El título de este comentario es solo una línea de una canción cubana actual.
Y voy a ser honesto. No me gusta el reguetón ni las fusiones actuales sobre esa base, las detesto. Tal música me parece cacofónica y el ritmo que proponen tampoco me seduce ni me plantea o incita a soportarla mucho más allá de dos o tres canciones en espacios públicos indeterminados.
Pero no es solo el ritmo o la supuesta melodía lo que me parece cruel y lo que aborrezco, también la entonación y las vocalizaciones de sus intérpretes –quienes muchas veces coquetean con la guapería– para mi suponen en toda regla una violación al sentido de la escucha.
Y sí, quizás es que crecí en un ambiente más sano, con otros gustos musicales un tanto más refinados, escuchando a verdaderos bárbaros del ritmo y armonías ciertamente melódicas de las décadas de los ’70, a la par que descubría otras sonoridades mientras crecía en los ’80 y los ’90.
También pudiera ser que, aunque no quiera aceptarlo, ya mis años dejan de ser mozos y esa juventud rebelde y gallarda que alguna vez todos tuvimos y con la que experimentamos, queda relegada para los cuentos de ocasión con amistades cercanas.
Si vamos a decirlas todas, es cierto que dichas canciones son pegajosas y que atraen a multitudes muy jóvenes. Y debido a eso, quizás puedo ceder en el intento de tratar de hacer las paces con ritmos como el reguetón o el llamado movimiento urbano, pero no. Al escuchar sus letras ahí me planto como Maceo en Baraguá.
Lo decía en las primeras líneas, no son el ritmo y la música los que más me incomodan. Es la forma soez, agresiva, grotesca y denigrante de su lírica y de dirigirse a sus seguidores. Con eso sí no hay forma de transar.
Está bien que se quiera innovar y alcanzar la popularidad con propuestas diferentes, pero no con la banalidad sobre un papel que luego irá al micrófono.
Algunos dirían: “Le das demasiado protagonismo a la letra, al final lo que importa es que la gente baile”, “eso es todo con doble sentido”, “lo que ves es solo proyección en escena y caracterización de los artistas”, “al final las letras tampoco son tan malas”, en fin, diversidad de criterios al respecto para salvaguardar al género. Criterios al fin que respeto, pero no comparto ni secundo.
Tampoco generalizo, pues hacerlo es errar sin duda alguna. Hay canciones que merecen mi admiración. Pero son la escasísima minoría.
Pero esta arenga no es por gusto o por el simple placer de arremeter contra los susodichos ritmos. Debajo de todo esto subyace una preocupación importante y puntual.
¿Qué modales, verbo y valores se les transmite a las nuevas generaciones con tales letras y mensajes subliminales? ¿Qué patrones socioculturales incentivamos inconscientemente? ¿Qué cultura del desatino le proponemos a nuestros hijos y demás?
¿Será acaso que queremos fomentar en los más jóvenes el irrespeto a la mujer, la chabacanería lexical y el oprobio el prójimo?
Recién ayer tropecé con todo un grupo de estudiantes de séptimo grado que se apropiaban de toda una calle mientras coreaban la “canción del momento” que dice, entre tantas otras vulgaridades, “te vo’a dar manguera, la noche entera, y tú qué rico ay”. Y eso es solo un ejemplo. No hablemos de las más grotescas que cualquiera de nosotros haya escuchado. Sin palabras.
Es imprescindible que quienes velan por las programaciones culturales sonoras, tanto radiales como en casas de cultura y demás, revisen a conciencia sus propuestas musicales.
Cuba tiene una extensa estela de músicos y sonoridades dignas de ser escuchadas y coreadas, eso para no hablar de lo foráneo. Sobrarían los ejemplos.
Reitero, se puede ser popular, famoso y demás sin la chabacanería o la indecencia que parecen ser innatas al género.
Es importante que cuidemos nuestros valores. Es necesario crear y sembrar conciencia sobre el asunto, pues el arraigo es tal que no hay fiesta, motivo o cumpleaños para reproducirla, incluso en fiestas infantiles.
No hagamos el coro a la denigración ni permitamos que se degrade aún más o siquiera se maltrate un verso más de nuestra lengua materna, tan rica y correcta.
Y para cerrar líneas, cuando nos percatemos de este asunto y le ofrezcamos la importancia que deviene, en este tema quizás las cosas puedan estar ricas, pero ciertamente no están Ok.