Hoy 28 de octubre evocamos con amor y respeto la carismática personalidad de Camilo Cienfuegos, del Héroe de Yaguajay, epíteto con el que fue creciendo su simpatía e identificación popular.
Su valor hizo que el pueblo también le otorgara espontáneamente el título honorífico de Señor de la Vanguardia, y podemos afirmar que fue uno de los pilares fundamentales de la gesta armada que derrocó a la tiranía pro imperialista del dictador Fulgencio Batista. Tras el triunfo de la Revolución Cubana es designado Jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde.
Su temprana desaparición física en el año 1959, cuando cayó al mar el avión donde viajaba, ha inspirado a decenas de poetas en el mundo: el propio Guillén, Mirta Aguirre, Antonio Hernández Pérez, Noel Guzmán Boffill, Navarro Luna son solo algunos de estos bardos que quedaron impactados por su atractiva forma de ser y el inesperado desenlace fatal.
La amplia sonrisa, el sombrero alón y sus singulares hazañas se han convertido en leyenda, en verso y canción. Sucede que el arte se nutre de estas figuras que la historia va dejando como constancia de su meritorio paso. Esa es -parafraseo a José Martí- la utilidad de la virtud.
Nadie describió a Camilo Cienfuegos como Mirta Aguirre. Nos retrató una imagen exacta del ser humano, el guerrillero y el héroe más afable:
Dímelo, dímelo, dilo
¿cómo era Camilo?
Capitán tranquilo, paloma y león,
Cabellera lisa
Y un sombrero alón,
Cuchillo de filo,
Barbas de vellón,
una gran sonrisa,
Un gran corazón
Una métrica de arte menor con empleo alternativo de rima consonante y asonante, pero capaz de aprehender los rasgos más típicos que lo hacían irrepetible física y moralmente. Así lo recreó la enérgica poetisa con su exquisita sensibilidad.
Conmueve profundamente leer estos versos de nuestro Poeta Nacional, que aluden con su proverbial sentido rítmico al hecho irreparable de la muerte. Pareciera que el bardo, como parte de su pueblo, se une a la incansable búsqueda:
¿dónde estará, dónde cayó
El comandante Camilo
que no lo sé yo?
entre la tierra y el cielo,
¿adónde fue donde voló
el comandante Cienfuegos
que no lo sé yo?
De su legendaria simpatía y autenticidad hablan estas estrofas escritas por Antonio Hernández Pérez, las cuales patentizan esa forma directa, sin rodeos de ninguna índole, que mueve las emociones ante la sola evidencia de la verdad que no necesita comprobación:
Cuando pinté una sonrisa
los muchachos del barrio
me vinieron a ver.
Qué gusto de pinceles
en el fulgor de la sonrisa.
No tuve que explicar nada.
Guardé silencio.
Los ojos de los niños,
en la lejanía.
Nos parecen muy concluyentes y hasta sentenciosos estos versos de Noel Guzmán Boffill, pues revelan claramente cuánta trascendencia tuvo, tiene y tendrá la pérdida del insuperable conductor de pueblos.
Pasarán muchos siglos todavía
y cuando llegue de tu fecha el día
habrá luto y dolor sobre la tierra.
Vuelve en este caso a estar muy presente lo imperecedero del ejemplo heroico. Indudablemente, hay hombres que a pesar de su breve existencia dejan marcas difíciles de borrar. Quedan en la memoria de su tiempo y del tiempo por venir. La poesía no se equivoca: los eterniza.
Manuel Navarro Luna confirma la desesperación que se generalizó ante la tragedia. Son estos versos que sintetizan la perplejidad y la extraordinaria tristeza:
Tienes que estar caído
Tremendamente desgarrado y caído,
Para que no respondas al pueblo que te llama
En la sombra, en la luz, en la llama.
Y el tiempo ha pasado, pero no ha menguado en nada la tradición de honrarlo con flores como símbolo de inmortalidad. Tradiciones como estas no nos permiten olvidar. La memoria de los pueblos es el patrimonio más valioso a conservar.
Y ahora te busca entristecido,