Durante este tiempo de distanciamiento sanitario, varias veces me he remitido al doctor en Ciencias Carlos Alberto Miranda Sierra, subdirector técnico del Centro Meteorológico Provincial de Pinar del Río, para la gestión de reportajes sobre ciencia y medio ambiente, al ser un referente de obligada consulta en todo lo relacionado con sequía, sistema de alerta temprana, temporada ciclónica y estudios de peligro, vulnerabilidad y riesgo.
Por exigencias de la COVID-19 nos comunicamos por vías no presenciales, y, desde entonces, sus coordenadas constan en mi agenda, con marca circular de plumón permanente y una nota al margen: “Fuente muy confiable”. Y es que todo su acervo y experiencia se pone a la orden de la prensa cuando de informar al pueblo se trata. Una llamada basta para que los mensajes comiencen a llegar a la bandeja de entrada del correo electrónico, con las precisiones y la actualidad requerida, escrita al estilo del más ducho reportero, que deja, como única opción, la de copiar y pegar.
Hace poco lo encontré en la delegación territorial del Citma, a propósito de las celebraciones en la provincia por el Día Mundial del Medio Ambiente. Llevaba nasobuco y, por encima, una mirada henchida de humildad. Cámaras y micrófonos lo enfocaron, ávidas por conocer los resultados del único pinareño nominado al Premio Nacional de Medio Ambiente en el año.
Allí nos contó que, dentro de sus principales aciertos, destaca el trabajo en los sistemas de alerta temprana, encaminados a informar y preparar a la población y sus dirigentes para disminuir los peligros naturales que ocurren en la provincia, sobre todo los de orden hidrometeorológicos.
El aporte es una prioridad del Estado al enfocarse al desarrollo de programas encaminados a la exportación y la producción de alimentos. Sobre ello relata: “De conjunto con Sanidad Vegetal, Apicultura, Ganadería, empresas tabacaleras y Seguro Estatal, se ofrece un servicio a productores, que reciben información a través de las empresas, con el fin de que el campesino tome las medidas para proteger sus cultivos de plagas, enfermedades y eventos meteorológicos, como intensas lluvias o sequías”.
Otra de sus improntas han sido los estudios de peligro, vulnerabilidad y riesgo, iniciativa desarrollada en todo el país a partir de directivas del Consejo de Defensa Nacional. Pinar del Río ha asumido la coordinación de cuatro: el de intensas lluvias, peligros de sequía, inundaciones costeras por penetraciones del mar y fuertes vientos y, en la actualidad, Miranda Sierra representa a la ciencia vueltabajera como experto del grupo nacional para los estudios de sequías en Cuba.
En consonancia ha formado parte, además, de proyectos sobre manejo sostenible de tierras y uso racional de recursos y tiene experiencias en el estudio de especies exóticas invasoras en áreas protegidas, fundamentalmente en el Parque Nacional Guanahacabibes.
Extenso y diverso es el camino de la gestión ambiental y en él este investigador acumula muchas millas en estudios de vientos, lluvias, suelos, recursos naturales, contaminación. La prevención es principio y fin de lo que hace y complementa su visión holística del ambiente y el compromiso con la ciencia al servicio de pueblo.
Con pasión habla de la actual temporada ciclónica y brotó la alerta como parte del pan de cada día: “No podemos olvidar que vivimos en el lugar de mayor incidencia de los ciclones tropicales en Cuba”, advirtió.
No hay descanso para Carlos ni para el Centro Meteorológico Provincial. El equipo perfecciona su sistema de alerta temprana y los servicios especializados para empresas y municipios, valiosas herramientas que contempla las vulnerabilidades territoriales y las acciones que se deben tomar para la prevención y reducción de desastres naturales, con los órganos de la Defensa Civil y los decisores territoriales al frente.
Debe ser por todo esto que en las paredes de una casa en Pinar del Río engalane, desde el cinco de junio, un Premio Nacional de Medio Ambiente, otorgado por el Citma en Cuba, distinción recibida este año por dos instituciones y solamente dos investigadores en el país.
El lauro, también, se debe al apoyo de su familia, una tropa de batas blancas integrada por la esposa pediatra y dos hijos futuros médicos, con los que comparte espacio, tiempo, modestia y el sentido común de salvar la vida.