La llegada de la COVID-19 a nuestro país en marzo de 2020 supuso un reto no solo para el sistema de Salud, sino también para cada familia. Y no me refiero puntualmente a todas las carencias desde el punto de vista material y económico que hemos enfrentado desde entonces, sino a aquellos miedos que impusieron una pandemia sin precedentes en el mundo.
Después de meses y meses de confinamiento, de aislamiento, de distanciamiento, de aprender a vivir en una nueva normalidad, de saludarnos desde la distancia, de extender el puño en lugar de la mejilla, de tocarnos el corazón para ofrecer un abrazo y de renunciar a las tantas formas en las que por tradición e idiosincrasia nos hemos querido en Cuba, es tiempo de asumir estas nuevas maneras como una práctica habitual.
Se trata de no cejar en el empeño de cuidar a todos y cuidarnos nosotros mismos, más ahora que las medidas se flexibilizan, cuando la situación epidemiológica del país está en un mejor momento y solo aparecen casos esporádicos de COVID-19.
Es justamente ahora que se elimina la obligatoriedad del uso del nasobuco para todas las actividades sociales, que debemos incrementar el cuidado de aquellas personas más vulnerables como los ancianos, las embarazadas, las personas con enfermedades crónicas y los niños.
Mantener la higiene en centros de trabajo, instituciones educativas, incluso en los círculos infantiles resulta vital y es la única forma en la que, después de tanto y de todo, se puede ser consecuente con los esfuerzos del país.
En el espacio televisivo de la Mesa Redonda, José Ángel Portal Miranda, ministro de Salud Pública, transmitió al pueblo la seguridad de que el país está alerta ante la evolución en el mundo de la hepatitis aguda viral y la viruela del mono, “con todos los sistemas de vigilancia de casos con sintomatología y epidemiología compatible activos, tanto en las fronteras como dentro del territorio nacional”.
En tal sentido resaltó que el personal se capacita y ya se dispone de un plan de enfrentamiento para ambas enfermedades que ahora nos desvelan.
Cuba se mantiene alerta porque en el caso de la viruela sísmica, como también se le denomina, afecta ya a más de una veintena de naciones, y resulta muy inusual, según catalogara la OMS, su aparición en tierras fuera del continente africano.
Hasta el momento es muy poco probable que se convierta en pandemia, han asegurado los expertos del organismo internacional de Salud, pero es imprescindible mantenerse atentos.
En el caso de la hepatitis aguda, de la cual, acaso lo más preocupante es que aún se desconozca qué la provoca, el número de casos desde que se detectó a principios de abril se eleva a 650 en 33 naciones, nueve de los niños fallecieron y 38 necesitaron un trasplante de hígado.
El informe más reciente de la OMS refleja que la mayoría de los casos parecen no guardar relación unos con otros, a la vez que asegura que se investigan focos comunes de exposición, factores de riesgo semejantes y otro tipo de vínculos.
Ante semejante situación Cuba da seguimiento a los reportes, estudia los casos de hepatitis y también aquellos relacionados a la aparición de vesículas, cuyo aislamiento ha indicado que se trata de varicela.
Portal Miranda insistió en que “hay un sistema de vigilancia y en que están preparadas las condiciones para enfrentarlo en el caso de que se introdujera. Seguimos buscando recursos para prepararnos ante ambos padecimientos”.
En este contexto, Cuba actualiza sus protocolos en aras de ser más eficientes en el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades, pero es vital que las autoridades de cada centro sean rigurosas, que, como hasta ahora, no permitan la entrada de personas con sintomatología respiratoria a las instituciones y, sobre todo, que prime la conciencia y responsabilidad individual y familiar. Esta batalla, ya casi victoria, se ha ganado desde dentro.