Un grupo de más de 40 investigadores que participaron en el Proyecto Mundial de Muerte Cerebral, ha desarrollado una guía para determinar el momento en que debe ser declarada en un paciente.
«¿Quién está vivo? ¿Quién está muerto? ¿Cómo se toman estas determinaciones?», son algunos de los interrogantes que encontraron respuestas consensuadas a lo largo del proyecto, señaló Gene Sung, autor principal del estudio, cuyos resultados fueron publicados recientemente en JAMA.
El documento, que ya ha sido aprobado por cerca de 30 de las más prestigiosas sociedades médicas de cuidados intensivos, neurología y neurocirugía, recopila una gran cantidad de diagramas de flujo, listas de control y árboles de decisión, para unificar el criterio a la hora de diagnosticar la muerte cerebral en un paciente.
Estos incluyen la búsqueda de ausencia de reacciones faciales a estímulos incómodos, pupilas fijas y ausencia de reflejos nauseabundos. Del mismo modo, el documento sugiere a los médicos comprobar factores que podrían enmascarar o imitar la muerte cerebral, como enfermedades preexistentes, uso de medicamentos u otro tipo de tratamientos.
Por otra parte, Sung asegura que, puesto que la valoración clínica sobre la muerte está atravesada por un sesgo cultural, sostenido en una gran variedad de valores legales, religiosos y morales, existen opiniones contradictorias sobre el tema.
Sin embargo, señaló que los resultados del Proyecto Mundial de Muerte Cerebral buscan establecer lo que deberían ser las normas clínicas mínimas que califican a un individuo como oficialmente fallecido, lo que permitiría unificar criterios y minimizar errores en los diagnósticos.