La llegada de cada enero significa para muchas culturas el inicio de un nuevo año calendario, marcado por el día primero de un mes, en el que los deseos de felicidad y prosperidad van mucho más allá de una consigna que se repite por costumbre. Implica el reto de trazar nuevas pautas y redireccionar proyectos, independientemente, de si la fecha coincide con la mirada del gran emperador Julio César, vigente desde el año 46 antes de Cristo (a.C.) o de los mayas o de los chinos, según su calendario lunar o lunisolar.
Cada día trae su propio afán, se asegura en Mateos 6:25-34 y, por transitividad, cada año igual lo trae, pero ello no justifica que nos desentendamos de lo que cada tramo del camino implicó o puede implicar porque es el único modo de que se haga realidad la manida expresión: ¡Feliz y próspero año!
No olvidemos que trazar el camino del bienestar nos exige hacer un balance que no deje fuera aquello que para cada persona en particular fue o es trascendente, tanto desde lo individual como desde el imaginario social del cual formamos parte. No es menos cierto que 2022 parece haber sido la luz que amenguó la angustia de más de 24 meses de una pandemia, que tuvo en vilo a la humanidad entera y que dejó -literalmente- al mundo “patas arriba”.
Asistimos, por fortuna, a la recuperación mesurada de los abrazos, y las lecciones posCovid nos hicieron entender que, en todas las épocas, la salud sigue siendo lo primero y lo más importante. Sin embargo, las luces de 2022 están empañadas para muchas familias cubanas por el impacto de un fenómeno que parece no tener frenos: la migración desproporcionada que sumó miles de personas de todas las edades, dispuestas a llegar a Estados Unidos a como diera lugar.
Sin ánimos de cuestionar las decisiones de los que ya están donde quieren estar o de los que aún no llegan pero que están a mitad de camino, creo que es necesario llamar la atención al buen juicio, en pos de rescatar la cordura y lograr un equilibrio entre proyectos y hoja de ruta. Téngase presente no solo la meta, sino su costo-beneficio, no dejemos fuera de los análisis los peligros y las frustraciones y, mucho menos, el nivel de objetividad que hasta en los sueños es indispensable.
En lo particular, siento alivio porque las fronteras se desdibujen como opción migratoria para los que eligen partir de su tierra y es que, durante 12 meses, sentí un salto en el estómago que se hizo gigante e indefinido por el susto permanente de que familiares, vecinos, amigos, conocidos y otros no tanto, se convirtieran -al estilo película de terror- en rehenes, a merced de la selva y de los coyotes, componentes de una ecuación matemática que sigue abriendo las venas de América, no solo de la latina, sino de toda la región.
Dos mil veintitrés nos sorprende con una medida por parte del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, que si bien tomó de sorpresa a muchos y los ha dejado en stand-by, constituye una decisión que precautela el derecho a la seguridad de vida y a la actuación legal como derecho y como deber humanos. Si todos son responsables desde la impronta de sus contextos, la migración puede dejar de ser el túnel que hasta hoy nos ha robado la luz y la calma.
La propuesta difundida por BBC News Mundo, el pasado cinco de enero, sustenta que Estados Unidos permitirá la entrada cada mes de hasta 30 000 migrantes de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela, pero endurecerá las restricciones para aquellos que intenten cruzar la frontera con México sin la documentación necesaria, lo que, de acuerdo con el presidente de la nación norteamericana habla a favor de un procedimiento “ordenado, seguro y humano» que «reducirá sustancialmente» el número de personas que tratan de acceder a territorio estadounidense de forma ilegal.
Alrededor de este nuevo modelo, expectativas, dudas y cuestionamientos se convierten en una trilogía inevitable, pero paso a paso, encontrarán respuestas favorables para que, quienes lo decidan, puedan replantearse el modus operandi, sin poner en riesgo sus vidas y la tranquilidad de los familiares de un lado y del otro. Tal vez sea este el afán de un año que puede rescatar sonrisas.