Para Orlando Barrera Mireles, lienzo y piel representan un mismo desafío profesional. Él no establece distinción entre sus creaciones como artista visual y las que asume como tatuador, a pesar de que el carácter artístico de este último rol aún sea motivo de debate en el mundo intelectual.
Graduado de la universidad cubana de las artes en el perfil de Conservación y Restauración, este muchacho inquieto destaca lo mismo en salones competitivos u otros espacios de exposición tradicionales, que como líder del estudio de arte corporal Aguantaguja, cada vez con mayor visibilidad en la provincia.
Actualmente, casi una decena de jóvenes forma parte del proyecto. Algunos han llegado en calidad de aprendices. Para todos, la reivindicación del tatuaje como forma de arte constituye una premisa.
DE LA ARTESANÍA AL ARTE
Según cuenta Barrera Mireles, la idea de conformar Aguantaguja le llegó en un momento de búsqueda de nuevos retos profesionales. “Ya llevaba unos cinco años tatuando y necesitaba un plus. Entonces pensé en crear un espacio donde se reunieran varios artistas y en el que la colaboración y la retroalimentación fueran las bases para crecer todos juntos”, explica.
Justamente, a su juicio, conseguir nuclearse como gremio es uno de los retos más imperiosos para los tatuadores cubanos. Tan solo en la provincia de Pinar del Río calcula que existen más de 100, ávidos de espacios de formación e intercambio. Téngase en cuenta que hasta la fecha no existen en el país cursos institucionales que avalen la práctica del tatuador, aunque cada vez sea mayor el número de personas, de diferentes edades, que deciden marcar su piel.
Solo la Asociación Hermanos Saíz ha servido de plataforma para visibilizar el trabajo de los tatuadores y, por tanto, reconocerlo como forma de expresión artística. Exposiciones y eventos como el Ink Factory, que hace pocas semanas tuvo una nueva edición en Vueltabajo, han colaborado con ese propósito desde el seno de la organización.
Pero, ¿acaso todos los tatuajes son una forma de arte? ¿Todo el que decide tatuarse lo hace buscando una obra artística?
“El tatuaje en Cuba ha tenido una transformación simbólica. Ha pasado de ser asociado a lo punitivo a convertirse en una manera de contar historias, de hablar de ti. Creo que, precisamente, la formación de estudios y eventos como el Ink Factory han permitido que los tatuadores concienticen en el tatuaje como expresión artística, y al ellos tener esa actitud, ya los clientes también han cambiado la manera de enfrentarse a un estudio de tatuaje, van con más libertad y dejan que el proceso creativo fluya”, considera el joven artista.
En Aguantaguja, por ejemplo, el cliente llega con una idea o boceto de la imagen que desea llevar en su piel. Sobre ese punto de partida, el artista realiza correcciones o sugerencias, para, entre ambos, llegar a un diseño auténtico y de valor estético.
“Lo principal es que el artista y su cliente logren el consenso, el equilibrio entre la idea que trae uno y el sello del otro. Que el cliente se abra a esas nuevas propuestas. En ese momento el tatuaje deja de ser artesanía para convertirse en arte”, destaca Orlandito, como le llaman cariñosamente.
LOS COLORES DE AGUANTAGUJA
Aguantaguja es un espacio lleno de color, no solo por la llamativa decoración de su sede propia en la calle Sol número 74, de la ciudad pinareña. Las historias de sus integrantes también añaden matices al lugar.
Mientras trabaja en una propuesta de diseño, Camilo José Collera Acosta cuenta que es graduado de la Escuela de Instructores de Arte, y que desde hace mucho tiempo quería incursionar en el tatuaje.
“Pero no contaba con las herramientas ni condiciones adecuadas -refiere-. Con el apoyo de Orlandito es que retomo la intención de adentrarme en este mundo y, la verdad, he encontrado aquí una familia. Eso ha simplificado mucho el proceso de aprendizaje”.
Explica que el diseño en que trabaja es para una señora que quiere llevar tatuado el nombre de sus nietas. Aunque pudiera parecer una petición sencilla, Camilo se esmera en estudiar cada rasgo.
“Ya ves que el tatuaje no es solo cosa de los jóvenes. Aquí se le hacen recomendaciones al cliente y, al final, se va satisfecho por llevar una obra casi siempre original”.
Mientras, Yakima Fernández Cabeza espera por su turno. Lleva varios tatuajes, pero ha decidido portar uno más.
“Tatuarse es representar en tu cuerpo cosas que te gustan, que te identifiquen, que hablen de ti. Me gusta cómo se ven y me hacen sentir bien”, comenta.
Dice que ha elegido Aguantaguja por la calidad del trabajo y porque la estancia allí es amena. Además, se siente identificada con el trabajo de Diana Lizt Morejón Gómez, la única muchacha del proyecto.
Irónicamente, la chica no conocía nada del arte del tatuaje ni le interesaba curiosear al respecto. En tiempos de la pandemia de Covid-19, alguien la embulló a aprender. “Cuando comencé a practicarlo me gustó, no sé explicar por qué”, confiesa.
Sobre la experiencia del proyecto destaca cómo se apoyan los unos a los otros con el trabajo y que, incluso, han comenzado a incursionar en otros caminos como el muralismo, de modo que Aguantaguja se ha convertido en un incentivo para formarse como artista visual.
Y CRECER
“Tatuar no es pinchar y ya”, advierte Francisco Javier Tumbeiro, otro de los integrantes del proyecto. Con esas pocas palabras alude a la complejidad del oficio, que no solo requiere conocimientos de la técnica del dibujo sino también de higiene, cuidado de la piel, pigmentos y otras cuestiones.
“Es importante, inclusive, saber orientar al cliente acerca de qué llevar según su tono de piel o educarlo en lo que se llama responsabilidad de selección, porque se trata de una marca en tu cuerpo”, apunta.
Por eso insiste en la necesidad de acceder a espacios de superación, y piensa que Aguantaguja, por su vocación formativa, pudiera llegar a convertirse en la academia del tatuaje en Pinar del Río.
Orlandito, su creador, está consciente de que el proyecto debe seguir creciendo. Para ello, estudian varias opciones, entre ellas, la posibilidad de convertirse en un proyecto de desarrollo local. En este aparte, es preciso resaltar que los estudios de tatuaje no cuentan con una figura legal definida entre las modalidades de trabajo por cuenta propia aprobadas en el país, como tampoco existe prohibición alguna para regular este tipo de iniciativas, diseminadas por toda la geografía nacional.
Tatuar la piel no es una decisión para ser tomada a la ligera. Ni embullos ni tendencias de moda conjugan con la elección de transformar la imagen propia de forma permanente, por tanto, este reportaje no pretende publicitar un negocio o estética, pero sí reconocer la posibilidad de que quienes decidan tatuarse tengan en Aguantaguja un lugar seguro, con higiene e instrumentos adecuados y, sobre todo, con un personal empeñado en reivindicar el tatuaje como forma de arte.