Comerciar de forma minorista se ha vuelto muy complejo en el contexto de la Cuba actual, debido a la cantidad de complicaciones que pueden surgir durante algún intercambio, transacción o compra.
Eso para no hablar de compras mayores, en caso de que pretendamos “hacer una vaquita” y lanzarnos a las grandes ligas de la adquisición mayorista de diversos productos en las mipymes.
A estos dos temas quisiera referirme en el espacio de esta semana, ya que no pocas personas se han acercado al escriba para comentar y reflexionar sobre tal asunto.
De los tantos comentarios y anécdotas escuchados, les propongo leer sobre uno de ellos para conocer por “donde andan los tiros”. Quizás, hasta le haya sucedido a usted querido lector.
Resulta que tras sacar sus cuentas, una de estas familias se percató de que podían ahorrarse unos quilos al comprar pollo y picadillo en una mipyme si compraban por cajas. Por supuesto, para tal estrategia deberían convencer a otros tres hogares.
Y así fue. Todo el dinero ya en una misma tarjeta y prestos a la adquisición, partieron hacia el lugar para asirse con lo convenido. Pero… ¿cuál sería la primera de sus amargas sorpresas al no poder efectuar el pago por negativas de los vendedores?
Se sorprendieron y mucho, pues por normativa y ley del país ellos tenían entendido que las plataformas digitales son imperantes en la actualidad, que el ya “manoseado” código QR era de uso obligatorio por actores estatales, y por último, que quien pagaba mandaba… pero lamentablemente, nada más lejos de la realidad.
Empeñados en su actuar, y decididos a amortizar los gastos hogareños, no perdieron tiempo y acudieron a Cadeca para retirar el efectivo que necesitaban… o al menos, intentarlo. Apagones y falta de conexión les jugaron malas pasadas en unas dos de las colas y madrugadas necesarias para la extracción.
Jabitas de dinero en mano, se personaron por segunda ocasión en el lugar para hacer las compras ansiadas, y así poder ofrecer consuelo al paladar. Todo transcurrió con normalidad hasta el momento del pago.
Otra vez el impedimento para aceptar el pago por parte de los gestores.
La negativa en esta ocasión era la imposibilidad de recoger el dinero en denominaciones pequeñas. La explicación fue sencilla, brusca y tajante:
– Aquí no aceptamos billetes chiquitos ni de cinco, ni de 10, ni de 20. No podemos venderle.
Los compradores replicaron:
-Pero si ese dinero nos lo dieron en la Cadeca, y al final es dinero igual, no entendemos cuál es el problema.
-Pues nosotros no lo aceptamos así. Son órdenes del dueño. Imagínese señora, esto es así.
Lo escalofriante del asunto es que los demás presentes no intervinieron ni se sumaron a la demanda, pues lo que debería suponer un problema para todos, al final no lo era. Solo por la simple razón de ser así y ya.
De esta narrativa debemos abordar algunos elementos. Primero, ¿por qué razón aún existen comercios y establecimientos privados que no implementan sus códigos QR y demás pasarelas de pago electrónico, aun cuando es mandatorio por la máxima dirección del país? Y de tenerlas operativas, ¿por qué lo hacen solo para aparentar y se niegan a recibir transacciones por esa vía?
¿Qué sucede entonces con inspectores y demás encargados del tema que les permiten tal impunidad?
El otro aspecto nocivo del asunto, si nuestro papel moneda de altas denominaciones se dispone solo para cajeros y operaciones de gran escala – cuando existe disponibilidad de los mismos– ¿por qué se repudian entonces los billetes pequeños si son los que más circulan, y los que muchísimas veces dan instituciones como Cadeca y centros de trabajo por concepto de pago por nóminas?
Estas son solo algunas preguntas sobre este escabroso dilema, que el redactor lanza al aire para que se estudien, analicen, y se dé, más que una respuesta, una solución viable.
El pueblo y todas las familias o personas que se han visto enmarañadas en este tipo de contingencias –como la de esta historia que al final desistió de la compra– lo exigen.