Si usted requiere los servicios de un carpintero, albañil, electricista o plomero, e indaga entre sus amigos en busca de referencias, de alguno que posea habilidades y seriedad, lo más probable es que le deseen suerte en esa búsqueda, pero con un tono lastimoso, como quien compadece a un ser que no podrá evitar el infortunio.
Incluso podrá escuchar: “Fulano es buenísimo, pero tú sabes…”. ¿Yo tengo que saber qué? ¡Ah!, pues ese conocimiento se presupone que está relacionado con impuntualidad, ausencias, demoras, precios excesivos y hasta un poco más.
Eso es en el mejor de los casos, porque están los “avezados” que se venden como la octava maravilla del mundo y son verdaderos chapuzas; los que apenas llegan y empiezan a solicitar utensilios que son básicos para el ejercicio de su oficio, que a cada instante tienen que salir a hacer algo y dejan a los ayudantes a cargo, la ejemplificación podríamos extenderla, pero ya usted sí sabe de qué hablamos.
Como si se tratase de una enfermedad contagiosa, el mal se extiende a reparadores de equipos electrodomésticos y otros prestadores de servicios; para muchos es que se traslada al sector privado la ineficiencia del estatal; en lo personal, no encuentro justificación para que alguien que viva de su trabajo no lo respete ni le preocupe dañar su imagen, confiabilidad, y peor aún, incidir negativamente sobre la afluencia de clientes.
Siento nostalgia de cuando una palabra era certeza, del empeño por ver satisfacción en el rostro de esa persona a la que se le solucionó un problema, sin que llegar a ello haya sido un tortuoso camino de tropiezos.
En medio de las carencias que vivimos empatía es también asumir que, si tienes la capacidad y posibilidad de minimizar los males de otro, lo hagas con prontitud y calidad, máxime porque no es un favor, el beneficiario pagará por ello, y no entregarle lo que espera lo considero una estafa.
Una de las modalidades de maltrato generalizado está en los que se saben expertos en su oficio, entonces hay que recurrir al ruego, para que, de su valioso tiempo, te dispense una mínima porción; suelen acompañar esta práctica de ausencias de horarios establecidos para sus negocios, inaccesibilidad telefónica y otras barreras que les alimenten su ego, a la par la “fama” y el incremento de las tarifas.
En materia de cobro, para aquellos que ejercen la gastronomía, me parece insólito que la factura contenga un porcentaje destinado a la propina o como algo independiente el pago al mesero, la primera debe ganarse con calidad y eficiencia, la segunda forma parte del paquete de prestaciones que se supone brinda la instalación.
No podemos desconocer que el trabajo no estatal es un actor de la economía, al que también le compete desempeñar un rol social y hacerlo con las exigencias requeridas.
Ser dueño de su negocio le concede prerrogativas, una vez que decide convertirlo en un servicio público, hay normas que deben prevalecer, el respeto al cliente, usuario o consumidor es sin dudas una de ellas. Espoliarles las finanzas, tiempo y paciencia, no son recursos ganadores, puede que un día se sienta victorioso ¿y mañana?
Por años en Cuba hubo ausencia de la propiedad privada en la economía, abrirla es un proceso de aprendizaje, para quienes incursionan en condición de empresarios, despojados de ética y honradez, las carencias sobre las que sustentan su éxito, serán las mismas que les conduzcan al fracaso.
En cuanto a los clientes, también hay mucho conocimiento por adquirir: exigir, decir no y asesorarse sobre los estándares de prestaciones, para tasar si su desembolso se corresponde con lo que recibe y evaluar si abonó ese dinero por algo que no se acompañó de la calidad y excelencia que contenía el precio; incluso, si su solvencia le permite ciertos lujos, entender que pagar demasiado por ellos no reafirma su bonanza, lo convierte en tonto.
Hay ejemplos encomiables de emprendedores, pero abundan los que no entienden la importancia de diversificarse, de poner el máximo esfuerzo para contribuir a dar accesibilidad a bienes y servicios hoy deficitarios.
Bajo el exceso de demanda se escudan para lucrar, con total indolencia por el necesitado, y no es una convocatoria a la caridad pública, sino a la decencia humana, al trabajo y al sacrificio.
Salir de la actual crisis requiere del concurso de todos, en el ámbito estatal y el privado, ser de los que aportan no depende de la forma de propiedad.
La calidad, la productividad, y todo lo dem’as que crea, almacena, transporta, etc., bienes y servicios s’i tienen que ver con la forma de propiedad. El mercado libre es capaz de hacer todo lo anterior posible de manera natural; bajo el principio de armonizar los intereses y necesidades individuales con los de la sociedad. Por ello, nosotros inventamos la Internet, los iphones, etc., no Europa, no China, no Africa ni Latinoam’erica.
Los seres humanos somos capaces de crear milagros econ’omicos, lo que diferencia a las naciones que lo logran o no es una econom’ia de libre mercado, poca corrupci’on, cultura de trabajar duro, un marco legal que proteja a los innovadores de la industria, una cultura social donde no se demonize al rico, al creador de riquezas, productos y bienestar. Y solo ello es posible con la propiedad privada.
No hay un solo caso en la historia en que una naci’on con econom’ia centralizada progrese; pues eso va contra la naturaleza humana.