No tengo miedo de tocarte ni de meterme en tu piel, solo deseo contagiarte con una gota de mi existencia, no quiero lamentar ni poner en la sombra el proceloso amor que guardo para ti.
Intentaremos siempre estar unidos, y así andaremos cogidos de las manos para concebirnos y velar por los hijos, nietos y amigos. Y a estos últimos los incluimos, porque el amor es afecto, simpatía, amistad… y más si es incondicional. También es apoyar a quien lo necesite; es alegrar con una sonrisa a los que nos rodean como cura para el desánimo de los que lo sientan en estos tiempos difíciles.
El flechazo de Cupido cada 14 de febrero no será una herida que desaliente a los que buscan consuelo en una emoción atrevida, sino el intento de conseguir en la tierra entre pasiones y sombras el abrazo correspondido.
Proyectar los sueños y convertirlos en realidades debe ser una de las tantas metas que solo se logra con entrega y esfuerzo, es ser feliz con lo poco o con lo mucho.
Amar no es solamente concebir belleza en las formas de afuera, no es despertar deseos momentáneos por poseerte ni confundir ansias con sentimientos, no es elegir entre el bienestar material y la pasión.
El amor se expresa de forma natural, sin complejos ni penas, sin que abochorne de qué estatus vienes ni de dónde eres, es no ambicionar por lo que otros mueren; es concebirlo como Jorge Bucay, escritor argentino, cuando señaló: “No hay que morir por el otro, sino vivir para disfrutar juntos”.
Un beso con la mirada puesta en ti quemará la fuerza del deseo de contarle a tu par cómo te concibe, cuánto te aclama y cuánto te ama, aunque no te lo diga con palabras, y aunque solo lo piense y lo grite para sí, como lo expresó el poeta en su amor bendecido: “Te quiero por las noches en que me faltas. Te quiero como para escuchar tu risa toda la noche y dormir en tu pecho sin sombras ni fantasmas. Te quiero como para no soltarte jamás. Te quiero como se quieren ciertos amores, a la antigua, con el alma y sin mirar atrás”.