Pudiera decirse que todos los escritores son buenos lectores; sin embargo, no todos los escritores dedican su tiempo a la promoción de la literatura, más allá de la obra personal. El experimentado autor pinareño Alberto Peraza Ceballos es uno de los defensores convencidos del acto de leer, leer antes que escribir, como siempre recomienda a los que deciden aventurarse en el mundo de las letras.
En su caso, las lecturas primeras fueron los títulos de Julio Verne, cuando solo contaba con unos ocho o nueve años, y probablemente, nadie en la familia imaginaba -mucho menos él – que aquel pequeño también llegaría a ser escritor.
Galardones como el premio de poesía Nicolás Guillén 2019; el premio La Edad de Oro, del Instituto Cubano del Libro y La Rosa Blanca de Literatura Infantil y Juvenil avalan la aceptación de sus textos. Pero, Peraza es, sobre todo, un distinguido e incansable promotor literario.
Desde las primeras veces en la escuelita primaria de su natal Río Seco, en San Juan y Martínez, ya son casi 50 años invitando a la lectura. Actualmente es el anfitrión de Como pan caliente, uno de los espacios más gustados de la Feria del Libro en Pinar; de peñas habituales en la biblioteca provincial Ramón González Coro y un segmento de la revista cultural Estamos Contigo de Radio Guamá. En cada escenario resulta invariable el afán de acercar al otro a un libro.
“Promover la lectura es una de las tareas más importantes que tenemos los seres humanos, y si somos los escritores, mucho más. Me guío siempre por la frase de Martí: ‘Leer es crecer’. Ayuda a crecer por dentro y por fuera”.
Ha trabajado con públicos de diferentes edades. ¿Existe una etapa de la vida más propicia para fomentar el gusto por la lectura?
“Se puede fomentar en cualquier momento, pero es prácticamente como aprender a hablar. Es significativo aprender a leer en la primera infancia, aunque conozco adultos que van a mis peñas y que me han confesado que nunca antes habían leído.
“Un día estábamos en el portal de la biblioteca hablando de Carilda Oliver, se acercó un bicitaxista, compró el libro que promocionábamos y al sábado siguiente llegó con un poema aprendido. Me dijo que nunca se había aprendido un poema, entonces le pregunté: ‘¿Te viene bien perder una hora de tu tiempo trabajando en el bicitaxi para venir aquí a la peña?’ Y me respondió: ‘A mí me reporta más esta hora’. Hoy es uno de los asiduos participantes en el espacio. Leer a cualquier edad viene bien, y un excelente lector está debajo de cualquier piedra”.
Además de su formación pedagógica y el carisma para atraer la atención de los demás, ¿qué recursos utiliza para enamorar al otro de un libro?
“El promotor literario tiene que tener habilidades comunicativas para convencer. Yo busco puntos de enlace entre bibliotecas públicas, bibliotecas escolares y librerías. Por eso el espacio nuestro de los sábados en la Biblioteca Provincial va encaminado a enfrentar a un público con libros que pueden llevarse a casa, que pueden regalar, pero también que pueden encontrar en el fondo de la Biblioteca porque ya no están a la venta. Y llevamos esto a las bibliotecas escolares siempre como actividades anteriores y posteriores al proceso de enseñanza y aprendizaje.
“Si antecedes una clase de Historia que trate sobre la Invasión de Oriente a Occidente con un cuento inspirado en ese suceso como lo es La bufanda, de Nersys Felipe, ya el niño se acerca más al acontecimiento histórico. Hay muchas maneras de acercar al niño a un libro; por ejemplo, invitándolo a dramatizar un fragmento, con una adivinanza; regalar un libro también es una gran motivación”.
En fechas recientes llevó hasta tierras mexicanas una muestra de la literatura cubana, en especial, de la pinareña. ¿Cómo fueron recibidas allí nuestras letras?
“Tuve la suerte de estar en las dos bibliotecas más importantes de México, donde tuvimos una sesión de trabajo y, además, donativos de libros de autores pinareños y de todo el país. El objetivo principal fue desarrollar toda una campaña por la lectura, apoyándonos en el proyecto de la Editorial Cauce, Un cauce a la biblioteca escolar. También llevé libros de Ediciones Loynaz.
“Impartí un curso de Literatura infantil y juvenil latinoamericana en la Universidad Autónoma del Estado de México, la segunda en importancia de ese país. Pude constatar que se conoce la literatura cubana. Igualmente fuimos hasta una escuelita muy intrincada, en un lugar muy frío, allí pregunté por José Martí y hubo un silencio total, estuve unas ocho horas y cuando me iba ya todo el mundo sabía quién era José Martí. Allí dejé varios ejemplares de La Edad de Oro”.
¿Qué experiencias ganaron su admiración como promotor literario?
“En México se trabaja mucho el libro con sistema de lectura braille incluido, incluso, con transcripción en lenguaje de señas. En la escuelita de la que hablaba, cada niño debe plantar un pequeño pino, cuidarlo diariamente; en las celebraciones se colocan cartas en él y un buen día lo replantan en el bosque. Me pareció una idea hermosa para promover la lectura.
“Me agradó el trabajo muy directo que hay entre las editoriales y las bibliotecas. Las editoriales reciben los textos para publicar y no se alejan de ellos hasta que llegan al destinatario. En Cuba no es así, hay un divorcio entre la editorial y la red de distribución, y no debe ser, la editorial tiene que hacerse responsable hasta que llega el libro a las manos de su destinatario final”.
¿Tenemos buenos lectores hoy en Cuba?
“Todos los lectores son buenos; mal lector le llamaría a aquel que no ha descubierto que puede leer, no que sabe leer sino que puede leer. Fatalmente no tenemos todos los lectores que quisiéramos, pero hay mucho lector en las redes, sitios de internet, hay, incluso, escritores que ya hacen historietas para compartir en las redes sociales, es una manera de atrapar a los jóvenes.
“Es cierto que hay quienes se entretienen bastante en la comunicación más vana y pierden el tiempo de la lectura, pero vivimos momentos muy convulsos, tiempos en que las prioridades han pasado a ser la subsistencia espiritual y material. Entonces, yo les recomiendo a todos, a los lectores y a los que no lo son, que se acerquen a un libro. La literatura te aproxima, aun desde la ficción, a realidades muy grandes universales”.