Recientemente, en una cena durante el pasado fin de año, escuché algo que me movió a la reflexión inmediata. Tales palabras o frase costumbrista me atravesaron la sien cual cuchillada vil.
Era de esperar, nadie de los presentes, ni invitados ni anfitriones, se dieron por aludidos ante el comentario en cuestión.
Todo transcurría de maravilla: la recepción, los aperitivos, bebidas van y bebidas vienen al ritmo solo de la petición a cabalidad de los distintos comensales.
Tras intercambios de temas diversos, puntos de vista contrarios y acuerdos en puntos medios, se comenzó a montar la mesa para el festín de la noche, previo a las campanadas que anunciarían el fin del 2024.
Todos los platillos exquisitos, imposible poner pegas a tan maravillosa degustación y deglución.
“Mis felicitaciones al chef”, voceó alguien. La respuesta no se hizo esperar… “Pues feliciten a Greicy, ella fue quién preparó e hizo casi todo”, diría entonces el anfitrión principal y padre de la joven muchacha.
Ella, tímida, solo reaccionó con una sonrisa noble y un rostro enrojecido.
“Oh, entonces ya te puedes casar…
Tras esta frase, todos en la casa sonrieron cual fiesta o bendición, pues pareciera que, por el mero hecho de saber manejarse a la perfección en la cocina, la joven tendría como premio la posibilidad de acceder a un hombre.
Por supuesto, habrá quienes me critiquen, pero tal frase me incomodó muchísimo, pues soy de los que creen que los tiempos han cambiado y que, sin importar sexo o edad, nunca es tarde para aprender trabajos, oficios, adquirir habilidades, ganar destreza en cualquier campo posible.
¿Por qué aún pensamos entonces de forma obtusa y nuestra mente nos juega a veces malas pasadas, al pensar que una mujer solo debe entregarse a las labores domésticas? Quizás hasta me crucifiquen, pero no por trabajar jornadas duras y descarnadoras una dama pierde su femineidad.
Ahora me vienen a la mente grandes féminas que rompieron hitos en su tiempo y época: Amelia Earhart, por ejemplo, quien fuera la primera aviadora en volar sola a través del océano; o JoAnn Morgan, Katherine Johnson y Dorothy Vaughan, mujeres todas que fueron capaces de llevar al hombre a la luna gracias a sus cálculos matemáticos, y tantísimas otras que quizás jamás tocaron un condimento.
Quizás la frase de aquella noche fue en broma o solo sirvió de comentario inocente para hacer reír o elogiar a la muchacha…; sin embargo, bromas aparte, de forma personal no creo que solo a eso deban aspirar nuestras pequeñas damas.
A criterio personal del escriba, en caso de que la providencia diera por retoño una niña, créame amigo lector, que lo mejor que puede hacer es enseñarle de electricidad, mecánica, plomería, albañilería, carpintería, y cuánto saber pudiera usted modestamente enseñar.
Al final de la jornada, el conocimiento es lo único que nadie puede ni podrá despojarnos. Bien reconozco que no es tan fácil cambiar, evolucionar… pero pienso que debemos intentarlo.
Y si quienes nos rodean aún no han podido deshacerse de tales manejos, nos corresponde entonces, a nosotros, romper esa cadena, y hacerles ver que no hay un único camino hacia la realización personal de una mujer, mucho menos que pasa a través de la cocina.
Es cierto que vivimos en tiempos convulsos, difíciles. Pero lo anterior no significa que necesariamente debamos vivirlos con mente estrecha. Dicho esto, deberíamos pensar más en obviar estereotipos y juegos de roles que encapsulan y aprisionan las mentes de los infantes, por aquello de que si eres macho toma una pistola, y si eres hembra… un jueguito de cocina, para cuando seas grande, pues… te puedas casar.