Hace varios días leí una reflexión de un joven artista pinareño en las redes sociales. Se refería al cúmulo de sensaciones negativas que sintió al pasar frente a una escuela primaria de la ciudad y escuchar una de las “instructivas” líricas reggaetoneras del momento.
Sé que puede ser un tema manido del que se habla una y otra vez sin llegar a ninguna parte, lamentablemente. Sin embargo, no por ello debe convertirse en algo habitual que pasemos por alto y dejemos por imposible.
Que en un cumpleaños los padres decidan amenizar la fiesta con los temas más escuchados del momento, aun en detrimento del sano desarrollo cognitivo y emocional de sus hijos, es una responsabilidad individual.
Pero es el colmo que un centro educacional, principal encargado de fomentar valores y formar personas de bien decidan despedir el curso escolar con temas musicales que en su estribillo se repite “te voy a dar manguera la noche entera”.
¿Dónde está la responsabilidad de quienes tienen la obligación de velar por que se mantenga la ética de la institución? ¿De qué valen los intentos de elevar la cultura general de un pueblo entero, si se pisotea consecutivamente en espacios tan insignes?
Y como decía el artista en su reflexión, no significa estar en contra del reguetón ni de otro de los nuevos géneros musicales. Es un problema de sentido común, de proteger la inocencia y de cuidar nuestros valores sociales.
Me pregunto si en situaciones como esas, algún padre deja pasar el hecho inadvertido y prefiere exponer a sus hijos a consumir un producto cuyo lenguaje está muy lejos de lo que realmente necesita y está apto para comprender.
A muchos les resulta divertido y hasta gracioso escuchar a un niño tararear el último hit de La Diosa en cualquier escenario. Es lógico que si es la música que los rodea en el hogar, se hagan eco de ella en todos los espacios.
Si en casa nos resulta una gracia y encima la escuela se encarga de incentivar de manera impune, ¿cómo tendremos una mejor juventud si entre todos no contribuimos a propiciar una mejor niñez?
No es este un discurso moralista ni utópico, sino basado en experiencias reales que, aunque a simple vista no lo parezca, tienen una repercusión a largo plazo en la personalidad de los más pequeños.
La niñez es la etapa de la fantasía, la imaginación, los sueños. Es el único periodo de nuestras vidas en que la mente funciona de manera transparente y sana. ¿Por qué entonces nos encargamos de contaminarla tan apresuradamente?
Tenemos un repertorio musical infantil riquísimo en esta Isla. Contamos incluso con la dicha de que grupos como Titirivida, Alas Teatro y otros vivan para regalar su arte a los niños pinareños.
Es injusto que lo que con mucho esfuerzo se trate de rescatar y de reanimar en favor del crecimiento cultural y espiritual, se eche por tierra a causa de mera irresponsabilidad o desinterés.
Cuidar el presente de hoy es lo que nos garantiza tener un mejor futuro. Hay cosas que parecen nimias ante un sinnúmero de problemas económicos, de altos precios o escasez, pero son esas las que nos pueden pasar factura si seguimos de largo y no le damos importancia.
Una vez más retomo las palabras del joven artista y me hago eco de su tristeza ante la banalidad, el irrespeto, la vulgaridad y la incoherencia con la que muchas veces descuidamos la protección de la inocencia.