy buena calidad y ajustados al tema, establecían conversaciones lógicas, y en las Matemáticas también progresaron.
“Después me los encontraba en la calle, ya adultos, y me sentía orgullosa al ver cuánto habían crecido y desarrollado, y que mi mano como maestra estaba allí, por eso todavía hoy recuerdo mis primeros estudiantes”.
La vida laboral de esta muchacha, de 40 años, igualmente se desarrolló en centros como la escuela Antón Makarenko; el museo de historia natural Tranquilino Sandalio de Noda y la Universidad Pedagógica, donde trabajó por cerca de 10 años y obtuvo la categoría de Profesora Asistente, y el centro mixto Policarpo Fajardo, en Guane. Profesora, psicopedagoga, directora de escuela son algunas de las funciones que ha realizado y desde las que ha aportado a la Educación en Pinar del Río.
ORGULLO DE SER MAESTRA
Siempre le gustó el arte. Desde pequeña se destacó en las actividades culturales en sus centros estudiantiles; sin embargo, la sorpresa que le dio la vida es que se convirtió en una gran maestra, de esas que sienten de verdad a sus alumnos, que disfrutan con enseñar y buscan siempre la forma más amena para llevar los contenidos.
Se dice de ella misma que le gusta tener el control, lo que nos da la idea de cuánto se ha superado para salir airosa en cada una de sus etapas estudiantiles y laborales.
Incluso, nos habló de la etapa de la epidemia de la Covid, cuando era directora de la escuela especial Carlos Fonseca Amador.
Muchos de los que todavía trabajaban allí fueron mis compañeros de labor cuando aún era una jovencita. Dirigirlos era un poco complejo, pero fue algo que hice con mucho amor. En esa etapa enfrenté tareas muy disímiles como dirigir un hospital de campaña; organizar turnos rotativos entre los trabajadores, quienes tenían familias y debían cumplir con su labor, con la posibilidad de enfermarse.
“En fin, puedo decir que amo mi profesión, y que nunca equivoqué mi camino al elegirla o ejercerla, porque siento que nací para enseñar y educar, tanto como me sea posible. Amo transferir mis conocimientos y valores a las nuevas generaciones de cualquier edad, enseñanza o país, y añoro estar de vuelta en mi Patria”