En una época en la que el sonido de la radio era aún un misterio para muchos, cuando la música y las noticias viajaban más rápido en boca de los pregoneros que por las ondas del éter, un hombre en Pinar del Río soñó con hacer hablar al aire.
Francisco Martínez Rodríguez, un visionario de su tiempo, desafió la rutina de la ciudad más occidental de Cuba y, con sus propias manos, fabricó el primer equipo de transmisión en la provincia en 1928. Aquella hazaña no solo trajo la radio a Vueltabajo, sino que también marcó el inicio de una revolución en la forma en que los pinareños se conectarían con el mundo.
No era fácil imaginar que desde un pequeño taller, con piezas ensambladas casi artesanalmente, surgiría la primera emisora de radio de la provincia. Pero Martínez Rodríguez no se detuvo. Con determinación, logró obtener la primera licencia oficial para operar una estación de radio y, tras años de pruebas y mejoras, el 21 de febrero de 1931, nació CMAB.
Aquel día desde el modesto estudio de transmisión, ubicado en una casa sencilla, la radio irrumpió en la cotidianidad de los pinareños como un hechizo invisible. Las primeras palabras, emitidas con la emoción de quien abre una ventana a lo desconocido, viajaron por el aire con una promesa: la voz de Pinar del Río había nacido y nadie podría acallarla.
Los primeros días de la radio pinareña
En sus inicios, CMAB operaba con recursos limitados, pero con una energía desbordante. No había grandes equipos ni modernas cabinas insonorizadas, pero sí un entusiasmo contagioso. Los primeros programas eran sencillos: lecturas de noticias de los periódicos locales, sesiones de música en vivo con artistas de la región y saludos a los oyentes que, sorprendidos y emocionados, escribían cartas para escuchar su nombre pronunciado en el aire.
La gente se reunía en las plazas, en las barberías, en las casas de vecinos que tenían una radio, para escuchar aquel nuevo prodigio. No importaba si la señal a veces fallaba o si los locutores eran improvisados; lo que importaba era que tenía su propia voz.
El impacto de CMAB
CMAB no tardó en convertirse en un punto de referencia cultural y social. Desde sus primeras transmisiones, la radio se convirtió en un canal de difusión para la música tradicional cubana, llevando a los hogares las tonadas de trovadores y grupos locales que, hasta entonces, solo podían escucharse en teatros y plazas.
Pero la radio no solo entretenía, sino que también educaba e informaba. En tiempos donde la prensa escrita era la única fuente de noticias, CMAB llevó la inmediatez a la información. Se anunciaban los acontecimientos más importantes, los cambios en el clima, las ferias locales y hasta las emergencias de última hora.
Con el tiempo, la programación se diversificó. Llegaron los radioteatros, las radionovelas que hacían suspirar a las amas de casa y los concursos de participación que convertían a los oyentes en protagonistas. La radio se volvió tan esencial en la vida pinareña que, cuando había interrupciones en la señal, el pueblo entero sentía un vacío.
El legado de CMAB
El camino de CMAB no estuvo exento de dificultades. Los cambios políticos y tecnológicos transformaron el panorama radial en Cuba, y la emisora original, con el tiempo, dejó de existir tal como fue concebida. Sin embargo, su huella sigue viva en la memoria.
Hoy, cuando las ondas radiales han evolucionado a la era digital y el internet parece dominar la comunicación, el espíritu de CMAB sigue latiendo, porque más allá de las frecuencias y los aparatos, la radio siempre ha sido un puente entre las voces y el pueblo, y en aquel febrero de 1931, Pinar del Río encontró la suya.
CMAB fue más que una emisora; fue el despertar de una ciudad que, desde entonces, nunca dejó de hablar, de escuchar y de soñar a través de las ondas del aire.