“Yo vide muchos horrores de castigos en la esclavitud. Por eso es que no me gustaba esa vida. En la casa de caldera estaba el cepo, que era el más cruel. Había cepos acostados y de pie. Se hacían de tablones anchos con agujeros por donde obligaban al esclavo a meter los pies, las manos y la cabeza. Así los tenían trancados dos, tres meses, por cualquier maldad sin importancia. A las mujeres preñadas le daban cuero igual, pero acostadas boca abajo con un hoyo en la tierra para cuidarles la barriga ¡Les daban una mano de cuerazos! Ahora, se cuidaban de no estropearles al niño porque ellos los querían a tutiplén…El que no se fuera joven para el monte, de cimarrón, tenía que esclavizarse. Era preferible estar solo, regado, que en el corral ese con todo el asco y la pudrición…” -cuenta el testimonio poético de Esteban Montejo -Biografía de un cimarrón- uno de los libros más aplaudidos del escritor y antropólogo Miguel Barnet.
En Vueltabajo la esclavitud se desarrolló igual al resto de las regiones históricas de Cuba. En el siglo XVI el territorio estaba ocupado por escasos asentamientos y tenía un lento desarrollo económico basado en la cría de ganado equino, vacuno y porcino.
Los primeros ganaderos eran hombres analfabetos, habitantes solitarios en los centros de hatos y corrales. Los verdaderos propietarios de esas haciendas residían en La Habana, obtenían las ganancias económicas o vendían sus feudos de forma parcelada. No existía una red de caminos seguros con infraestructuras para el tránsito cómodo y el descanso, por lo que Vueltabajo era un espacio geográfico prácticamente desconocido.
Entre 1701 a 1889 se fortalece la vega tabacalera y disminuye el desarrollo ganadero. El café se cultiva sobretodo al oriente de la región. Los vegueros comienzan a instalarse en las tierras realengas a orillas de los ríos por ser terrenos más fértiles; y la hoja de tabaco ganó adeptos por su buen gusto y combustibilidad.
La producción de tabaco, azúcar y café aceleró la trata negrera. Para 1817 la raza exportada superó a la blanca en casi un 55 por ciento de la población. En Pinar del Río se introdujeron diferentes etnias (congo, carabalí, mandinga, arará, mina y magí) aunque muchos esclavos vendidos también eran criollos. Las cartas de compraventa de esclavos entre vegueros y comerciantes, con prioridad para las transacciones individuales o en pequeños lotes de hasta tres esclavos, constatan que se usó mano esclava en la economía tabacalera.
COMERCIO ILEGAL
Aunque se reconocen cargamentos de negros llegados por los principales puertos del país con el conocimiento velado y corrupto de las autoridades, la región vueltabajera era propicia para la trata ilegal por sus condiciones geográficas.
Los hacendados evadían impuestos y aumentaban la producción con cada “pieza de ébano” sin pagar comisiones. Ocurrió así desde finales del siglo XVIII y en las primeras décadas del siglo XIX ante el incremento de la producción en las plantaciones. Burlar los diferentes gravámenes en los puertos les aseguraba mayores ganancias a los bucaneros, negreros o armadores. En fin, la trata ilegal era un negocio “redondo”.
Los historiadores Pedro Luis Hernández y Jorge Freddy Ramírez en su investigación Esclavitud y rebeldía esclava manifiestan que, aunque es aventurado definir cifras en un contrabando mantenido en el mayor secreto posible, accidentes litorales como las bahías de Cabañas, Honda y Mariel, la desembocadura de río o puerto de Malas Aguas, Playuelas y los ríos Blanco, del Medio, La Dominica y La Esperanza coinciden con los sitios más visitados por los barcos negreros entre los siglos XVI y XIX.
Tras el arribo, las embarcaciones eran limpiadas para desinfectar las enfermedades contraídas por los pasajeros forzados y las excretas acumuladas durante meses de travesía. Los negros eran trasladados con grilletes “a través de pinares ubicados sobre elevaciones de rocas metamórficas, donde la reverberación del sol, la escasez de agua y la distancia, hacían muy penosa la marcha, convirtiendo esos circuitos en ruta de la muerte para muchos de ellos cuyo destino final era el cafetal escondido entre mogotes en la gigantesca Polja o valle intramontano de Pan de Azúcar”, refieren los investigadores.
Los hombre jóvenes y fuertes eran convertidos en sementales y las negras en paridoras. Los recién nacidos eran criados por nanas de leche y luego les enseñaban un oficio para ser vendidos en La Habana aun siendo niños a elevados precios. Los no seleccionados se vendían a los hacendados o se utilizaban en la producción cafetalera y ganadera de la propia hacienda.
CIMARRONAJE
Los hombres traídos a la fuerza hacia el Nuevo Mundo, humillados, violentados, sabían que el camino para alcanzar la libertad era la rebeldía. Algunos abandonaron las tareas, rompieron los instrumentos de trabajo para frenar la producción, o recurrieron al suicidio como forma de resistencia desesperada. Los más osados huyeron al monte.
La historia reconoce tres modos de cimarronaje: el simple, vinculado a la huida de un solo hombre que en su condición merodeaba cerca de las haciendas para robar alimentos y asegurar su subsistencia; la cuadrilla, que consistía en la unión de varios individuos organizados bajo la guía de un líder natural; y el palenque.
“…Para conseguir cochinaticos yo me acercaba a las sitierías por la noche y hacía que nadie me sintiera. Me le tiraba por el cuello al primero que veía y con una soga bien apretada me lo pasaba al hombro y me echaba a correr, tapándole el jocico…” narraba el centenario Montejo. Aunque su resistencia étnica tuvo lugar en los montes de Villa Clara, la realidad de los cimarrones en toda la isla no era muy distinta.
“Lo que más yo hacía era caminar y dormir. Cuando llegaban las 12 del día o las 5 de la tarde, oía el fotuto que sonaban las mujeres para llamar a los maridos. Sonaba: fuuuuu, fú, fú…Por la noche dormía a pierna suelta. Por eso estaba tan gordo. No pensaba en nada. Todo era comer y dormir, y vigilar. A mí me gustaba ir a las lomas de noche. Difícilmente llegaban allí rancheadotes y animales jíbaros. Yo llegué casi hasta Trinidad, desde arriba de esas lomas veía el pueblo. Y el mar.
“Ni de los propios cimarrones me dejaba ver: cimarrón con cimarrón vende cimarrón…Por mucho tiempo no hablé palabra con nadie, otros andaban siempre de dos o tres. Pero eso era un peligro porque cuando llovía, el rastro de los pies se quedaba en el fango.
“La pura verdad es que a mí nada me faltó en el monte. La única cosa que no podía hacer era el sexo. Como no había mujeres tenía que quedarme con el gusto recogido. Ni con las yeguas se podía pisar porque relinchaban que parecían demonios. Y cuando los guajiros oían ese alboroto venían enseguida y a mí nadie me iba a poner los grillos por una yegua”, aseguraba.
Pero hubo mujeres cimarronas. No solo vivieron el asedio de los rancheadores, la historia hace mención a algunas raptadas y llevadas en contra de su voluntad al monte. Otras huyeron de sus haciendas en plena gestación. Hubo niños que nacieron cimarrones, criados lejos del látigo del mayoral.
Ya en los palenques o rancherías, su función principal era la de vigía. Su aviso oportuno podía salvar la vida y la libertad del grupo emancipado. No obstante, en el diario del capitán de rancheadores Francisco Estévez, en el mes de octubre de 1838, se reconoce la existencia de una mujer jefa de cimarrones que nunca pudo ser capturada, conocida como Madre Melchora, hecho histórico sin precedentes en nuestra región.
LA CUADRILLA Y EL PALENQUE
Nadie duda que hubo cimarrones solitarios en Pinar del Río, sin embargo, los testimonios arqueológicos hallados a lo largo de la región vueltabajera hasta el momento señalan que predominó la cuadrilla como expresión de resistencia grupal y organización, superior al cimarronaje simple.
En los asentamientos arqueológicos de cimarrones se han localizado de tres a cinco camas promedio, compuestas de cujes de madera, cubiertas con yaguas, hierbas, hojas de palma. Al centro de la disposición de las camas, había una hoguera donde cocinaban las viandas y los animales. En las quebradas de las rocas próximas se hallaron objetos personales artesanales: peinetas, cachimbas y pasadores de pelo confeccionados con hueso de ave.
Aunque en menor medida, también fueron descubiertas tres camas juntas con la del medio más pequeña, lo que evidencia que coexistían parejas con sus hijos en las rancherías.
Por otra parte, Hernández y Ramírez destacan los palenques “formados en hoyos de terrenos, donde las condiciones edafológicas permiten la formación de pequeños asentamientos y la existencia de tierras productivas, por lo general terrazas de inundación y de erosión con elevada fertilidad permitieron sembrar viandas para el autoconsumo, la cría de animales de corral (cerdo, ganado vacuno y equino) según el grado de accesibilidad”.
Entre ellos, el Hoyo de Cimarrones en la sierra de Viñales es el más conocido, aunque pueden mencionarse Potrerillo, sierra de Sumidero; Ruiseñor, sierra de Viñales; Fanía, sierra del Quemado; Carigangá, sierra de Ancón; y Hoyada de las Catalinas, sierra de Mil Cumbres.
Las ensenadas de difícil acceso, comienzos y finales de valles intramontanos en formas alargadas entre uno y hasta 250 kilómetros de longitud conocidos como poljes (Pan de Azúcar, valle Ancón, costanera de Linares o de Galera, Hoyo Grande, sierra de San Carlos…) también constituyeron escenarios para palenques.
Hasta la fecha, en Vueltabajo existen 160 sitios de resistencia esclava, aunque en su historia no faltan cimarrones urbanos, aquellos que pudieron falsificar su carta de libertad viviendo en poblados y ciudades alejados de antiguas haciendas, y los que escaparon de sus amos para unirse al Guerra de los Diez Años.
Fuentes:
Huella africana en Vueltabajo. Colectivo de autores. Ediciones Loynaz, 2018
Biografía de un cimarrón. Miguel Barnet. Letras Cubanas, 2006.
Muy interesante!!!.
De verdad tenía conocimiento de esclavitud en Galope, siempre pensé no era muy común la esclavitud en Vegas de tabaco,dadas las características de ser cultivo familiar.
Me pareció que se daba un estadio esclavo en centrales azucareros que era el caso de Galope y quizás algún que otro central más en la región, evidentemente no tan propicia como el tabaco, para la parte más occidental, donde tampoco era habitual el café, no así la parte oriental de pinar del río.
Desconozco también del asunto, porque no he tenido acceso a la edición del libro. Doy las gracias por la publicación del artículo
Extraordinaria la crueldad e inhumano que impuso el conquistador,que no reconoce, ni el daño originado, ni los aborrecibles crímenes cometidos.
Muchas gracias Yanetsy Ariste por el serio trabajo que ha hecho, es un ejemplo de ética periodística y de profesionalidad invito a los lectores a ver el canal Desde el El Monte de YouTube dónde encontrarán trabajos relacionados con estos temas y esperamos que se suscriban para que sigan recibiendo nuestros aportes a estos y otros temas de la historia local y regional. Gracias A Guerrillero por el espacio.