Mariposa no es una perra de raza, ni siquiera es tan joven; sin embargo, en estos últimos meses se ha vuelto popular y su vida ha cambiado gracias al amor y al esfuerzo de muchas manos, muchos corazones.
“Ya la Mariposa está lista para volar”, dice la joven poeta Linda Gilsa Blanco, mientras narra cómo esta callejera llegó a su vida para marcarla de manera especial.
“Todo empezó cuando ella parió y una amiga le atendió el parto, pero tuvo que viajar y esa semana yo me hice cargo. Después, en la calle era una locura, andaba conmigo a todas partes y a toda hora y me traía hasta la casa. Un día fui a leer poesía a La Piscuala y subió conmigo para el escenario”.
Bautizada con el nombre de Mariposa, Linda no solo se ocupó de alimentarla y cuidarla, sino que de conjunto con Aniplant, la clínica veterinaria y la colaboración de Safo, Espíritu Animal (EAC), vecinos y amantes de los animales, lograron extirparle un lipoma que le comprometía la zona vulvo-vaginal.
“Mucha gente ha colaborado: a través de Aniplant pudimos planificar la cirugía, que fue grande porque requirió de reconstrucción interna y cirugía estética. Fueron dos horas y media y tres médicos para ella sola. Veterinarios excelentes, dos de ellos muy jóvenes pero buenos en verdad. Lo otro fue la recuperación. Acomodé la sala y pasé todo el tiempo durmiendo en el piso, abrazada a ella para sentir si se movía y que por el instinto le diera por quitarse los puntos”.
A Mariposa no le quedan rastros de la herida. En casa de Linda espera por una histerectomía y por alguien que la adopte, pues con Misura, la gata “dueña” del recinto, la convivencia sería imposible.
“Es muy buena, noble, apenas la he oído ladrar. Creo que está agradecida, no solo de mí, sino de todo un equipo inmenso que se ha encargado de la comida, los medicamentos, material de cura, jeringuillas. Es increíble como la gente se moviliza y aparece de todo, me he quedado fría”, cuenta Linda.
UNIDOS POR EL BIENESTAR
Desde el nueve de diciembre de 2021 empezó a funcionar el órgano de base de Aniplant en Pinar del Río. Hasta la fecha suman cerca de 90 afiliados y gracias a la ayuda de la Delegación Provincial de la Agricultura, al Departamento de Sanidad Animal y la colaboración de grupos animalistas han logrado avances en la alimentación y la atención veterinaria.
“Hemos ganado terreno. Ya tenemos contrato con Venegas y la empacadora de la empresa Camilo Cienfuegos. Nos falta concretar con la Empresa Agroindustrial de Granos Los Palacios para el tema de los carbohidratos. También hicimos contrato con Labiofam en el caso de los medicamentos y para las esterilizaciones mantenemos un estrecho vínculo con la clínica veterinaria.
“No hemos podido avanzar más porque nos sigue golpeando la ausencia de un local, pero esperamos que se materialice pronto”, refiere Armando Madera Padrón, coordinador de la filial pinareña de Aniplant.
Pero es el esfuerzo mancomunado el motor impulsor de la Asociación. El vínculo entre algunos grupos animalistas y personas que se sensibilizan con los callejeros les ha permitido hacer campañas de alimentación en diversas zonas de la cabecera provincial, entregar cachorros en adopción e incrementar las esterilizaciones.
“Distribuimos la comida entre los animalistas y así ellos pueden alimentar a los callejeros. Mucha gente colabora con medicamentos vencidos o con lo que puedan donar. La mayor dificultad está en las adopciones porque la mayoría de los que rescatamos son adultos y casi nadie quiere llevar una mascota grande a la casa. El nivel de poblaciones callejeras ha aumentado. Eso es lo que más nos golpea”, apunta Madera Padrón.
El trabajo de Aniplant no queda solo en ferias de adopción y el trabajo con los callejeros, sino que intentan crecer en los demás municipios y para ello prevén acciones de capacitación con los especialistas del grupo y extenderse a escuelas y otros centros con el propósito de brindar bienestar a quienes más lo necesitan.
LA SENSIBILIDAD NO NECESITA DECRETO-LEY
Decirse amante de los animales es fácil. Sentirse responsable por ellos, protegerlos y alimentarlos, aun cuando no convivan en el hogar, sería entonces el verdadero significado de ese amor.
Cuando Yaquelín Alonso Azahares era una adolescente iba a casa de una vecina que vendía cosas y la ayudaba para ganarse un dinerito y así comprar comida para los animales callejeros. Hoy, ya trabajadora, se encarga de siete u ocho que pernoctan en las cercanías de su casa, ubicada en la calle Adela Azcuy, y de otro grupo similar en la zona industrial Siete Matas, donde labora.
“Siempre trato de tenerles cartones para que se protejan de la lluvia. Los vacuno, los desparasito, les pongo agua y a la hora de comer son un reloj en la puerta de la casa. A veces disminuye la cantidad porque los voy dando en adopción, pero han aumentado últimamente, pues cada día son más los que botan las personas. La humanidad se ha perdido mucho”, dice Yaquelín.
“Al principio les compraba la comida, pero ya son demasiados, entonces me puse en contacto con Aniplant y ellos me ayudan. Ya mis perritos están gorditos, cuidados. He tenido que “fajarme” con la gente y poco a poco creo que han creado conciencia y también algunos vecinos colaboran.
Yaquelín conoce a cada uno de los canes que cuida. Durante nuestra conversación se nota la emoción con que habla de Pinto, un perdiguero que se escapa de su dueño y pasa cerca de 15 días en su puerta; se inundan de lágrimas sus ojos cuando cuenta la historia de Toqui, la perra con la que vive y que se está quedando ciega; se le pierde la vista cuando recuerda a aquel blanco fuerte que nunca más vino a comer y sospecha que lo utilizaron para pelear…
“No sé por qué a la gente les cuesta ayudar a los callejeros -insiste-. Trato de hacer conciencia para que les dejen agua en las aceras o lo que les sobre de comida”.
Que exista una Ley de Bienestar Animal en Cuba no involucra solo a las autoridades o instituciones relacionadas con los animales para hacer que se cumpla, sino que requiere de la sensibilidad y el esfuerzo de todos para que tanto ellos como nosotros vivamos en armonía. Historias como la de Mariposa, ejemplos como el de Yaquelín son señales de que no hay batalla perdida cuando se hacen las cosas con amor y con la voluntad de brindar, realmente, el bienestar que ellos necesitan.