Según investigadores, Valentín existió realmente y fue condenado por Claudio II responsable del martirio del presbítero cristiano, quien casaba en secreto a los jóvenes soldados del emperador burlando su ley.
Al ser inculpado, lo llevaron ante el juez Asterio de Roma para que fuese juzgado. Este le indicó que si en verdad era santo, que curara la ceguera de su hija y así lo hizo, y con ello se libró de la muerte.
No obstante, esta felicidad y el alivio por salvar la vida duró poco.
Tiempo después, el emperador Claudio lo apresaría de nuevo, estaba cansado de sus desafíos, lleno de ira lo condenó a muerte otra vez. Sin embargo, antes de ser martirizado, Valentín le escribió una carta a la joven a la que había devuelto la vista. Para muchos fue una carta de amor, para otros una despedida. Finalmente el sacerdote fue golpeado públicamente con palos y piedras y decapitado en la Puerta de Flaminia el 14 de febrero del año 269.
Esta visión dramática de Valentín con su tormentoso final fue suavizada gracias a los poemas de Geofrey Chaucer, poeta inglés, que nos hizo asociar esta festividad con el amor cortés. Así y, de algún modo, la visión más religiosa se tornó más cercana, romántica y detallista. Pero en fin, el amor es esa fuerza que arde, inspira y nos da la vida. Celebremos por tanto este 14 de febrero como el Día del Amor con todas las medidas de protección.