¿Cuál es la relación entre el queso blanco y un bálsamo para relajar pies y manos? ¿Usted no le encuentra ninguna? Yo tampoco, pero son productos que vienen juntos en modalidad de combo y si quieres uno, tienes que comprar el otro.
Dista de ser una novedad esta técnica comercial con la cual eliminar mercancías ociosas o de lento movimiento, pero en nuestro contexto, con una elevada inflación y un poder adquisitivo en caída, a mi modo de ver, es pernicioso para los clientes.
Hay que desembolsar mayor cantidad de dinero para adquirir el producto que necesita y llevarse a casa otro (s) en los que no tiene ningún interés, pero es un asunto de lo tomas o lo dejas, no se ofrecen alternativas; sería viable en caso de que si usted decide comprar el conjunto tengan un valor menor al que representaría la suma de cada uno por separado.
La Resolución 54 de 2018 del Ministerio de Comercio Interior (Mincin) establece: “Indicaciones para la organización y ejecución de la protección al consumidor en el sistema de comercio interno”; entre los derechos: “la protección de sus intereses económicos que les permita adquirir productos y servicios, con adecuada relación calidad-cantidad-precios…”.
Forzarle a realizar un gasto superior, no es, ni por asomo, manera de hacer valer el espíritu de lo estipulado; y es cierto que las empresas están urgidas de cumplir con sus planes de venta, generar ingresos, utilidades y operar con rangos de eficiencia, pero eso no ha de ser a cualquier costo, mucho menos violentando los derechos de la ciudadanía.
Vivimos un alza de los precios que a veces parece indetenible, si a ello añadimos que las escasas ofertas vengan gravadas por el acompañamiento de otros artículos, será cada vez más difícil que la economía doméstica no esté en números rojo.
Tal condicionamiento también lleva implícito el irrespeto a la población, no se trata solo de un desacierto en implementación de técnicas comerciales, es antiético, máxime porque son puestas en vigor por empresas estatales socialistas, esas sobre las que recae hoy la responsabilidad de contribuir a minimizar los efectos de la inflación.
Hacerlo no es solo cumpliendo con la circulación mercantil y garantizando los salarios de sus trabajadores, es poner bienes y servicios en manos de sus consumidores, sin que estos representen una camisa de fuerza.
La modalidad de coaccionar al cliente no es exclusiva de los centros de Comercio, hay otras manifestaciones como cobrar por el acceso a la instalación, aunque no haya propuestas culturales y solo sea un pago que le permita comprar bebidas y comidas dentro del local en cuestión o que incluso para hacerlo deba adquirir otros productos.
Para los trabajadores pueden ser soluciones a sus problemas, en épocas en las que degustar una cerveza toma matices de lujo, ya que incrementan los ingresos, y probablemente hasta las utilidades, pero ¿y la responsabilidad moral ante la sociedad?
Realmente es vergonzoso que las administraciones estatales lejos de ser facilitadoras agraven el contexto económico, y estas líneas no pretenden demeritar el esfuerzo hecho por muchos de esos colectivos para el expendio de comidas elaboradas y su acercamiento a comunidades, sin embargo, empañan su quehacer con estas alternativas que limitan las opciones de personas con baja solvencia.
Quizás algún anciano podría encontrar alivio a sus dolores con ese bálsamo, pero al convoyarlo con queso, agua embotellada y espaguetis lo convirtieron en algo inaccesible, o tal vez quería otro producto, incluso en menor cantidad que la expendida, pero nada de eso le era posible, pues era cuestión de todo o nada.
¿En qué lugar quedó aquello de que el cliente siempre tiene la razón? ¿El derecho a elegir qué y cuánto comprar? La protección al consumidor ha de prevalecer.
Mientras siga imperando un pensamiento carente de empatía por el que menos tiene, se nos hará cuesta arriba la cotidianidad, y es apremiante que en esas 24 horas de cada día encontremos menos motivos para el disgusto y más fuente de expectativas positivas para transitar por este periodo manteniendo la certeza de que un futuro mejor no es utopía.
Comprobadamente, mirando las quejas de la poblacion de La Habana (y de urbes de provincias), en la venta al detalle y oferta de productos y servicios a la poblacion el monopolio estatal no funciona, aumenta los precios, baja la calidad del producto y para colmo alimenta una nube de funcionarios que se contradicen entre si, yo lo pasaria todo en la economia interna a privado y me libraba de las chinches del perro tal y como era en los anos sesenta cuando en la cafeteria mas concurrida de La Habana, en los fines de semana, las colas eran a mucho dar de media hora y la oferta tenia buena calidad, era variada y asequible al bolsillo. El monopolio estatal de venta al detalle y oferta de servicios a la poblacion ni siquiera esta automatizado en Cuba, es un atraso logistico o cadena con bola en el pie del simple ciudadano.
Si no mueven la economia interna en los territorios productivos la eficiencia por trabajador sera baja y las empresas se iran en numeros rojos.
En la isla de Saint Maarten, en el caribe, que visite hace poco, sus 90,000 mil habitantes se autoabastecen y exportan comida gracias a que cuentan con 65,000 mypimes. Alli no vi colas en ninguna cafeteria, ni bodega, ni restaurante, ni panaderia, todos abastecidos y en todos habia clientes. Un panorama bien distinto al de Cuba. Los precios son bajisimos en comidas y articulos del hogar.