Hay ideas que alientan por su lógica, y que bien vale la pena apostar a su buen desempeño.
Ese es el caso del Proyecto Internacional Biomás-Cuba, programa que, desde el inicio de su implementación, suscitó no pocas esperanzas.
Debido a su alcance, y porque de su acierto depende en alguna medida la prosperidad de no pocos hombres y mujeres que trabajan la tierra, Granma conversó con el doctor Giraldo Martín Martín, coordinador de este programa científico.
Adelantó el especialista que la idea de utilizar la biomasa como fuente renovable de energía para el medio rural (Biomás-Cuba) se ejecutó entre noviembre de 2008 y julio de 2022, en tres fases, financiada por la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (Cosude), y liderada por la Estación Experimental Indio Hatuey.
Una noción de dichas etapas, en síntesis, abarcó el propósito de demostrar su valía mediante experiencias pilotos, y cómo contribuir a mejorar la calidad de vida de más de 650 000 habitantes, a través de la implementación de estrategias locales para la producción integrada de alimentos y energía renovable, en armonía con el medioambiente.
El financiamiento aportado por la Cosude para este proyecto excedió los 11 millones de francos suizos, y comprendió a 30 municipios de 11 provincias, con la participación de instituciones de los ministerios de la Agricultura, de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, y de Educación Superior, de las asociaciones Cubana de Producción Animal, Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales, y Nacional de Agricultores Pequeños, entre otras, además de numerosas familias campesinas.
–¿Qué modelos utilizaron en esta demostración de producción integrada de alimentos y generación de energía?
–Estuvieron asociados, principalmente, al fomento de fincas y organizaciones agroenergéticas para la producción y uso de biogás y bioabonos, sobre todo mediante biodigestores de cúpula fija y de laguna cubierta, la gasificación de biomasa para generar electricidad y calor, la contextualización de prácticas y principios agroecológicos, así como el sistema agroindustrial para la producción de biodiésel y coproductos a partir de la Jatropha curcas.
«En las fases ii y iii impulsamos el uso de aerobombas (conocidas como molinos de viento), los calentadores solares de agua y los paneles solares fotovoltaicos para alumbrado y riego».
–¿Qué ocurrió en el curso de estos casi 14 años, cuáles son los principales saldos?
–Los resultados son alentadores. El uso del biogás en las viviendas que poseen biodigestores ha reducido el consumo de electricidad entre el 40 y el 70 %. Es bueno decir que se construyeron un total de 242 biodigestores, con el consiguiente beneficio a 1 159 familias y 5 417 personas.
«Varios biodigestores, de mayor complejidad y tamaño, han sido colocados en centros porcinos del municipio de Martí y Calimete, con una notable capacidad de biodigestión y generación de electricidad. Al propio tiempo, fueron creadas ocho redes de distribución de biogás a viviendas rurales en Cabaiguán, que benefician a 524 personas en 112 viviendas».
–A partir de la experiencia práctica, ¿se les puede dar crédito a los gasificadores?
–El punto de partida fue la promoción de un programa nacional de gasificación de biomasa, el cual comprende la instalación de gasificadores para la generación de electricidad en el aserradero El Brujo, en Santiago de Cuba, e Indio Hatuey, en Matanzas, así como en el secadero de arroz de Amarillas, en el municipio matancero de Calimete, que permite sustituir todo el diésel utilizado en el secado del grano.
«Ahora mismo se instala otro en el secadero de Hoyo Colorado, en Martí, y está disponible, a partir de nuestra experiencia, y financiado por otro proyecto, uno en Los Palacios, Pinar del Río.
«Estos gasificadores de pequeña y mediana escala pueden tener un impacto significativo para reciclar residuos lignocelulósicos y producir energía para el medio rural».
Otro lado positivo
A juzgar por los resultados, también ha sido de mucha utilidad la instalación de plantas para la extracción de aceites y la producción de biodiésel y coproductos, sobre la base del fruto de la Jatropha curcas.
A pesar de los bajos rendimientos, una buena noticia es que en el proceso de agroindustrialización de la Jatropha curcas son irrelevantes las emisiones de dióxido de carbono, comparado con el diésel en el proceso de combustión. Otro beneficio es que, en el aprovechamiento integral de esta, se desarrollan más de 30 coproductos para disímiles usos.
Según Giraldo Martín, estos proyectos benefician de forma directa a más de 35 000 personas en ocho municipios, de ellas el 40 % mujeres, por el incremento de empleos e ingresos, acceso a alimentos, servicios, bienes públicos, electrificación rural y a equipos e insumos.
–¿Cuál es, a su juicio, el mayor impacto de esta experiencia?
–La producción de alimentos integrada a la generación de energía, a partir de fuentes renovables en el medio rural, constituye la vía fundamental para avanzar hacia el logro de una agricultura resiliente, capaz de enfrentar los disímiles problemas que introduce el cambio climático en la agricultura a nivel nacional e internacional.
«Ello permite realizar un uso racional y eficiente de los recursos disponibles para establecer ciclos cerrados de producción de energías y nutrientes, y una cultura en la contextualización de diversas tecnologías apropiadas para la soberanía alimentaria y energética».
–¿Alguna otra ventaja práctica?
–Estos procesos generan, a su vez, otros residuos que pueden ser utilizados como fuente de nutrientes para fertilizar cultivos y recuperar suelos degradados. La producción de biocombustibles líquidos puede lograrse, principalmente, a partir de plantas oleaginosas, sobre todo no comestibles, para contribuir así con la seguridad energética local.
«Establecer cultivos oleaginosos como la Jatropha curcas, intercalados con cultivos o sembrados en franjas dentro de las fincas, puede contribuir con la creación de un modelo de seguridad energética, lo que significa destinar un porcentaje no mayor del 20 % de la tierra para producir los
combustibles líquidos necesarios y, de tal forma, dar atención a los cultivos en toda la tierra disponible».
–Por lo visto, con la Jatropha curcas no se han logrado los resultados esperados.
–Así es, no logramos las metas propuestas en cuanto a la producción de biodiésel. Los rendimientos de frutos y semillas que se cosechan no son halagüeños. Ello nos obligó a repensar el esquema de trabajo, pues al parecer los estudios realizados en otros países fueron muy optimistas.
«En la actualidad se desarrollan investigaciones para estudiar los suelos más idóneos, la biología de la floración, las necesidades de fertilización, riego y el manejo de las podas, entre otros aspectos no menos importantes».
–¿Habrá entonces que esperar más tiempo para tener mejores noticias?
–La estrategia incluye la búsqueda de una alternativa que contribuya con la seguridad energética local, y en aras de ese propósito es necesario considerar el estudio de otras especies de plantas oleaginosas para evaluar sus potenciales de producción de aceite y biodiésel, para generar un modelo diversificado que integre cultivos, árboles y palmeras con potenciales energéticos (corojo, higuereta, moringa, aleuritis, nim…).
«En el medio rural es posible introducir otras tecnologías, como los bombeos fotovoltaicos, los molinos de viento, los pequeños aerogeneradores y las picoturbinas, todas con diferentes propósitos, pero con el único fin de lograr un modelo de soberanía energética para contribuir así con la creación de modos de vida sostenibles en el medio rural cubano.
«Y Biomás-Cuba contribuyó a validar el potencial de la agricultura familiar sobre bases agroecológicas. Se empoderó la experimentación e innovación campesina, incluso con herramientas de trabajo novedosas diseñadas e implementadas por las propias familias para la producción y conservación de alimentos para el autoconsumo y el mercado, de manera diversificada, conservando la biodiversidad local y regional».
–¿Otro provecho que hable de las ilimitadas perspectivas del proyecto?
–Es bueno recalcar la eficiencia energética de las fincas involucradas en la experiencia, las cuales llegan a producir hasta 12 veces más de la energía consumida, y entregan como promedio siete toneladas de alimentos por hectárea al año.
–¿Este es entonces el camino conveniente?
–Sí, yo diría que prometedor, pero requiere de estrategias multisectoriales y con un perfil amplio, que permitan sensibilizar e incentivar a la población en su conjunto sobre la pertinencia de preservar y fomentar la agricultura familiar agroecológica, mejorar las conductas de producción y alimentación, así como reconocer la importancia de esta para el logro de la soberanía alimentaria de Cuba.
«En estos momentos está en proceso la aprobación la política pública y la norma jurídica sobre agroecología, la cual aportará el marco legal adecuado para el escalonamiento de estas experiencias».