Corría el año 1992 y la actuación del béisbol había sido fenomenal. Cuba se proclamaba campeón en una justa que necesitaba de muchas medallas, pero no podía faltar esa que venía del juego nacional en la Isla. En el puesto de mando estaba un pinareño, licenciado en Cultura Física, Jorge Fuentes Fleitas encargado de hacer el milagro con una constelación de estrellas bajo sus órdenes.
Ese equipo contaba con la participación de varios atletas pinareños, dentro de ellos estaba Omar Ajete, quien había iniciado su andar competitivo en los Panamericanos de Indianápolis, en Estados Unidos.
Ajete agradecía mucho las enseñanzas de su mentor Jorge al frente del equipo Vegueros en las series nacionales cubanas. De ahí que siempre estaba muy cerca de él.
Recuerda que ese año tuvo muy buen trabajo desde el box y reconocía la confianza de Fuentes. Ganaron la final de las Olimpiadas, todo era alegría y alguien había corrido la voz de que Fidel quería reunirse con el equipo de pelota a su llegada a Cuba.
“Así fue, el Comandante estaba esperando la delegación, algo que era muy común por aquel entonces. Fidel hablaba con ellos en una oficinita, preguntaba por todo y me señala a mí”, refiere Ajete.
Ajete se acerca y detrás del zurdo estaba también Jorge. Fidel pregunta por la competencia, las condiciones, los lanzamientos que le había hecho al rival y aprovecha para conversar detenidamente con el mentor cubano también.
Omar Ajete se retiró y veía cómo, de una manera pícara, el Comandante le hacía muchas preguntas a Jorge, este se las había bateado casi todas. El mentor cubano estaba muy feliz.
“Hablar con Fidel y responderle preguntas no era fácil”, recuerda Ajete.
“En una de esas preguntas veo que Fidel le dice: ‘Ven acá Jorge, y cómo estaba la humedad relativa en el estadio’. Se hizo un silencio enorme y Fuentes respondió:
“No Comandante, ese dato no lo conozco”.
“Fidel se sonrió y empezó a dar una explicación amplia del porqué era necesario saber ese dato. Eso ayudaba al rendimiento de los lanzadores y del equipo en general, además, era importante para los índices de sudor o algo así. El Comandante era una enciclopedia, sabía mucho.
“Aquello acabó, me reía de Jorge porque Fidel lo había ponchado, y eso fue una broma tremenda todo el viaje con él. Pero llegaron los Centroamericanos de Ponce, en Puerto Rico.
“Iba a recoger las llaves, y cuando me bajo del carro que nos llevó al hotel y voy rumbo a la carpeta, escucho a Fuentes preguntándole al hombre que estaba allí:
“Ven acá chico, ¿tienes por ahí acaso el dato de la humedad relativa que hay ahora en Ponce”?.
“Como estaba cerca, esperé que el tipo dijera aquello, cuando acabó me puse detrás de Jorge casi muerto de la risa y le dije: ‘estás buscando seña para que el Comandante no te ponche de nuevo eh’, ahí comencé a reír mucho y Jorge solo me dijo: ‘Ajete, con el Comandante no hay quien pueda. Él seguro busca una pregunta nueva, pero de que no me coge más por la humedad relativa, no me coge’”.
Cuenta Ajete que desde ese día aprendió algo: “Es importante prepararse, saber, estudiar, estar al tanto de todos los detalles. Pero lo que sí era casi imposible, es saber al dedillo qué pregunta te iba hacer el Comandante, él siempre se sacaba una carta bajo la manga, y ahí mismo te ponchaba”.