Mucho se ha hablado sobre la necesidad de mantener hábitos alimentarios saludables, a partir de las múltiples afecciones de salud derivadas de la obesidad: hipertensión arterial, diabetes y problemas circulatorios u ortopédicos, entre otros.
Los nutricionistas recomiendan una dieta balanceada para prevenir todo tipo de males y, en estos momentos, tales consejos adquieren una nueva dimensión cuando varios estudios señalan la incidencia del sobrepeso en las evoluciones hacia estados de gravedad en enfermos de COVID-19.
Si bien el mundo aún carece de una investigación concluyente al respecto, no son pocos los especialistas que afirman haber observado una negativa progresión de la enfermedad en adultos jóvenes que, incluso sin sufrir de padecimientos inmunodepresores, sí tienen varias libras de más.
A poco más de un año de haber sido detectado el SARS-CoV-2 en la provincia china de Wuhan, ya desde España, Reino Unido, Colombia, Perú y otros países, se llama la atención sobre la importancia de tener en cuenta la obesidad como una comorbilidad de cuidado y ofrecer a estos pacientes un tratamiento especial.
En Cuba, el doctor Nelson Yero, especialista en COVID-19 del hospital Salvador Allende, explicó a la ACN que esto coincide con su experiencia en las salas de cuidados intensivos del centro, donde varios sujetos con esa condición alcanzan la gravedad o la categoría de críticos en mayor medida que otros positivos al Virus de Inmunodeficiencia Humana o pacientes de cáncer.
Podría resultar contradictorio, sin embargo, una persona obesa se encuentra en cierta desventaja y según el médico esto podría tener que ver con que al contener más grasa que líquidos, su cuerpo es más propenso a la deshidratación frente a los síntomas de la pandemia: fiebre, diarrea y respiración dificultosa.
Vale la pena recordar, además, que los individuos con sobrepesos, por lo general, no respiran con la misma facilidad que el resto, pues su caja toráxica está comprimida por el tejido adiposo que le rodea y priva de elastancia pulmonar.
Ya lo dicen los que saben: “gordura no es salud”, y en un escenario epidemiológico complejo, ante miles de interrogantes que la ciencia recién comienza a esclarecer, resulta imprescindible poner atención al estado del cuerpo.
Sin caer en perfeccionismos banales que solo persiguen encajar en el patrón de belleza globalmente impuesto desde los grandes medios de comunicación, quizás la COVID-19 sea –en medio de tantas negatividades– el pretexto perfecto para replantearse estilos de vida hasta ahora nocivos y recomenzar.
En las redes sociales son miles las experiencias compartidas de quienes en obligación de guardar aislamiento en sus hogares han optado por la práctica de ejercicios y otras actividades para reconectar con su yo personal, sirviendo de inspiración a otros tantos.
A multiplicar acciones depuradoras (de cuerpo y alma) debe convidar esta alerta sobre el peligro de la obesidad frente a la COVID-19, una enfermedad de rápida evolución una vez que comienzan a manifestarse los síntomas y de la cual, en realidad, todavía se sabe relativamente poco.
Démonos la oportunidad de “empezar” de nuevo, dejar atrás lo que hacía daño y así como a esos abrazos ausentes y a los más queridos en la distancia, aprendamos a amarnos a nosotros mismos; esa es una de las mejores medidas de protección.