Tras casi 10 años desde que los independentistas cubanos se lanzaron a la lucha con los objetivos de lograr la independencia de Cuba y abolir la esclavitud, los problemas internos que aquejaban al movimiento insurreccional se acrecentaron. Y aunque se mantenía el mismo propósito en las filas del Ejército Libertador, con tantos desacuerdos, era imposible asegurar el triunfo.
Por eso, en febrero de 1978, quedaron estipuladas, en Camagüey, las bases de un acuerdo por un grupo de representantes mambises y aprobadas por el general Martínez Campos, las cuales se dieron a conocer como el Pacto del Zanjón. El mando español consideró solo un trámite fácil a sus intereses informar los términos de los acuerdos a Antonio Maceo, el jefe más importante, y a sus compañeros, todavía en armas.
HISTORIA DE UNA PROTESTA
“Baraguá” fue el resultado de la sucesión de acontecimientos que llevaron a la firma del Pacto del Zanjón el 10 de febrero de 1878, tratado de capitulación suscrito por una parte de los dirigentes políticos y militares cubanos, con el cual terminó la Guerra de los Diez Años, sin garantizar el cumplimiento de sus dos objetivos principales.
La indisciplina, la desunión, la falta de confianza en la victoria, entre otros factores, fue lo que condujo al deshonroso Pacto. Capitulación que aunque incluía concesiones mínimas del poder colonial, no garantizaba los aspectos cardinales del programa revolucionario: la independencia de Cuba y la abolición de la esclavitud. Se apagaba, así, el fuego de la revolución. En tanto esto sucedía, los dirigentes orientales ignoraban los trámites de una paz que para ellos resultaba inútil e ignominiosa.
“Y aquella paz sin independencia realmente se había hecho sin consultar a todas las fuerzas, puesto que las fuerzas de Maceo, una de las más importantes de la Revolución, no habían sido consultadas”, expresó el máximo líder de la Revolución Cubana Fidel Castro Ruz, el 15 de marzo de 1978, en ocasión del centenario de este trascendental hecho histórico.
“Fueron esos factores los que determinaron una conducta, una actitud y un gesto que señalan una de las más extraordinarias proezas patrióticas de nuestras guerras de independencia, de nuestros combatientes revolucionarios, que fue la Protesta de Baraguá.
“Sencillamente, Maceo y sus fuerzas orientales no se resignaban a la paz sin la independencia”.
Y es así como en Mangos de Baraguá, el 15 de marzo de 1878, Antonio Maceo, protagonista de esta proeza, en unión de otros luchadores independentistas, llevó a cabo lo que se ha conocido en nuestra historia como la Protesta de Baraguá.
En una entrevista sostenida con el general español Arsenio Martínez Campos, quien pretendía hacer que se acatase la” Paz del Zanjón”, firmada algo más de un mes antes, Maceo patentizó que no aceptaba dicha paz sin que ello significase la independencia de Cuba y la abolición de la esclavitud.
LEGADO DE UNA PROTESTA
“Baraguá” fue un hecho político importante por lo acertado, pertinente y firme, ya que consolidó el pensamiento revolucionario cubano y reafirmó los objetivos básicos de nuestra rebeldía nacional.
Por su trascendental significado, no dudó José Martí en calificar este acto de rebeldía y coraje como “lo más glorioso de nuestra historia”, pues es expresión plena del espíritu revolucionario de los cubanos, al demostrar que aún quedaban hombres dispuestos a continuar la lucha y que no renunciarían hasta lograr la victoria definitiva.
Este hecho demuestra que los principios y convicciones en los que uno cree no son negociables jamás, por más que aparezcan obstáculos en el camino, por eso, la Protesta de Baraguá constituye uno de los momentos más brillantes de la historia de Cuba y es un referente incalculable para todas las generaciones.
Si el Pacto del Zanjón fue el presagio de que los cubanos no estaban dispuestos a claudicar sin antes lograr la total y plena independencia, la Protesta de Baraguá fue la confirmación de que jamás se cejaría en el empeño de conquistar la libertad.
Por eso, para la Cuba de hoy tienen total vigencia las palabras pronunciadas por Fidel aquel el 19 de febrero de 2000 cuando presagió que “el futuro de nuestra Patria será un eterno Baraguá”.