Cena de aniversario. Él, tan galante como muchos, muchos años atrás, abrió la puerta a su esposa, y presto, timón en mano, salió rumbo a un restaurante privado en la capital provincial. En el asiento de atrás, y reclinados cómodamente junto a ellos, también viajaba una joven pareja para la misma celebración. Era una noche de aniversario, pero también de amistad. Una noche que prometía risas, buenas anécdotas y, sobre todo, la renovación de los votos maritales.
“No vayas tan rápido viejo”, advirtió ella, pues ya caía la noche. Él, chofer con más de 20 años de experiencia al volante, la miró con ternura y acarició su mano suavemente por un instante. Era su forma de decirle que todo estaba bien. El camino se hacía entre chistes y los posibles menús. De pronto, en un pestañear… “¡Cuidado!”, advirtió el joven del asiento trasero. El chirrido de las gomas sobre el asfalto fue intenso. Maniobras evasivas, y ambas manos férreas al timón tras un frenado de emergencia, los situaron al borde de la cuneta.
Lo que prometía ser una noche placentera, casi terminó siendo una experiencia fatal… y todo por culpa de una vaca, que a esas horas se había decidido por un autopastoreo nocturno al cruzar la Autopista Nacional.
El asunto del ganado suelto en las vías a todas horas, sin control ni preocupación por parte de sus propietarios, continúa siendo un problema grave que debe ser atendido con prontitud y severidad. Quizás algunos, al leer estas líneas, pudieran intentar argumentar la falta de recursos como cercas o alambrados para el control del mismo. Y aunque la carencia fuera cierta, tampoco sería justificación suficiente para tener ganado desperdigado y vagando a toda hora. En todo caso, el verdadero peligro estaría en el descontrol y despreocupación del mismo campesino.
En un país, y un territorio con altos índices de hurto y sacrificio… contra…, lo mínimo a pedir sería algo de vigilancia y observancia.
Coincido ahora con nuestro director, cuando comentó, en días recientes, de forma online, sobre una res pastando en los bajos de un edificio multifamiliar en plena ciudad: “Y todavía me hablan de hurto y sacrificio”.
Para la indisciplina existente en este aspecto, bastante bien estamos, pensé al ver la publicación y su comentario.
A mi entender, este tema debe zanjarse definitivamente con un trabajo mancomunado y multifactorial. Es necesario, y casi de forma inmediata, tomar acciones certeras que frenen este mal. Comenzar con recorridos nocturnos a altas horas de la noche y bien entrada la madrugada
sería un muy buen primer paso a dar; pero ello, sin que nos venza el desgano, la falta de combustibles y mucho menos el “aviso oportuno” a terceros cuando se planean acciones de visitas o revisiones. Entiéndase esto por experiencia en todos los sectores.
Los recorridos deben ser aleatorios, sorpresivos en verdad. Esto, con el fin, más allá de multar y sancionar a los infractores, de proceder al decomiso de los animales. Quizás, a modo de ver del escriba, siendo un poco más severos y ejemplarizantes, las cosas tomarían su rumbo.
De igual forma, también es importante actuar contra aquellos que, en la noche, sin luces o medios para una buena iluminación y visibilidad, y a toda carrera en sus “quitrines” o “arañas”, circulan por placer y a voluntad en arterias secundarias. Eso, para no hablar de los índices de alcoholemia de algunos “volanteros”. Pero, más allá de sanciones, posibles delitos y otros pormenores, resulta obvio que el mayor deber reside en cada uno de los dueños y propietarios de ganados mayor y menor. Lograr que la obligación de velar por cercas, potreros, cuartones, aseguramientos de sogas y otros medios de amarre necesarios para que los animales prevalezcan en sus sitios, se convierta en ley.
Lo anterior no admite discusión ni justificación alguna, pues en ello va lo más preciado de esta tierra, que sin duda, es la preservación de las vidas humanas.