El próximo lunes, todos los cubanos celebraremos un nuevo aniversario del natalicio de un gran hombre: Cintio Vitier, eminente narrador, ensayista y crítico. Dueño de una poesía de las más apreciadas por las letras hispanas y de una prosa exquisita. Renovador de la novelística cubana y gran conocedor de la obra martiana.
Se vinculó en sus inicios al descollante grupo de intelectuales de la revista Orígenes, junto con otros destacados nombres de la literatura nacional como José Lezama Lima, Eliseo Diego y Fina García Marruz, su compañera en la vida.
Decir Cintio es decir virtud, bondad e integridad. No conoció de dobleces de ninguna índole, y su personalidad se nos revela con una pureza y transparencia que sobresalen en su verbo con una pasmosa coherencia y serenidad. De su agudeza como investigador bastaría con señalar Lo cubano en la poesía, obra de necesaria consulta a la hora de desentrañar y valorar con justeza y conocimiento de causa las más profundas raíces del hecho poético en el contexto patrio. Y, por supuesto, la plenitud y el desborde de su consustancial eticidad en el libro Ese sol del mundo moral.
Acerca de este texto habría mucho de qué hablar, pero solo apuntaremos que se trata de un acertado esbozo para una historia de lo ético en Cuba. Sus fuentes son las de un actuar marcado por los singulares procesos de la nacionalidad y nuestra idiosincrasia.
Llevados de la mano del autor, recorremos tiempos forjadores y momentos ingratos: desde la colonia y la seudorrepública hasta el periodo revolucionario, seguimos el paso del hombre cubano hacia su propio perfil. El escritor se declara “un poeta sencillamente enamorado de su patria”, y ocurre en sus páginas como una conversación amorosa, en familia, sobre aquellos jirones que guardaron en su memoria y definieron los lineamientos de su conducta. Es, en pocas palabras, un libro imprescindible.
A continuación, me permitiré citar estas consideraciones que Cintio expresa en el prólogo del referido texto:
“…Cuando hablamos de una eticidad cubana, no nos referimos a ningún fenómeno aislado, exclusivo y en ningún sentido excepcional, sino a la manera como los problemas morales del hombre se han presentado y afrontado, de hecho, en la historia intelectual y política de la nación, igual que pudiera hablarse de una eticidad vietnamita, o francesa, o mexicana. Nuestro punto de partida es siempre la autoctonía como fundamento de la universalidad”.
Cualquier apretada síntesis que se construya sobre su inagotable quehacer no vacilaría en incluir la infatigable labor al frente de la edición crítica de las Obras Completas de José Martí en el Centro de Estudios Martianos, para el cual realizó, en colaboración con Fina y Emilio de Armas, la edición crítica de la Poesía Completa del Apóstol.
También presidió la Cátedra Latinoamericana y del Caribe de la Universidad de La Habana, en la que impulsó estudios fundamentales en torno a la creación artística del área, con significativos aportes dentro de la teoría literaria. Proverbial ha sido su paciente y minucioso trabajo como antologador, lo que reafirma su sapiencia y visión integradora de la producción estética de nuestro continente.
Asimismo, tendríamos que reconocer sus innegables dotes como traductor para aproximarnos a la concepción del hombre culto que la modernidad a veces empaña sin proponérselo siquiera. Fue distinguido con más de una veintena de premios y títulos honoríficos.
Si nos detenemos en su extensa obra poética podemos identificar una primera etapa próxima al magisterio de Juan Ramón Jiménez y el tránsito hacia otra inmersa en el universo apasionante de rescate de lo cubano implícito. Fue evolucionando hacia el tono conversacional, con fuerte acento cristiano en sus temas, que versan sobre la piedad, la pobreza, la solidaridad, la hermandad y la propia reflexión sobre la poesía.
Sus poemas La voz arrasadora, Examen del maniqueo, Compromiso y Torre de marfil, testimonian la trayectoria de un gran intelectual en medio del proceso revolucionario, y son, igualmente, algunas de las mejores páginas que alcanzó a escribir. Se recordará, además, como muy interesante su complejo poema El bosque de Birman.
Aunque hemos adoptado estructuralmente la linealidad en el abordaje de sus diferentes aristas o facetas, hay que conocer a Cintio de cuerpo entero. Esa tarea queda pendiente para muchos de la generación actual, pero sobre todo para las generaciones que vendrán. No podemos darnos el lujo de permitir que se olvide a un patriota en toda la extensión del término.
Quien fuera maestro en el aula y fuera de ella, quien brillara en el pódium como ilustre conferencista espera que sus discípulos lean y aprendan sus lecciones. Sirvan, pues, estas líneas como motivación para realizar serias investigaciones sobre la obra que, como valioso legado, nos ha dejado este titán de nuestras letras. Un cubano de pura cepa.