Esta es la historia de una federada de la provincia Pinar del Río con trayectoria destacada en el activismo comunitario. Hasta conocerla, nunca había entendido la asociación que el imaginario social hace entre mujer y paloma, ave símbolo de la paz y con una antigua función de servicio: la mensajería.
A Rafaela Hernández Valle pocos la conocen en La Palma, sin embargo, Caela, la mensajera del barrio, es querida y reconocida por sus iniciativas barriales para celebrar efemérides o hacer fiestas de cumpleaños colectivos y por el rol que asume, tocando puerta a puerta, ante las diferentes campañas comunitarias que se convocan por la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).
A la llegada de la COVID-19, y con el imperativo de tomar distancia física para evitar la propagación, no dudó en ofrecerse como voluntaria para una nueva función: entregar módulos de aseo y productos de primera necesidad a personas que, por sus condiciones de salud, deben permanecer en casa.
“Cuando llega la mercancía me llaman, yo recojo e inmediatamente salgo a repartirla. No importa si hay sol o amenaza con llover, salgo caminando alrededor de cuatro kilómetros y el mismo día lo reparto todo, porque sabemos lo que para la gente significa ese tipo de ayuda”, nos dice con humildad y regocijo.
Para ella, el valor de su contribución está en el desinterés. “No se cobra nada. Hay personas que, en agradecimiento, me quieren dejar vuelto y yo no acepto un centavo, porque es bueno que la gente crea en que la solidaridad existe todavía, en medio de tantas guerras y miserias humanas”, alegó.
Su paso al frente en esta tarea no tuvo tiempo de reacción. “Ante el llamado del país a las organizaciones de base, yo eché adelante como mujer, en representación de la Federación, por la que siempre he trabajado”. Para sus vecinos, no cabe duda de que la dedicación al servicio comunitario le ha dado sentidos a la vida de esta palmera. Paz, buen humor y honestidad van incluidos. “Yo soy cubana y todo lo que hago es por mi país” sintetiza.
Como madre, extraña a sus hijos que viven en el exterior y anhela el rencuentro. En el juego de sus emociones, encuentra en Polo, el Guajiro Natural, la verdad de su existencia: “Puedo montar un avión si me tengo que montar, pero voy a regresar. Conmigo no hay confusión”, apunta alto y claro.
Caela, como la paloma, ni se pierde ni se detiene. Una vez que levanta vuelo, llega a su destino y sortea distancias y obstáculos. Con ella, paz y pan llegan a las casas de los necesitados. De regreso, vuelve al nido donde se deleita, al final de cada día, con la satisfacción del deber cumplido.
¡¡Tremenda la compañera Caela!!