Ante la proximidad del advenimiento de un nuevo año vale un brindis por el amor y la vida, como una luz de esperanza que ilumine cada festejo, animado por la conducta responsable que exige el momento y de la cual debemos apropiarnos todos para evitar más contagios de la letal COVID-19.
Cuidar unos de otros, desde lo individual, pero con una visión hacia lo colectivo, sin desatender las necesarias medidas higiénicas y sanitarias, deviene hoy un desafío en cada celebración, y más en esta ocasión, cuando familias y amistades comparten unidas sus afectos.
Tras un año de tantas despedidas a personas entrañables que fallecieron a causa de la mortal enfermedad, quizás el mejor motivo para las venideras fiestas sea el agradecimiento y respeto por la vida misma, siendo consecuentes con ese instinto básico de conservación ante cualquier amenaza, porque el nuevo coronavirus ha demostrado ser muy peligroso para la especie humana.
Quienes aún respiramos y sobrevivimos a las disímiles crisis provocadas por la pandemia poseemos, más que un privilegio, el compromiso de mejorar en actitudes, voluntades y sentimientos para enfrentar el actual panorama, en el cual todos pueden ser protagonistas a partir de sus propias acciones.
Navidad significa nacimiento, y ese espíritu de renovación crea, en torno a la festividad, un estado de especial cofradía entre todos; sirva entonces de inspiración para examinar lo realizado hasta hoy, y abrazar la oportunidad de vivir, ajustados a las nuevas circunstancias y a la necesidad de protegerse para disminuir cada vez más la incidencia del Sars-Cov-2.
El 2021 casi termina como un año marcado por las más altas cifras de enfermos y fallecidos por la epidemia en Cuba, donde con el esfuerzo, dedicación y desvelo de muchos, sobre todo del personal de la Salud, y los niveles alcanzados en la vacunación con medicamentos propios, se logró reducir de manera significativa en estos últimos meses su incidencia.
Mantener la tendencia hacia el descenso en los contagios durante los festejos de fin de año constituye responsabilidad de todos, tanto en el ámbito institucional como particular, pues en esta fecha se incrementa la movilidad e interacción entre las personas, lo cual supone un riesgo si no se adoptan las medidas requeridas.
La COVID-19 impone un mayor reto a las celebraciones, a partir de la necesidad de aprender a conjugar la alegría del rencuentro y calidez de un abrazo con el prudencial distanciamiento y adecuado cumplimiento de las normas de bioseguridad.
Disfrutar cada momento, conscientes del escenario actual, posibilitará la permanencia de cada muestra de cariño hacia los seres queridos que están presentes hoy, y el respeto por la memoria de las víctimas de la terrible pandemia.
Brindar por el amor y la vida, a la espera del próximo año, demanda ser consecuentes con tal propósito, como un principio fundamental para convivir de una manera más sana y en armonía con los demás, porque de ese complemento depende la integridad de todos.