Mientras en Estados Unidos los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades y la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA por sus siglas en inglés) aprobaron en este mes ampliar la campaña de vacunación anti-COVID-19 para niños a partir de los seis meses de edad, desde 2021 ya Cuba marcó la diferencia en relación con la inmunización de sus infantes.
En septiembre último la mayor de las Antillas se convirtió en el primer país del mundo en realizar una campaña de vacunación para inmunizar contra la enfermedad a su población pediátrica, comprendida entre los dos y 18 años de edad, y en estos momentos se diseñan investigaciones para abarcar también a los lactantes.
La vacuna #Abdala mostró elevados niveles de seroconversión después de la vacunación en los estratos de edades estudiados, entre 3 y 18 años durante el estudio clínico pediátrico #Ismaelillo.#MasQueUnaVacunaEsUnPais#UnaPasoMasPorLaVida#CubaVive pic.twitter.com/zx5jSs3NUE
— CIGBCuba (@CIGBCuba) November 20, 2021
Actualmente, el 90 por ciento (%) de la población de la Isla tiene esquema completo, y superan la cifra de siete millones los cubanos que han recibido la dosis de refuerzo, estadísticas que sitúan a la nación entre las primeras del orbe en cuanto a coberturas de vacunación y que influyen en el control que evidencia el país ante el SARS-CoV-2.
Para contrarrestar los efectos de la pandemia resultó determinante contar con vacunas propias, un protocolo de actuación con el 85 % de los medicamentos de producción nacional y desarrollar hisopos, medios de cultivo y ventiladores pulmonares fabricados por la industria biofarmacéutica cubana; realidad que fue posible gracias a la visión salubrista del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, líder histórico de la Revolución.
Desde su alegato de autodefensa La Historia me Absolverá, en el juicio del Moncada, Fidel manifestó la necesidad del acceso a servicios de salud de calidad y años después, el 15 de enero de 1960, planteó que el futuro de Cuba tenía que ser un futuro de hombres de ciencia, de hombres de pensamiento.
Sus palabras en el paraninfo de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana dieron nacimiento al Día de la Ciencia Cubana y desde entonces los profesionales del sector desarrollan productos con impacto económico y social.
El 26 de febrero de 1962 comenzó la primera campaña de vacunación antipoliomielítica, con el apoyo de las organizaciones de masas, y para el segundo semestre de ese año el territorio se convirtió en el primero de América Latina en declararse libre de ese padecimiento, logro que sería certificado en 1994 por la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud.
La Revolución no se detuvo en este importante aspecto y el Programa Nacional de Inmunización vacuna a la población cubana contra 13 enfermedades, y entre sus resultados más relevantes está la eliminación de la difteria, el sarampión, la parotiditis, la rubéola, la poliomielitis y la tos ferina; mientras otras, como el tétano y la enfermedad meningocócica, no constituyen un problema de salud pública por sus bajos niveles de incidencia.
Este programa de carácter universal y gratuito, no cesó ni siquiera en el período más complicado de la COVID-19, como tampoco se paralizó la producción científica de la mayor de las Antillas en función de la salud, la cual también tuvo como antecedente la visión de Fidel de incursionar en la fabricación de interferones.
El 28 de mayo de 1981 seis científicos cubanos obtuvieron el interferón alfa leucocitario humano, precursor de la biotecnología en la nación.
Hoy, a pesar de las fuertes carencias económicas, la falta de financiamiento y recursos por el recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos, desde la ciencia se trabaja para desarrollar innovadores productos biotecnológicos para el tratamiento del cáncer, el Alzheimer, la artritis reumatoide y otras enfermedades.