Caminaba tras el custodio, cruzó la calle como el más experimentado de los seres. Alguien a mi lado me hizo señas para que notara el solapín que traía colgado al cuello. Al principio me pareció curioso, luego, en silencio, aplaudí la iniciativa de alguien con tan buen corazón. Varios son los canes que portan su credencial en los predios de la universidad Hermanos Saíz de Pinar del Río.
Aparentemente no tienen dueño, pero son de la casa, de los estudiantes, los profesores, de los que allí laboran. Esa simple identificación que cuelga de sus cuerpos los protege, de alguna forma, de destinos inciertos.
Grupos como Bienestar Animal en Cuba (BAC), por citar un ejemplo, o simplemente ciudadanos con un poco de sensibilidad y buena voluntad, dedican esfuerzos y tiempo en ayudar a perros, gatos y otros animales, aunque los primeros sean los más representativos.
Pero en el otro extremo de la cuerda están los protagonistas de este comentario, los que se pasean impunes por las calles después de echar a pelear a un perro hasta causarle graves heridas o la muerte, los que con el látigo descarnado castigan al caballo aún cuando está en el suelo, aquellos que envenenan gatos, abandonan camadas enteras de cachorros en una cuneta e incluso los que practican la zoofilia, por grotesco que parezca el término.
Este mes de febrero se prevé aprobar el Decreto Ley sobre Bienestar Animal en Cuba, un reclamo social de muchos años y que desde hace varios meses ocupa a un equipo integrado por personas de diferentes disciplinas, incluidos juristas del Ministerio de la Agricultura y varias instituciones científicas del país en cooperación con Aniplant y representantes de grupos animalistas.
En un artículo publicado en el sitio digital Cubadebate hace algunos meses se hacía referencia a la propuesta, que ha estado abierta a consulta popular a través de páginas habilitadas para ello, y que tiene entre sus retos más difíciles el de crear una conducta y tenencia responsable hacia los animales y educar a las nuevas generaciones bajo el principio del respeto y el amor a sus derechos. Para ello, se le ha sugerido al Ministerio de Educación incorporar al programa de estudio algunas especialidades y asignaturas que aborden el tema del bienestar animal.
El control de las poblaciones callejeras, el sacrificio de animales y la aplicación de la eutanasia como último recurso, la atención veterinaria, las obligaciones de los propietarios y tenedores de animales, así como las funciones de los gobiernos locales, están entre las preocupaciones que más ha compartido la población.
La nueva norma estipulará, entre muchos otros aspectos, el tratamiento penal de las conductas que atenten contra la integridad de los animales, que irá desde altas multas hasta privación de libertad en algunos casos. Igualmente se hace alusión a los refugios, los cuales contarán para su funcionamiento con regulaciones sanitarias aprobadas por las autoridades pertinentes; cualquier tipo de actividad que incluya el uso de animales requerirá una licencia veterinaria, y en el caso de Salud Pública se deberán perfeccionar los procedimientos y mecanismos de zoonosis, sobre todo en la recogida y tratamiento de los animales.
La protección de los derechos de las especies tanto terrestres como acuáticas, no es un tema nuevo. Desde hace varios siglos, ya se abogaba por una ley que los protegiera. En el año 1888, Martí escribía al diario La Nación un panegírico a Henry Bergh, fundador de la Sociedad Americana para la Prevención de la Crueldad contra los Animales.
Exponía Martí en su carta “que no se latiguease a los caballos. Que no se diese de puntapiés a los perros. Que no se ejercitaran los niños en enfurecer a los gatos. Que no clavasen a los murciélagos en las cercas, y les diesen de fumar. Que puesto que el hombre ha de matar reses, las mate bien, sin dolor, pronto. Que el que trae tortugas vivas al mercado, no las tenga tres días sin comer (…)”.
Ya en aquella época se vislumbraban leyes contra el maltrato a las bestias, pues al decir de Martí “el maltratarlas, sobre ser inicuo, abestia al hombre”. Mucho ha evolucionado la sociedad desde entonces, aunque algunos se queden al margen de ese desarrollo y sientan placer ante el sufrimiento de quienes no pueden hablar en su favor.
La ley dispondrá muy pronto de los que se empeñan en violar los derechos de los animales, pero de nada vale si no trabajamos unidos para prevenir esas injusticias. A todos corresponde, desde nuestro pedacito, amparar a esos que no tienen voz.