En el número de la revista Bohemia del 14 de diciembre de 1930 se publicaba un interesante artículo, que bajo el título El peligro de ser enterrado vivo se hacía alusión a una lista de casos de personas que volvían a la vida luego de haber sido sepultadas.
En aquellos momentos, o mucho antes, quizás en los albores de la medicina, se sucedían eventos similares sin explicaciones lógicas que dieron lugar a leyendas, historias de terror e incluso fueron el origen de lo que hoy conocemos como velorios.
La respuesta a aquellas incógnitas se resume en una palabra: catalepsia, un término que proviene del griego katalepsis y que significa sorpresa.
La catalepsia no es una enfermedad, sino está catalogada como un trastorno del sistema nervioso central durante el cual la persona sufre parálisis corporal, endurecimiento y tensión de los músculos, e incapacidad de realizar movimientos. Se reduce la sensibilidad al dolor, pero no se pierde la conciencia, incluso se puede escuchar y ver todo lo que sucede alrededor.
Anteriormente se le llamaba muerte aparente y debido a esa similitud las personas eran enterradas vivas. La catalepsia puede durar desde unos minutos hasta varias semanas. No se considera una afección grave y la recuperación es favorable regularmente. Su aparición se relaciona con otros diagnósticos graves como esquizofrenia, histeria o psicosis, aunque también afecta a personas sanas, pues puede surgir luego de una crisis de ansiedad, cansancio o aflicciones lumbares.
Los síntomas más comunes son rigidez corporal, palidez, anulación de la respuesta a estímulos visuales, lenta respiración, ritmo cardiaco casi imperceptible y carencia de control muscular, principalmente.
Según varios artículos sobre salud mental, las causas apuntan a patologías asociadas al sistema nervioso central como el Parkinson o a los efectos que pueden provocar ansiolíticos y depresivos en personas bajo rehabilitación por alcoholismo o consumo de drogas, ya que el síndrome de abstinencia pudiera desencadenar en un episodio de catalepsia.
Para detectar si una persona atraviesa por un estado cataléptico y no está muerta realmente se debe realizar un electrocardiograma o electroencefalograma y si bien no existe un tratamiento específico, cuando es provocado por Parkinson se pueden administrar relajantes musculares, mientras que al ser causado por trastornos sicóticos se indican antipsicóticos o antidepresivos, o remedios caseros como sumergir los pies en agua caliente y masajear la columna y el abdomen.
Dato curioso: En un texto titulado Nostalgia, catalepsia, locura y gaitoterapia: Historias de gallegos en Cuba en el periodo de fin de siglo XIX y primeras décadas del XX, escrito por los doctores David Simón Lorda y Emilio González Fernández, narran un caso famoso de catalepsia ocurrido en La Habana en 1885.
Camilo Martínez era un soldado gallego de 22 años que había sido internando en el hospital militar San Ambrosio de La Habana. Estuvo en estado cataléptico por 14 meses. Constaba en su hoja clínica que meses antes había sido herido y sufría una extrema depresión atribuida a la nostalgia que sentía de su patria.
Luego de desarrollar ataques de catalepsia intermitentes y temporales que culminaron en un episodio de 14 meses de inmovilidad, lograron sacarlo de ese estado con una terapia singular: a ritmo de gaitas.
En la cabecera donde yacía inmóvil, un gaitero tocaba muñeiras y fandangos, luego se le sumaron otros dos. Además, las personas que le rodeaban comenzaron a hablarle en gallego, y resultó que poco a poco el paciente comenzaba a mejorar siguiendo la música con las manos. A aquel tratamiento se le conoció popular y jocosamente como gaitoterapia.