El propio título de este comentario ya anuncia que abordaremos un binomio de conceptos contrapuestos que debemos tratar sin peligrosas simplificaciones y en su total complejidad.
Cuando hablamos de colonización cultural nos referimos al proceso de sometimiento en la esfera espiritual, en lo sociocultural, que busca asfixiar y anular lo propio, lo nuestro.
Es consecuencia de la globocolonización que ocurre a nivel mundial y trata de que la mirada de los pueblos se dirija siempre hacia la cultura hegemónica. Todo lo bueno y valioso es lo que viene de allá, de otras latitudes e invade los más variados ámbitos del desempeño humano: desde el arte, la ciencia… hasta la moda.
Se entenderá entonces que la necesaria respuesta a este amenazante fenómeno es, justamente, la descolonización que implica el estudio profundo de las historias nacionales y las problemáticas propias de cada país, así como el conocimiento, la difusión y la valoración precisa de lo autóctono, o sea, las raíces, tradiciones, costumbres, el folclore, las manifestaciones artísticas y la idiosincrasia misma.
Es diseccionar ese cuerpo heterogéneo, pero a la vez monolítico que conforma la identidad nacional. Es repensar nuestra cultura, dignificarla y acabar con la mentalidad enajenada. Y en el caso de Latinoamérica requiere abrir las venas del continente, como decía el escritor Eduardo Galeano, y dejar correr esa sangre mestiza. Por tanto, se hace evidente que descolonizar la cultura no es, en modo alguno, un ejercicio fácil, pues comprende procesos que atañen a la conciencia individual y social.
Hay que desbrozar paulatinamente el camino que nos conduce a una revolución cultural y que parta de una revolución educacional para cambiar referentes y paradigmas. Sobre todo, exige como premisa dejar de ser colonia en la mente, porque si no poco vale haber dejado de serlo en lo económico y político.
La concepción norte centrista y eurocentrista sigue haciendo hoy mucho daño, pues subvalora y desdeña lo de otros. El destacado filósofo argentino, nacionalizado en México, Enrique Dussel, un verdadero experto en estos temas, asegura que esas tendencias van minando disimulada o abiertamente en la esfera axiológica de los ciudadanos y desembocan en un desarraigo estremecedor.
Ante un panorama así no podemos cruzarnos de brazos. ¿Qué hacer? Esa interrogante puede actuar como brújula de orientación para formar y promover una visión crítica hacia todo lo que nos envenena a través de lo banal y superficial. Evitar que la gente caiga en la trampa de la tergiversación de la información, porque nos va carcomiendo hasta la médula. Huir de la prohibición y la verticalidad que no funcionan ni resuelven nada, pues provocan la exacerbación de la curiosidad por buscar y consumir seudocultura. Fortalecer la articulación y la unidad de todos los actores sociales de la vida espiritual del pueblo.
En nuestro país se ha diseñado un programa para enfrentar y contrarrestar la colonización cultural y se ha elaborado un documento por un grupo de pensadores, liderado por Abel Prieto, presidente de Casa de las Américas, denominado Sembrar ideas, sembrar conciencia, el cual defiende un discurso contrahegemónico para subrayar y reivindicar la memoria colectiva a través de contenidos propios.
Este programa toma como base el pensamiento de Fidel, quien siempre advirtió que “la cultura es lo primero que hay que salvar”. Se cuida el necesario equilibrio entre la sostenibilidad y la prosperidad. Se profundiza en el pensamiento visionario de José Martí como el gran antecedente de una concepción descolonizadora. Su ensayo Nuestra América constituye una fuente inagotable en este sentido. (Se le considera como su testamento político). Bastaría rastrear algunas ideas y fragmentos de este texto que mantiene una asombrosa vigencia:
“La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria… Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas…
…Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación. El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino!”.
También, como parte de la estrategia cubana, se potencia el trabajo con las comunidades y barrios, porque ahí confluyen todos los símbolos y mensajes que circulan en las redes de un mundo intoxicado por la cultura chatarra. Se busca lo que nos une dentro de la diversidad. Coexiste un discurso plural ciertamente, en el que se comparten contradicciones y esperanzas generacionales. Especialmente se atienden los códigos de los jóvenes que cuestionan las vivencias de los mayores y se abren espacios reales para su protagonismo.
Podemos ejemplificar lo que se ha conseguido en el plano práctico con proyectos de gran impacto en materia comunicacional como Telesur a nivel continental, y más recientemente en el contexto de la televisión nacional Con filo, cuyo objetivo es desmontar la manipulación mediática y las fake news. Asimismo, el tratamiento de prioridad a la innovación como alternativa descolonizadora en el trabajo con la ciencia y la técnica al presentarse como evidencia de soberanía en estos campos.
Una visión holística es la más pertinente, ya que a todos los sectores de la población les corresponde intervenir en este asunto cardinal para el futuro de la Patria, aunque indudablemente hay roles determinantes como el que toca a la educación, al sistema institucional de la cultura, a los medios masivos de comunicación, a la universidad. Pero lo más importante es lograr coherencia y organicidad en las acciones. Así anularemos la atomización que hoy sobrevive.
Ese sentido descolonizador es y debe ser la clave de nuestra política cultural. Ahora es más urgente que nunca en una época tan convulsa y cargada de incertidumbre. Parafraseando a ese preclaro intelectual que es Abel Prieto, me permito afirmar que ahora parece invencible el empuje de la todopoderosa industria del entretenimiento, de la desinformación, de la publicidad y las celebrities. Pero no es así porque Cuba cuenta con un potencial humano fuerte y preparado para enfrentar esta debacle.
Está, ahora, más vigente que nunca la conocida frase de José Martí: “De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace, ganémosla a pensamiento”.