No crea el lector de estas líneas que el que suscribe ha dejado contagiarse por un eslogan superficial y triunfalista. Nada de eso: lo que se suscitó realmente el pasado fin de semana con la presencia del Ballet Nacional de Cuba en Pinar del Río nos avala el significado mismo de la expresión escogida como título para este comentario.
Primeramente, quedó demostrado una vez más que el impacto de esta Compañía en modo alguno tiene algo que ver con el carácter elitista y hasta exclusivo que un día tuvo en la propia génesis de la historia de la danza clásica. Hoy es un hecho artístico que repercute en un público cada vez más creciente y que ya muestra un conocimiento de sus principales códigos como acto comunicativo que en definitiva es.
Las evidencias de un teatro completamente colmado, o mejor, abarrotado, no deja lugar a dudas. Y eso es muy bueno, repito, muy bueno, porque nos está dando las claves de una ciudadanía sensible, abierta a apreciar el legítimo arte y a degustar de lo bello como un camino que va inequívocamente a lo virtuoso y noble.
Para el Consejo de las Artes Escénicas ha quedado claro que cuando se siguen y se cumplen todos los requerimientos para recibir una agrupación que es patrimonio de la nación y nos ha representado en las más variadas latitudes del orbe, el saldo final tiene que ser el que por estos días seguramente ha podido aquilatar no solo en los contextos más formales y oficiales, sino en esquinas y lugares públicos.
Me refiero a los altos niveles de satisfacción que se constatan, quizás únicamente menguados por la imposibilidad de colocar en el exterior del teatro Milanés una pantalla gigante que compensara a todo el público que no pudo adquirir sus entradas a la sala. Queda, pues, como asignatura pendiente ante próximas ocasiones.
Otro aprendizaje relacionado con la promoción se obtuvo, pues se conjugaron varias acciones que contribuyeron coherentemente a crear una atmósfera de expectación hacia lo que se anunciaba. Entrevistas, espacios de perfil cultural con invitados y especialistas, reseñas sobre la fundación del BNC y tantas otras iniciativas, las cuales pusieron de relieve el grado de creatividad que en el territorio existe. En este sentido, la radio, la televisión y la prensa plana hicieron lo suyo de manera eficiente.
La propia muestra expositiva montada en Gedel constituyó una atinada atracción o anticipo, en el horario vespertino, de lo que se presentaría, en la noche, en el coloso de la avenida Martí: con un incuestionable valor documental y artístico 40 fotografías sintetizaron los momentos más significativos de la historia de esta emblemática Compañía.
La exposición se concibió como un homenaje desde la visualidad a su aniversario 75. Las palabras introductorias de Yania Collazo, especialista del Centro Provincial de las Artes Visuales, permitieron que los asistentes luego, al recorrer la colección, valoraran con plena conciencia lo observado. Acompañaron a Viengsay Valdés, directora general del BNC, las máximas autoridades de la provincia: Yamilé Ramos Cordero, primera secretaria del Partido en Pinar del Río y el gobernador Eumelín González Sánchez.
Otra vivencia muy enriquecedora fue la participación de los estudiantes de los talleres de Ballet en los ensayos generales, lo que posibilitó una interacción muy gratificante entre los discípulos y el elenco profesional, oportunidad que no siempre se hace posible ni se alienta.
El programa escogido para las dos noches de presentación fue elaborado con mucha argucia, ya que estableció como una especie de equilibrio entre cada una de las piezas, al incluir estilos y tendencias diversas, cuidando también la alternancia de solistas y estructuras coreográficas.
Títulos insignes del repertorio junto a otros menos conocidos fueron apareciendo en el escenario de manera que brillara no solo el tradicional protagonismo femenino sino un interesante impulso de la danza masculina. Conceptualmente se logra un pronunciado contraste entre obras como Tarde en la siesta, en cuanto a coreografía y música, frente a Canto vital, con una fuerza y virilidad inigualables.
Mención muy especial merece La muerte del cisne, interpretada por Viengsay, que transmite minutos de sobrecogimiento y tensión al convertir el baile en peculiar aleteo para representar o encarnar magistralmente los últimos momentos de vida de un cisne herido. La temperatura lírica alcanzada resulta inenarrable. El tiempo se nos escapa o quizás se paraliza.
Por su parte, el plegable de mano entregado deviene importante material didáctico. Me pareció muy oportuno y necesario que incluyera las respectivas sinopsis argumentales, porque así los presentes pueden documentarse convenientemente.
Se respira amabilidad y exquisitez desde que entras al teatro, así como un comportamiento educado y muy ajustado entre los presentes: en eso hemos “ganado” bastante. Lástima que todavía algunas familias no comprendan que hay espectáculos que no congenian con la presencia de niños.
El epílogo de la función final fue muy emocionante: ocasión para los reconocimientos y agradecimientos con la palabra justa y sincera del presidente de la AHS, con la obra plástica del destacado Arquímides Lores como obsequio a la Compañía, con las simbólicas flores y con la mención a todos los que hicieron posible -en el actual contexto de limitaciones- que en nuestra ciudad resplandeciera el ballet, que pudiéramos brindar nuestra hospitalidad desde el primer instante del recibimiento en el hotel Vueltabajo hasta la despedida.
Y sobre todo, para que quedara la certeza de que Pinar quiere y puede tener nuevamente su propia escuela de ballet. Eso esperamos…
Es necesario dar Teoria y practica de ballet en la ensenanaza media como cultura.