El continente africano sobrepasó este miércoles las 10.000 muertes y los 400.000 contagios de coronavirus, el 65 % de estos últimos concentrados en cuatro países: Sudáfrica (151.209), Egipto (68.311), Nigeria (25.133) y Ghana (17.741).
Asimismo, Egipto y Sudáfrica son los países que registran más fallecidos, con 2.953 y 2.657 respectivamente, según las últimas cifras oficiales a 30 de junio, seguidos por la nación argelina con 912 muertos, Nigeria con 573 y Sudán con 572.
En las últimas semanas, el ritmo de infecciones se ha acelerado en el continente, transcurrieron 98 días para alcanzar los 100.000 casos desde que se detectara el primer contagio el 14 de febrero en Egipto, en comparación con los 9 días que han bastado para pasar de los 300.000 a los 400.000 casos en junio.
Una imagen que, según diversas voces, podría incluso estar alejada de la extensión real de esta pandemia, dado el gran número de portadores asintomáticos y la incapacidad de muchos gobiernos, como Somalia, Sudán del Sur o Tanzania, para realizar test masivos entre su población.
Este avance significativo se produce al tiempo que muchos países africanos -que impusieron durante varios meses estrictas medidas de restricción de movimiento, confinamiento y toques de queda- poco a poco reabren sus economías en un intento de mitigar sus devastadores efectos.
Unas restricciones, además, difíciles de prolongar en África Subsahariana, donde más del 66 % de la fuerza laboral pertenece al sector informal, según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), lo que obliga a gran parte de la población a salir a diario a la calle para poder alimentarse ese día.
«La acción rápida y temprana por parte de los países africanos ha ayudado a mantener bajos los números, pero se necesita una vigilancia constante para evitar que la COVID-19 colapse los centros de salud», advirtió a finales de junio la directora regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para África, Matshidiso Moeti.