Este lema acompañó en mayo pasado las celebraciones de la sexta semana mundial de las Naciones Unidas para la seguridad vial; jornada que Pinar del Río también festejó, pero bien pudiera ser un lema para llevarlo presente cada día.
“Calles para la vida” suena al oído como un espacio seguro en el que florece la tranquilidad y se camina hacia el futuro.
Sin embargo, la realidad es que, hasta el primer cuatrimestre del año, en Cuba se contabiliza como promedio un accidente por cada una hora y 12 minutos, un fallecido cada 20 horas y un lesionado cada una hora y 36 minutos, según un artículo publicado el 13 de mayo en el sitio Cubadebate con referencia al diario Granma.
Ninguna vida debiera ser truncada por un siniestro automovilístico. Ningún padre debiera llorar a un hijo que sale a la calle y por descuido propio o de otra persona encuentre allí la muerte.
Tampoco debían ocurrir lesiones de esas que te dejan una huella para siempre, no necesariamente física, que no son tampoco las que más hieren.
Mas los accidentes, accidentes son. Pero recuerdo un spot televisivo que hace unos años ocupaba las noches de Cubavisión: “Los accidentes no son ni tan accidentales ni tan inevitables”.
Duele ver imágenes de colapsos entre carros, entre vehículos de transportación masiva, aquellos que tienen motocicletas implicadas o simplemente peatones. En cualquiera de los casos los resultados son fatales. Reprochables también las fotos que alrededor del suceso circulan por las redes o a través de celulares sin ningún tipo de respeto al ser humano, a las víctimas y a sus familiares.
Hasta el mes de mayo Pinar del Río registró un total de 101 accidentes de tránsito. No obstante, mientras ocurra al menos uno, no será suficiente cuánto se haga en materia de Educación Vial.
Según confirmó el capitán Yoel Pozo Acosta, jefe de Tránsito en esta provincia, entre las principales causas de la accidentalidad emergen la pérdida del control del vehículo, los adelantamientos indebidos y el irrespeto al derecho de vía.
En estos momentos son 10 los fallecidos y 56 los lesionados; las víctimas fatales casi siempre conductores de motocicletas. También los vehículos de tracción animal sobresalen entre los que incrementan su incidencia. Consolación del Sur y el municipio cabecera constituyen los territorios de mayores niveles de accidentalidad.
Y aunque mucho se hace en este territorio para no tener que lamentar la pérdida de vidas humanas, la indisciplina gana terreno. En medio de una pandemia en la que la dirección de la provincia restringe la movilidad, no es raro escuchar en una avenida tan céntrica como el Vial Colón, el sonido estrepitoso de las motos Honda que descubre la velocidad a la que se transita, a cualquier hora y cualquier día.
Esta periodista ha visto incluso desde su balcón a plena luz del día una competencia en la que los conductores hacen malabares sobre sus motos, esta vez de las tradicionales. Ha presenciado también un domingo cualquiera una carrera de carros de caballos, pobres animales bajo el cuero dominante.
Así son muchas las anécdotas que un pinareño común puede contar, porque las indisciplinas llegan hasta nuestras calles, se visten de indolentes y después: “Era tan joven, tan lleno de vida”, “Siempre andaba volando” o “Se había demorado en tener un accidente”.
Frases muy tristes que escuchamos diariamente.
Pero más que llamar la atención a las autoridades del tránsito, este semanario pretende llegar a la conciencia de aquellos que cada día van tras un volante o sobre un ciclomotor; incluso, a la de los que van y vienen a pie sin mirar semáforos ni otros tipos de señales.
En esa disciplina colectiva está la clave para disminuir los accidentes, para evitar que sean, como hasta hoy, la quinta causa de muerte reconocida en el país.
Todos hemos conocido, al menos, de alguien joven que perdió la vida, o casi, en una tragedia de este tipo. Y solo el dolor que inunda saberlo y ver en lo que se convierten los días de padres e hijos que quedaron solos en menos de un minuto o pasan horas que parecen años en la sala de espera de un hospital, vale el esfuerzo de hacer nuestra parte por evitar los accidentes.