El término arte comunitario se asocia a las expresiones del arte implicadas con el contexto social, que persiguen, por encima de los logros estéticos, un beneficio o mejora social y sobre todo, que favorecen la colaboración y la participación de las comunidades involucradas en la realización de la obra.
Toda iniciativa comunitaria es una expresión de interculturalidad, o sea, promueve las culturas locales y genera diálogos interculturales, en respeto de la diversidad de los procesos de producción artística.
El arte de este tipo se focaliza en grupos específicos, en sus necesidades y preferencias; además, puede alcanzar a públicos no regulares de los centros culturales estandarizados e involucrarlos en actividades artísticas que desarrollarán paulatinamente sus habilidades.
Ahora bien, ¿es el arte comunitario una expresión al margen de la institución?
En Cuba puede tener autonomía, ser autosustentable, pero el arte de la comunidad mantiene un fuerte vínculo con las instituciones; de ellas reciben ayudas y financiamientos. Además, la promoción y los programas de intervención social parten o se planifican desde las propias instituciones culturales y sus sujetos.
Vale cuestionar también, ¿las manifestaciones del arte comunitario son consideradas un arte menor? ¿Tienen la validación de la crítica?
Si bien no han gozado del interés de la crítica especializada porque sus expresiones salen de los circuitos tradicionales de exhibición, rompen esquemas, y en buena parte, es engorroso evaluar un arte cuyos artífices son aficionados, integrantes de la propia comunidad; el arte comunitario no es un arte menor. No puede serlo por las siguientes razones:
Fomenta el desarrollo personal y dota a los individuos no solo de educación, sino de confianza y habilidades. Propicia la cohesión social, pues conecta personas con diversa comprensión intercultural. Empodera a la comunidad, construye capacidades organizacionales, la involucra en procesos democráticos.
Genera sentimientos de identidad y pertenencia por el lugar de residencia, lo que deriva en el cuidado del entorno. Implica creatividad y bienestar y puede utilizarse como una herramienta para la promoción de la salud. Concibe la aparición de un nuevo público: el entorno familiar en particular y la comunidad en general.
En el artista implicado fomenta capacidades comunicativas, pedagógicas y de liderazgo; provoca la creatividad en la búsqueda de estrategias para convertir el arte en objeto de interés de esos públicos no regulares o no avezados.
Por otro lado, los participantes no solo son consumidores pasivos de productos culturales, sino gestores y hacedores de los mismos; porque las obras son de creación o inspiración colectiva.
Esas razones hacen del arte comunitario un grupo de expresiones vitalicias, absolutamente necesarias para el desarrollo de la sociedad y del país. Debemos reconocer su importancia en la formación del futuro, apoyar, potenciar estas iniciativas de inserción social. En ellas radica el pilar fundamental de la cultura, más que en las obras que circulan en espacios regulares de distribución, porque siempre será más efectivo llevar el arte a los públicos y estimular nuevas audiencias que esperar a que los espectadores llenen bibliotecas, teatros, galerías y salas de conciertos.