Reinier Hofmann, trabajador de finanzas jubilado de la empresa alemana de automóviles deportivos lujosos Porsche, visita Cuba desde 1985.
Vino por primera vez tras el rastro de un tío materno asentado en la Isla, del que nada se sabía desde hacía tiempo.
«Tomé unos días en encontrarlo porque no tenía su ubicación correcta. Luego supe que vivía en El Cotorro, La Habana y que había fundado familia allí. Tío trabajaba en la Antillana de Acero y era asesor del Che, cuando era ministro de Industrias», relata Hofmann con su marcado acento extranjero. Es un hombre simpático que sonríe mucho y domina bastante bien el español.
«Quise organizar un festejo por sus 80 años e invité a la familia alemana, pero ellos tenían miedo de venir», prosigue. «El interés de rencontrarlo era solo mío. Nadie más quiso un contacto con él».
A través de este curioso pariente, Hofmann descubrió los encantos del pequeño país, sus luces y sombras. Poco después volvió y encontró en las calles un paisaje diferente: mostradores vacíos en las tiendas a causa del periodo especial, carricoches de caballos como medio alternativo para el transporte de pasajeros y todo tipo de invenciones hogareñas que salvaron del naufragio a un pueblo entero.
Pensó entonces que debía hacer algo, aunque fuera mínimo, para ayudar a los cubanos. Juntó a un grupo de amigos de la ciudad de Stuttgart, situada en el centro del estado de Baden-Württemberg y fundó un proyecto de solidaridad con la mayor de las Antillas que se ha mantenido activo por 25 años consecutivos.
Hacia 1995 realizó, junto a varios compañeros de la asociación Amigos de la Naturaleza, un trayecto por Pinar del Río encabezado por Francisco Pando Pérez, delegado en aquella época del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP) en la provincia.
Dialogaron en San Cristóbal con representantes de la FMC y la Unión de Jóvenes Comunistas y conocieron la situación de un consultorio médico de la familia que no reunía las condiciones indispensables para brindar servicios a la población.
Los visitantes preguntaron si era posible aportar un dinero para edificar un local mejor y se les explicó que ese proyecto beneficiaría apenas a unas 200 familias; sin embargo, la ayuda monetaria tocaría a más personas si se destinaba al hospital Abel Santamaría Cuadrado, donde los especialistas anhelaban iniciar las cirugías de mínimo acceso. Finalmente se decidió lo segundo.
«Con la suma entregada fue posible adquirir una cámara, que es el equipamiento empleado en este tipo de intervenciones quirúrgicas. Un donativo posterior nos permitió instalar un monitor. Fue así como el 14 de febrero de 1996 se pudo realizar en Vueltabajo la primera intervención por mínimo acceso», rememora Juan Carlos Delgado Fernández, jefe del Grupo Provincial de Cirugía.
«Al principio debimos mezclar equipos viejos y nuevos. Operábamos con una luz de halógeno, lo que dificultaba el proceso, pero poco a poco fuimos hallando acomodo», agrega el especialista.
«La colaboración de Reiner y sus colegas ha sido fundamental. A lo largo de estos años nos han surtido con el instrumental de uso cotidiano, ese material más frágil que precisa ser sustituido cada cierto tiempo. A menudo les escribo: `Se me rompió aquello, necesito esto otro` y la respuesta siempre es afirmativa. No solo han donado equipos para cirugía general, que es mi área, también para neurocirugía, maxilofacial y pediatría, entre otras especialidades», concluye Juan Carlos.
Cuenta Reiner que en ocasiones adquirir los dispositivos e instrumentos médicos se torna difícil, puesto que algunas compañías comercializadoras se niegan a venderlos a Cuba a causa del bloqueo, entonces han de recurrir a otras que se hallen prestas a colaborar como la Karl Storz.
El puente de hermandad entre Stuttgart y Pinar del Río hizo viable la visita del doctor vueltabajero Raúl Castro Pérez por dicha multinacional especializada en la fabricación de endoscopios y otros sistemas aplicables en la medicina.
«Todos estaban muy entusiasmados de conocer a un jefe de cirujanos tan amable, con una actitud tan distinta a la de los médicos de mi país. Es bonito como aquí acostumbran a hablar juntos doctores y pacientes. No se ve eso en Alemania», explica Reiner.
Hilde Gerigk, esposa del activista, apoya con un gesto afirmativo lo dicho por su compañero. Documenta con fotos nuestro diálogo y apenas interviene, porque no se siente cómoda hablando en español; pero me entero por Reiner que es una luchadora incansable en pos de las causas justas.
La gestión de estos alemanes ha facilitado la realización en Pinar del Río de aproximadamente 30 000 cirugías de mínimo acceso en las dos últimas décadas.
-Imagino que ambos han de sentirse muy a gusto cuando reposan la cabeza sobre la almohada, pues es grande el bien que han hecho, le digo a los esposos.
-Es grato estar ahí para Cuba. Necesitamos algunas semanas por año para venir, no solo a ayudar, también a relajar del estrés de la vida, tener encuentros con gente amable y respirar una atmosfera de amor», habla él en nombre de los dos y estalla en una risa franca que nos contagia a todos.