La vida tiene encrucijadas y a los cubanos se nos cruzaron muchas desde el inicio del año 2020. Estaban las avenidas conocidas, empedradas de supuestas buenas y malas intenciones, había de todo, pero se nos impuso otra, que los planificadores no la tenían considerada: la COVID-19.
La sociedad se comenzó a rescribir e increíblemente se modificaron los oficios. De pronto vimos médicos que visitaban los hogares para hacer encuestas (pesquisas); deportistas y entrenadores repartían alimentos o limpiaban calles; maestros que llevaban encargos a personas muy mayores y organizaban colas con la policía; y todos, por momentos, fregaban pisos en hospitales o en otras instalaciones al servicio de Salud.
Quien lea pasados muchos años pensaría en una nueva “revolución social del trabajo” o que los salarios se hicieron tan atractivos que prefirieron trocar los empleos, a expensas de la vocación.
¡No!, es que aparecieron los chasqui de nuevo tipo. ¿Usted no recuerda conocer sobre ellos? Es una palabra derivada del quechua que significa correo o persona de relevo. Esos “jóvenes corredores eran considerados los mensajeros personales del Inca, y se desplazaban rápidamente por la red de caminos del Imperio para entregar mensajes o cualquier encomienda”.
Quizás la palabra más correcta fuera cacha, verdadero mensajero que encontraron los colonialistas en “el Imperio Inca, también conocido como Tahuantinsuyo, un vasto territorio, muy bien organizado, que abarcaba desde Colombia hasta Chile, extendiéndose un total de 40 000 kilómetros”.
Chasqui, por su parte, quiere decir trocar, o dar y tomar, que es lo mismo, porque trocaban, daban y tomaban de uno en otro los recaudos que llevaban.
Y preguntarán qué tienen que ver con nosotros. Pues sencillamente, eso hacen nuestros servidores públicos de infinidad de organismos y aparte de los mencionados no continuamos más porque los pinareños se convirtieron en recaderos, mensajeros, proveedores; no utilizaron la epidemia como beneficio, sino como senda altruista para ayudar a los demás, a los más viejos, a los enfermos, a los físicamente vulnerables.
No solo ahora que la situación sanitaria está muy complicada, con más de 90 controles de focos en la provincia y más de 600 casos positivos, sino desde el inicio de la pandemia los mensajeros, como héroes anónimos, realizan su trabajo comunitario y de voluntariado.
En todos los municipios, desde los más complejos, simples servidores están activados, mayoritariamente jóvenes, y llegó la ocasión de que el Consejo Provincial de Defensa los ha reconocido, en la voz de Julio César Rodríguez Pimentel, su presidente:
“Son mujeres y hombres con iguales necesidades, que requieren de cosas que no tienen y las colas le toman tiempo que podrían dedicar a sus hogares y a sus hijos, pero han jerarquizado garantizar a otros alimentos, medicamentos y facilitar servicios como el pago de las cuotas de electricidad y telefonía. Incluso, se introducen en zonas riesgosas para su salud, y eso lo tenemos que reconocer”.
Así es, estos chasquis no buscan recompensa ni reconocimiento social o político de las autoridades, ni tan siquiera una mención en los medios de difusión, quizás solo la sonrisa de los agradecidos o un “muchas gracias”. Ellos saben que hay algo que vale más: colocar por la noche la cabeza en la almohada y sentir una tremenda satisfacción. Nuestros chasquis son también héroes.