A veces hay cosas simples, sencillas, que te calan hondo, alguien que te arregla el día con una sonrisa, gesto, llamada o palabra y es el caso de este cartel, en el techo de una casa de cura natural de tabaco.
El inmueble es propiedad de una mujer, que apenas se enfrenta a su tercera campaña como cosechera, pero lleva más de la mitad de su vida casada con un productor, esperó a que sus hijas crecieran para salir de la retaguardia a primera línea.
Cuando nació, como otros millones de cubanos, ya existía el bloqueo económico comercial y financiero de los Estados Unidos a esta isla, bajo él creció, se enamoró y fundó su propia familia; esa no es una historia excepcional, al contrario, pero esa campesina cree que la constancia y el trabajo conducen al progreso personal y es prueba de ello.
Alguna vez me dijo que por años deseó verse en el surco enfangada, batallando “por lo mío, por producir” y desde el inicio formó parte del pelotón de avanzada, de los que marcan pauta y se convierten en referente por el modo de hacer.
No salió indemne del paso de Ian por Pinar del Río, sobre las fibras recién puestas patentiza lo que se ve en su vega y que declarara en una entrevista realizada cuando empezaba como tabacalera, “las cosas no caen del cielo, hay que buscarlas, todo está en proponérselo de verdad, que, a la larga o la corta, se logra.”
Isabel Cristina Barbosa Díaz, no cree en excusas, y sabe que no basta para eliminar el bloqueo con sólo quererlo o desviar a los huracanes de esta transitada ruta hacia el occidente de la isla que habita, pero sí puede poner sus manos para ayudar a sostener un país y mientras sean más lo que se sumen no habrá que rogar por un milagro, hagámoslo: ¡Arriba Cuba!