Vivimos una ola de calor en el planeta y está casi de más decir que el cambio climático esta detrás de ello. Pero ahora que el verano llega a su etapa máscálida, es hora de estar mejor preparados para mitigar los daños a nuestro organismo. Ya sea que planifiquemos salidas a sitios de mayor exposición solar o prefiramos quedarnos en espacios cerrados, la etapa estival es buena para reiniciar nuestros estilos de vida y explorar qué dice la ciencia sobre cómo afrontar individualmente las altas temperaturas.
Cuidado de la piel, prioridad
El número uno de nuestra lista de consejos será siempre la atención a la piel, sobre todo durante actividades de playa y piscina, tan gustadas en nuestro país.
El llamado de los expertos es a evitar las insolaciones o quemaduras solares. Estas se definen como el enrojecimiento de la piel tras estar sobrexpuesto al sol u otra luz ultravioleta que deriva en una piel sensible, ampollas y peladuras en los días posteriores. Y en casos más extremos, esta puede provocar fiebre, escalofríos, náuseas o erupción cutánea. Además de ser perjudicial para nuestra piel.
Todos los años nos preguntamos estas cuestiones: ¿Cuándo puedo tomar el sol? ¿Debo evitar las horas centrales del día? A la hora de exponernos al sol debemos tener en cuenta el índice UV, que es la forma de medir la radiación ultravioleta que está llegando a la superficie de la Tierra en ese instante. Tal vez no todos tengamos las habilidades para buscar este tipo de datos online cada día, pero sí podemos entrenarnos para salir de casa en los horarios de menos índice de UV, siempre que sea posible.
Por ejemplo, hasta las nueve de la mañana y en la tarde a partir de las seis, son los mejores horarios para hacer actividades en exterior, cuando la incidencia del sol es menos intensa.
Por otra parte, si es posible el uso de protectores solares en crema, que estos sean parte de nuestra rutina diaria, pues como apuntan especialistas en Dermatología, la piel tiene una especie de «memoria», y si cada año nos exponemos más al efecto del sol los factores de riesgo para desarrollar un cáncer de piel son cada vez mayores.
Agua, agua y agua otra vez
La hidratación también es un factor fundamental del cuidado de la salud en verano, y el consejo estrella de los médicos en este sentido es hidratarse aun cuando no se tenga sed.
Por otro lado, los hábitos alimentarios más aconsejables, según diversas publicaciones de tema científico, son los que recomiendan dosis de alimento más pequeñas y frecuentes que las que consumimos en otras temporadas del año. Comidas menos pesadas y más frescas, y siempre que sea posible, más cercanas a las frutas y vegetales que a los alimentos procesados son las ideales para nuestro organismo en estos tiempos calurosos.
Azúcar natural
Además, los expertos aseguran que uno de los grandes enemigos de la piel, sobre todo en estos días cálidos, es el azúcar. Los azúcares envejecen, no el presente de forma natural en los alimentos, sino el azúcar añadido en los dulces ultraprocesados, como las confituras que tanto consumen los más pequeños por estos días.
Ese azúcar que circula por nuestra sangre genera productos de glicación avanzada, que destruyen el colágeno y la elastina de nuestra piel, lo que le da firmeza, estructura y elasticidad a la piel.
Lo ideal, siempre que esté al alcance, es obtener azúcares de una dieta muy rica en frutas y verduras.
Lejos del alcohol
También los especialistas desaconsejan el consumo de bebidas alcohólicas, aunque este es un consejo válido para cualquier época del año. El consumo de cerveza, vino, alcohol, que favorece la deshidratación, favorece la aparición de venitas, empeora el acné, la soriasis, la dermatitis atópica. Por eso en verano mejor brindar con jugos naturales y bajos en azúcar.
A pesar de que algunas de las enfermedades respiratorias como el resfriado o las anginas son padecimientos muy frecuentes durante el invierno, es importante no bajar la guardia también durante los meses de verano.
Evitar cambios bruscos de temperatura
El aire acondicionado, presente sobre todo en numerosos sitios de trabajo, nos permite estar frescos, pero también nos puede hacer enfermar debido a los cambios bruscos de temperatura. Evitar someter a nuestro cuerpo a estos cambios bruscos nos ayudará a prevenir cualquier enfermedad relacionada. Ajustando el termostato del aire acondicionado a una temperatura que no sea demasiado lejana de la del ambiente puede prevenir muchos trastornos de salud. También es recomendable evitar el baño en agua con temperatura inferior a los 25 grados.
Ejercicios solo en horas de menor temperatura
El ejercicio es aconsejable durante todo el año, pero en verano todos debemos extremar las precauciones. En primer lugar, evitando las horas del día de más calor y, en segundo lugar, escogiendo deportes de menor impacto y que permitan mantener el cuerpo a buena temperatura y fresco, especialmente si se padece alguna descompensación cardiovascular.
Pacientes de insuficiencia cardiaca u otras enfermedades crónicas deben evitar el ejercicio al aire libre en condiciones de mucho calor y humedad a toda costa, porque su corazón tiene una menor capacidad para eliminar el calor corporal.
Finalmente, digamos adiós al uso del salero. No agregar sal a los alimentos es esencial para evitar deshidratarnos ante el intenso calor. Dermatólogos explican que el sudor es 99 por ciento agua con sal, por eso es importante reponer esa pérdida de agua y sal, pero no añadiendo sal a las comidas con el salero, sino al aprovechar las sales minerales que ya se encuentran presentes de forma natural en algunos alimentos como frutas y vegetales.
Tipos de protectores solares
Aquello que dicen de que la piel tiene memoria es una realidad. Los expertos aseguran que el 80 por ciento de la radiación que recibimos se produce hasta los 18 años. Por ello, debemos protegernos de la radiación ultravioleta desde muy pequeños. Y, ¿cómo nos podemos proteger del sol? Pues, como su propio nombre indica, con protectores solares. Los hay de tres tipos:
Los químicos, que absorben la radiación solar y la transforman en otros tipos de energía que no nos dañan la piel.
Los físicos, que dispersan y reflejan la radiación lumínica que incide sobre ellos, y que actúan como una pantalla opaca.
Los mixtos que se obtienen al mezclar filtros químicos y físicos.
Ningún producto es capaz de proteger al ciento por ciento del sol.
Aunque los físicos secan la piel y dejan un rastro blanco al aplicarse, poseen una gran ventaja y es que no se gastan. Mientras que los protectores solares químicos no deshidratan ni dejan blanco tras su aplicación, pero pierden su efecto con el tiempo, es decir, se «agotan». Por ello, lo ideal son los protectores mixtos.