Ya comienza la etapa estival de este 2022. Una muy esperada si se tienen en cuentas las enormes ganas de esparcimiento acumuladas desde hace dos años a causa de la COVID-19.
No sería necesario hacer una encuesta para ello, pues son más los deseos y planes pospuestos de ríos, playas, campismos, aventuras, acampadas, actividades de caza y pesca o los llamados “motivitos”, que cualquier rollo de papel escrito o palabras dichas.
Sin embargo, pese a estar enmascarados durante dos años para prevenir el coronavirus y no poder tomar nuestras playas por asalto, este también será un verano diferente.
Y no solo por el hecho escéptico de la precaución –pues la COVID y ahora el Dengue, siguen sin dar tregua– sino también por la compleja situación económica que se vive, tanto fuera como dentro de la isla.
Por supuesto, lo anterior no quiere decir que no tendremos conciertos, actividades masivas y diferentes opciones para divertirnos. No. Todo lo contrario. En este “Verano para todos” proliferarán actividades para los más diversos gustos.
Algo a reconocer es que las ofertas gastronómicas no serán a grandes escalas como antiguamente lo eran en cualquier provincia o municipio, y es perfectamente entendible.
Para decirlo a camisa quitada: estamos plantándole cara a un verano donde nuestros recursos económicos escasean y resultan casi imposibles de garantizar para los magnos eventos planificados. Nos encontramos en un momento de depresión de renglones como refrescos, bebidas alcohólicas y “chucherías”. Algo que la industria nacional no podrá resolver de la noche a la mañana.
La voluntad existe, pero las diferentes vicisitudes afrontadas en los últimos años y meses –díganse pandemia, bloqueo, y revitalización de la industria energética, entre otros– echan por tierra cualquier proyección económica o incremento productivo para suplir las demandas veraniegas.
No obstante, esto no será impedimento para que la recreación sea sana, segura y accesible.
A opinión del escriba, la convocatoria, los recursos y las actividades deben gestionarse y movilizarse desde cada barrio, pensando siempre en estrategias de comercio y encadenamientos productivos con los diferentes actores socioeconómicos de cada Consejo Popular.
Ninguna idea deberá ser descartada, pues los cubanos nos merecemos el mejor de los veranos, las mejores de las tan esperadas vacaciones.
Pero para ello, desde cada rincón de la isla deberán rescatarse los juegos tradicionales de mesa en parques y círculos sociales, los tan añorados planes de la calle que podrían incluir desde juegos y competencias participativas, hasta recorridos y rutas planificadas en ciclos o patines por lugares de interés.
A ello súmense las casas de cultura con espectáculos y shows de artistas y talentos locales donde se derroche creatividad y felicidad; no olvidemos los festivales de aficionados a la poesía, rap, hip-hop o música campesina y mucho menos las visitas guiadas a museos o las competencias interbarrios de fútbol, baloncesto y pelota. ¿Por qué no?
Mientras, las diferentes empresas estatales, en consonancia con actores no estatales y Mipymes deberán proponer y pensar en ferias gastronómicas –bien organizadas– con precios asequibles al bolsillo promedio.
Junto a ellos, también deberán participar y contribuir nuestras organizaciones de masas como los CDR, CTC, la Anap y su campesinado, a fin de lograr una sostenibilidad alimentaria que al menos equipare la demanda estival.
Desde estas líneas, el escriba solo propone algunas ideas, la posibilidad real nos corresponde a cada uno de nosotros. Recordemos que ninguna idea es pequeña o nimia, y que este tan esperado verano solo deberá estar limitado por nuestra imaginación, voluntad y deseos de hacer.