Aún no salía el sol aquel 12 de septiembre, hace hoy 23 años, cuando un operativo del estadounidense Buró Federal de Investigaciones (FBI) sacaba de sus hogares a cinco hombres que actuaban en nombre de Cuba.
René González, Antonio Guerrero, Ramón Labañino (con el nombre de Luis Medina), Fernando González (Rubén Campa) y Gerardo Hernández (Manuel Viramontes) formaban parte de una supuesta red de espionaje al gobierno norteamericano, cuando en realidad intentaban prevenir acciones terroristas contra su país.
Desde el triunfo de la Revolución en 1959, la nación norteña se convirtió en un territorio donde distintas organizaciones hallaron amparo para planificar ataques piratas, sabotajes y atentados contra la isla antillana, según han denunciado sus autoridades.
Washington no solo desviaba la atención de esas actividades, sino que las alentaba, e incluso entidades como la Agencia Central de Inteligencia (CIA) eran elemento clave en muchos proyectos, que terminaron con la vida de tres mil 478 cubanos y dejaron discapacitados a otros dos mil 99.
Monitorear los movimientos de esos grupos fue el objetivo principal de los Cinco, como fueron conocidos mundialmente los luchadores antiterroristas que aquel día de 1998 resultaron apresados y sometidos a un proceso judicial con distintas irregularidades.
El juicio, efectuado el 8 de junio de 2001 en Miami, una ciudad históricamente hostil hacia Cuba y donde era imposible realizar un proceso justo e imparcial, estuvo acompañado por una intensa campaña mediática para influenciar a la opinión pública y el jurado contra los cubanos.
Como resultado, todos fueron declarados culpables, a pesar de que el único delito demostrado verdaderamente fue el uso de identidades falsas (tres de ellos).
No pudo comprobarse que tuvieran acceso a información de riesgo para la seguridad nacional, aun así les impusieron largas condenas por ‘Conspiración para cometer delito contra Estados Unidos’, ‘Conspiración para cometer espionaje’ y ‘Conspiración para cometer asesinato en primer grado’ (Gerardo Hernández).
Por más de 16 años permanecieron en cárceles norteamericanas y sufrieron vejaciones como el aislamiento en celdas de castigo sin motivo alguno y la privación de la comunicación con sus familiares.
Su resistencia y valentía suscitó un movimiento de solidaridad, iniciado en Cuba y con alcance internacional, que llegó incluso hasta el Congreso en Washington a exigir su liberación.
El 17 de diciembre de 2014, fruto de negociaciones entre los dos países, retornaron a la isla Gerardo Hernández, Antonio Rodríguez y Ramón Labañino, quienes permanecían recluidos en territorio norteamericano; Fernando González y René González habían regresado antes, al cumplir sus condenas.
En Cuba recibieron la condición de Héroes de la República y la Orden Playa Girón, además del reconocimiento de la población; y pudieron reincorporarse a la vida de la sociedad que ayudaron a proteger.